Ella.
Entro a el primer box de ducha, pero este no tiene la perilla para el agua caliente, solo la de del agua fría. Lo mismo ocurre en todas. Escucho un pequeño clic, al que no le doy mucha importancia, siempre se escuchan muchos ruidos. En la última ducha del fondo encuentro una nota.
**"La necesitas para que se te quite la rabia, bitch"**
Esto no me está gustando, por lo que no voy a entrar en su juego. Me puedo bañar perfectamente en mi baño, no necesito esto. En el suelo frente a la puerta me encuentro otro papel, esté doblando la mitad.
**"Cada cual en su lugar"**
Con cada papel menos entiendo que quieren decir. Empujo la puerta y en vez de abrirse, escucho risas.
—Bienvenida a las porristas, bitch —dice Camila desde el otro lado de la puerta.
—No es divertido —informo.
—Good bye —Camila se rie al alejarse.
Respiro hondo ante las risas que se alejan.
—¿Mía?
—Lo siento... —Se disculpa.
—No pueden dejarme aquí.
No logro escucharlas, por tanto debieron irse todas, incluso Mía. No logro entender como en este colegio permiten ese tipo de bienvenidas, duchas de agua fría que si me la hubiese dado en este momento estaría en toalla, ya que la ropa debe enviarse por los ductos a lavandería, además del frío. No quiero esperar el siguiente turno, si lo hay, o a alguna limpiadora. Pues, no. Golpeó con los puños la puerta una y otra vez. Alguien tiene que escucharme y como nadie parece hacerlo, decido salir de esto sola. Tomo carrera y golpeo la puerta con mi hombro y brazo, lo hago una y otra vez aumentando la distancia y el impulso hasta que la puerta se abre. Caigo al suelo a raíz de esto y me incorporo rápidamente. Mi bolso no está, en cambio encuentro otra nota.
**"Esto pasa cuando te metes con mi mio, bitch"**
A diferencia con las otras notas, esta parece escrita a último minuto sobre una superficie rugosa. Cuando la doblo y estoy por tirar en la papelera, noto una pequeña perla negra en el suelo. Podría reconocerlas a kilómetros de distancia.
Me quedo en blanco, la presión me baja y la vista se me nubla y una gran fuerza aprieta y se interna en mi pecho, lo abre y arrasa con él. Solo puedo llorar desconsoladamente. Con el primer momento de lucidez. Me tiro al suelo para recogerlas. Gateo por todo el vestuario. Están esparcidas por todos lados, algunas incluso bajo los casilleros. Paso la mano por el espacio entre el metal y el suelo y no logro alcanzarlas a todas debido a su profundidad, son muy anchos y mi brazo no lo suficientemente largo. Me pongo de pie y con cuidado apilo las perlas sobre la grada para intentar correr los casilleros, de todos modos como era de esperarse, mi fuerza no basta. No obstante no me detengo y me paro enfrente para empujarlo, lo golpeo con las palmas abiertas sin detenerme hasta derribarlo, acompañada de una ráfaga de viento que entra de las ventanas. Los vidrios se rompen en trozos y caen acompañados de agua de lluvia. Me agacho para agarrar las últimas perlas.
—¿Qué mierda? —dice Dylan al entrar y me ayuda a levantar—. ¿Estas bien?
—No... hace mucho tiempo no estoy bien.
Alineó las perlas para contarlas y respiro un poco aliviada al estar las diez, encuentro el elástico roto sumergido en un cm de agua bajo la grada. Todas las duchas y canillas parecen están abiertas y están inundando el vestuario en conjunto con el agua de tormenta que se filtra por las ventanas rotas.
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Entre tu tierra y mi cielo
FantasyElla fue criada en un mundo de fantasía, donde el amor respeto permanecen ante todo. Un día cae repentinamente en los brazos de él, en un mundo donde reina el caos. ¿Qué hizo que ella cambiara su hogar? Ellos lo saben, no obstante por motivos fort...