Capitulo 22

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Estaba demasiado nerviosa, la mirada la tenía fija en el suelo, las manos me sudaban, sentía las piernas pesadas a pesar de la postura a la que estaba sometida

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Estaba demasiado nerviosa, la mirada la tenía fija en el suelo, las manos me sudaban, sentía las piernas pesadas a pesar de la postura a la que estaba sometida. Me halo del brazo y llevo a la cama, me coloco en cuatro y escuche el agua, al parecer se estaba lavando las manos, cuando...

— ¡Eso duele! —Grite con todas mis fuerzas, al sentir una nalgada. —¡Por favor para! — Suplique mientras él seguía.

—Es tu castigo por hacer esperar a tu amo. — Decía mientras aceleraba las nalgadas.

Podía sentir como mi piel enrojecía y el ardor comenzaba a ser más abundante y se extendía por ambas partes, él disfrutaba tanto estar así, tenerme como él quería, cuando lo quería, y como lo quería, pero la circunstancia lo ameritaba, debía dinero a Eva y mis padres necesitaban dinero, solo pensaba en ello mientras recibía tan cruel castigo, mientras que él, parecía poseído, tenía una expresión de satisfacción, deseo, excitación y sobre todo de alegría,<< ¿Como alguien puede ser feliz con el sufrimiento de otra persona? >> Trataba de despejar mi mente con preguntas, pero el dolor seguía, y cada vez el golpe era más fuerte, su mano mojada dolía bastante, nunca pensé decirlo, pero... lo merezco, pronto paro y me ordeno que me colocara boca arriba en la cama, abierta de piernas, cuando voltee logre ver su erección, <<Esta enfermo>> pensé e hice lo que me pidió, no quiero otra reprimenda.

—Tu cuerpo es bendita perfección. —dijo mientras elegía uno de sus tantos instrumentos sexuales. —Lástima que lo han recorrido tantos hombres. —Tomo uno en color rojo.

—Seré una prostituta pero no todos tienen el privilegio de tenerme. —Remede cuando el caminaba a la cama para estar conmigo.

—Pues, si es así, soy muy afortunado. — me da miedo.

Se coloco el aro del consolador en sus dedos era de tres protuberancias, fantaseo con el un par de veces, pero no lo introdujo, en cambio de este artefacto, acerco su nariz a mi vagina, suspiro y me miro.

—Tienes un olor delicioso. —menciono con una mirada psicópata.

Continuo su recorrido, mi cuerpo temblaba y en ocasiones variadas se estremecía, las nervios los tenia alertas como si fueran un ejército dirigiéndose a la guerra, preparándose para disparar al enemigo en cualquier momento, los soldados fueron bajando las armas conforme el pasaba sus dedos en forma de caricias en mi cuerpo, levantando la bandera blanca que necesitaba, escuche que se despojo de su ropa, mi subconsciente no paraba de mandarme advertencias pero mi inmensa curiosidad, me lanzaba al peligro, << solo serán un par de días, tengo que resistir >> pensé mientras escuchaba los pasos firmes de mi amo, la sonata de guerra sonaba en mi mente, y mi subconsciente volvió a estar a la defensiva, se abalanzo sobre mí, aun tenía el pequeño juguete, comenzó a besarme, su aliento cálido y sus labios sabor cereza le daban mas erotismo a la escena, baje la guardia, grave error. Comenzó a penetrarme pero con el consolador, lo metía y sacaba, a veces dolía, pero el placer era innegable, círculos, y penetraciones mas fuertes me hacían gemir, intentaba pararlo pero... el me quitaba las manos, mis piernas intentaban atacarlo, pero él seguía, no quería que me tocara, no necesitaba sus manos encima mío, no quería que esto siguiera, la vagina me ardía y poco después me di cuenta que sangre un poco.

— ¡Ya no quiero! —Suplique llorando.

—Eres mi prostituta no tienes voz aquí —Dijo intentando meter su pene a mi vagina.

Me queje cuando lo introducía cada vez más fuerte, me ahorcaba en ocasiones, justificando que sentía placer, cambios bruscos de pociones me lastimaba, mis senos rojos por las mordidas que me daba durante el acto sexual, rasguñadas en mis piernas, nalgadas bien marcadas en mi trasero y en mis caderas sus manos marcadas, me quejaba, lloraba y revolcaba de dolor, pero no parecía interesarle a mi amo, solo le importaba terminar, cuando lo hizo me boto, pidió que me llevaran a mi habitación, me colocaron de nuevo la cadena y me fui a mi cuarto, apenas podía caminar, mi vagina ardía, esta vez no creo que fuera por irritación, cuando logre estar sola, me encogí en mi cama y llore, me culpaba por tener este trabajo, por vender mi cuerpo, por ser una maldita prostituta, mis pensamientos me mataban, mis manos trataban de arrancar las huellas que dejo él sobre mi piel descubierta, jamás pensé sentirme así, me pare y me mire al espejo, tenía el cuerpo lastimado, algunas rasgaduras sobre mi piel eran demasiado evidentes, los ojos los tenia demasiado hinchados y rojos, el carmín de mis mejillas se había ido a mi trasero y caderas, cubriéndolas por completo, mis senos estaban muy lastimados, tenían marcas de sus dientes que aun me hacían recordar cómo me sentía, tire la ropa que solo tenía permitido usar con mucha rabia, gritaba y pataleaba, llame a mi jefe, le suplique que me diera otro contrato que regresaría una parte del dinero pero que no soportaba un minuto más aquí, el se negó

—Remy, termina el trabajo, se que puedes hacerlo.

—No, no puedo, lo intente pero no puedo, es demasiado. —Suplicaba.

—Déjate de niñerías, harás el trabajo y punto. —Colgó.

La maravillosa idea de llamar a mi jefe fue un fracaso, llore aun mas al pensar que seguiría aquí, con ese moustro que solo piensa que soy su esclava sexual, llamaron a la puerta, fui por una toalla y abrí, era una enfermera de sonrisa amable, tenía el cabello canoso y unos ojos negros preciosos.

— ¿Puedo pasar Carla? —Le cedí el paso y entro, cerré de nuevo. —Estoy aquí para curar tus malestares, muéstrame que te hizo mi jefe. — me miro con compasión.

Me di la media vuelta y deje caer la toalla al mismo tiempo que mis lagrimas, ella, solo me miraba con compasión, saco sus objetos médicos y comenzó a curarme. Varias veces limpio mis lágrimas, y al oír mis quejas paraba e intentaba no dañarme, no hablaba más que preguntar cosas básicas, cuando se fue me advirtió sobre las medicinas y que también me vendría a ver una ginecóloga después, cerró la puerta y logre oír sus palabras de lastima, me mire al espejo, esta vez mi cuerpo lucia diferente, aunque un poco más sano, sin en cambio mi mente seguía torturándome repasando el momento sexual que tuve, trate de dormir un poco, cubrí con cuidado mi cuerpo, ni siquiera me apetecía bañarme, cerraba los ojos y tenía su rostro frente a mí, con esa expresión de maldad y fantasías dañinas para mi cuerpo, lo detesto tanto.

¡Maldición Carla! [✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora