—Vamos a tener una larga platica, princesita —dijo aún sentado.
—¿De qué hablas? —«No solo era para verme». me dije a misma mientras trataba de buscar para donde escapar.
—Llévensela —habló fuerte.
Dos mujeres altas y muy fuertes me intentaron agarrar, intenté escapar, pero una de ellas me inyectó. Recuerdo cuando esto pasó, las inyecciones que me mantenían drogada y sin noción del tiempo, siempre dormía y el poco tiempo que estaba consiente era para tener sexo con él, poco a poco fui perdiendo la conciencia y sentí cómo me subían a un auto.
— Serás mía, tal como lo prometí —fue lo último que escuché antes de desmayarme.
La carretera era larga, llevábamos un buen tiempo en el auto, mientras que a los lados míos podía sentir la precedencia de las dos mujeres que me tomaron a la fuerza. Llevaba los ojos vendados y una cinta en la boca, trataba de hablar, pero solo conseguía balbucear y apenas entenderme si quiera a mí misma, tenia amarradas las manos, podía sentir la soga apretándolas fuertemente igual que la cuerda que sostenía mis pies. Escuché que dieron varias instrucciones y después de un buen rato me bajaron del magnífico vehículo, me cargaron como si llevaran un costal de papas de cualquier mercado. Me llevaron y dejaron sobre una superficie plana, me descubrieron los ojos y era el lugar donde había conocido a Ián, ese pequeño lugar donde fue aquella fiesta donde descubrió mi fascinación por los autos. Mi cuerpo sudaba frío cuando él estaba cerca y cuando se acercó para darme la bienvenida me di cuenta que no era la persona que conocí en aquel entonces; claramente su promesa no fue falsa: me tenía otra vez entre sus manos.
—Estás más hermosa que la última vez que te vi —me dijo tomándome del mentón—. Ya quiero volver a tenerte, por ahora hasta que lo asimiles estarás acá —lo miré a los ojos y traté de decirle con mi mirada que me dejara ir—. Te tratarán bien. ¡Llévenla a la recamara! —ordenó.
Traté de gritar con todas mis fuerzas, pero no conseguía nada, me llevaron a una habitación obscura, recién instalada, solo había una cama mugrienta, un closet lleno de ropa y un tocador con mucho maquillaje y un baño pequeño, todo para mí, Me desataron y quitaron lo que tenía en la boca para mantenerme callada, traté de mantenerme serena cuando entro él.
—No tenías por qué traerme acá —le dije molesta.
—Tú me obligaste a hacer esto, yo solo quería cuidarte, sacarte de ese trabajo donde solo eras una cualquiera, pero... no aceptaste nada de eso —se defendía en argumentos pasados.
—No necesitaba nada de eso —dije melancólica.
—Estarás aquí hasta que entiendas que me necesitas a mí, solo así podrás volver a gozar de ciertos privilegios, mientras tanto, tendrás siempre que estar perfecta para mí —salió de la habitación.
Traté de abrir la puerta, pero no lograba salir, tenia cámaras vigilándome y un horrendo olor a orines que llenaba la habitación, apenas podía creer que el baño estuviera higiénico, la comida me la llevaron en una bandeja como si fuera una carcelera y la pasaron por una rendija que tenia la habitación, apenas probé un bocado, era un asco;traté de llevar la cuenta de los días que ya llevo aquí desde la última visita de Ián. Con un hilo amarraba cada día con un pequeño nudo para llevar una cuenta, este nudo nuevo es el número seis, me avisaron que hoy iría a verme, así que me tenía que ver perfecta, me duché, el agua era helada, me vestí y maquillé. Al verme al espejo me dolía tanto como estar acá. «¿Qué estará pasando con Eva? ¿Qué sucede con David? ¿Mis padres estarán bien?, ¿acaso me están buscando?». me llené la cabeza de dudas antes de por fin volver a ver el sol, cuando salí, Ián estaba ahí esperando que ya hubiese desarrollado el gran síndrome de Estocolmo a la que muchas caen, mientras que mi mente seguía perfecta gracias a el amor que le tengo a David. Tenía varios regalos a los costados de su presencia y yo fingía una sonrisa y presencia grata, trataba de meditar y calmar mis grandes impulsos de escapé, el jardín estaba precioso, lleno de rosas rojas y con esquinas que ocultaban francotiradores, los guardias estaban bien armados por si algún percance, que gran seguridad tienen aquí, mi vida no era la más importante para ellos, la vida que realmente importaba era la de él, ese narcotraficante idiota que me tiene aquí.
—¿Cómo estás, amor? —estaban sirviendo la comida.
—Bien, será muy grato comer algo que no sea repulsivo —salivaba al ver pan sobre la mesa, al igual que agua limpia y bebible. Estaba ansiosa por ver qué comeríamos.
—Me alegro que aprecies mis visitas, si sigues así pronto saldrás de acá —dijo convencido.
—Me temo que me llevará más tiempo —su rostro cambió a una expresión de confusión—. Lo digo porque me he encariñado con este lugar —evidentemente mentía, pero no quería perder la oportunidad de comer algo.
Nos sirvieron tres platillos, estaba fascinada y logré ver como él disfrutaba de cada momento que pasaba conmigo, en algunas ocasiones el estomago me ardía por comer tan rápido y tragar. Terminamos de comer y bebí grandes cantidades de agua, si seguía de esa manera me puedo morir por la falta de comida, o por la falta de agua, estaba esperando el momento justo para ver alternativas de escape, pero no había ninguna, más que la de irme rendida sobre los brazos de Ián. «Esto no puede estar pasándome, necesito opciones». Me dije mientras me llevaban con él a una habitación bien amueblada y acondicionada, seguramente querrá que me acueste con él, es lo más seguro... Miré y las ventanas tenían barrotes, miré el techo y tenía un tragaluz, pero... si salía por ahí el vigilante que estaba sobre el techo me dispararía en cuanto tenga oportunidad, mientras que si salía por la puerta sería una muerte aún más segura, sin contar que no sabría si tendría cerrojo en ese caso me mataría Ián mismo y eso sería peor.
—Cierren bien y déjenos a solas —en el momento en que dijo eso, entré en pánico.
—Por favor, no me hagas daño —le supliqué.
—Tranquila, mi amor, no haremos lo que piensas —me susurró al oído—. Ven, vamos a la cama —lo seguí y me besó.
Me besaba y sabia que parte exactamente tocarme, me quitaba el aliento y soltaba unos cuantos gemidos mientras en mi mente sentía asco y repulsión en gran cantidad por lo que estaba pasando, hasta que paró, se detuvo y eso me tomó por sorpresa. Se metió a la cama y me indicó hacer lo mismo, cuando llegué a las cobijas se paró y sacó una piyama de seda de mi talla del gran vestidor.
—Vístete y vamos a dormir —me la arrojó.
Sentía su mirada penetrante cada vez que cambiaba una prenda por otra, pero... no me tocaba, volví a la cama y me cubrí con las sabanas y se durmió abrazándome. Minutos después, mi mente estaba a punto de un colapso, necesitaba algo para estar fuera de mi mente... Busqué y encontré un sobre con una dosis de lo que muchos disfrutan: fui al baño y lo coloqué en una línea, me tomé mi tiempo y comenzaron mis discusiones internas con los mismos argumentos de mis padres; pronto y ya estaba alucinando a David frente a mí...
—Eres demasiado fuerte, mi amor —me decía mientras miraba aquel polvo blanco.
—Te has ido y tengo que estar drogada —suspiré esa pequeña línea y comencé a sentir sus efectos.
Volví a la cama y veía a David triste, tendrá que entender algún día, cuando me giré de lado, vi a Ián despierto..., me espanté y salté de la cama; caí y me pegué mientras que él reía como loco.
—Sabía que algún día lo probarías —dijo y se paró de la cama a ayudarme.
—Tú... lo dejaste ahí para mí —asintió—. ¿Por qué? —me colocó sobre la cama y me besó los labios.
—Ahora la necesitarás y tendré más control sobre ti..., y como no todo en la vida es gratis, como lo de hoy, tendrá cierto costo que me pagarás con lo único que me puedes ofrecer — estaba en shock—. ¡Anda, vamos a dormir! —me animó.
Volvimos a quedarnos estáticos en la cama mientras que yo no conseguía conciliar el sueño. «Este hombre quiere corromperte», me dije mientras miraba la ventana, las horas pasaban y un nuevo nudo se agregaba al hilo.
—Te necesito —susurré.
Y el llanto explotó, no lograba saber si mi mente realmente ya estaba rota, si mi corazón anhelaba mas amor que cualquier otra cosa, o si debería de darme por vencida.
Llegó la mañana, Ián me miraba mientras que yo estaba sentada en la esquina de la cama.
—Necesitamos hablar —empuñé mis manos y corté mis nervios de un jalón.
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¡Maldición Carla! [✔️]
Roman pour AdolescentsLa vida no ha sido nada fácil. Remy con tan solo 18 años de edad se convierte en prostituta para poder pagar su universidad, lamentablemente quienes la ayudaban económicamente eran sus padres, pero debido a que sus padres pierden su empleo por su or...