Capítulo 11, parte 2.

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U10.

Lo observo deambular aturdido por la feria. Cree una copia exacta de la que asistió co n ella hace unos días, y cada tanto enciendo y apago las luces, o dejo que los juegos funcionen vacíos. Sus rasgos físicos confunden el ojo, hasta al más inteligente, lo sé, porque si fuera la primera vez que lo veo y no fuera de mi conocimiento que pasó, no solo toda su vida en el universo 9, sino que, si no fuera por gracia de ella, él yacerá sin vida sobre las baldosas fuera de aquel caótico estadio, creería que es como yo. En mi universo las divinidades y los mundanos se dividen por sus rasgos, no existen humanos con cabello tan negro, tan rubio o tan marrón como el nuestro, como tampoco el color de sus ojos o nuestro físico. Existe solo una princesa con rasgos similares, su cabello es amarillo como el sol, mas se explica por ser hija de una mujer astuta que logró convencer a la diosa creadora del universo y volver entre los vivos. Y luego, sin duda, por nuestras habilidades. Coloco mi mano sobre la reja que encierra la montaña rusa, tal y como ella lo hizo sobre la baranda del puente. Alex no tarda en verme y correr hacia mi.

—Disculpe, necesito su ayuda, ¿Me puede prestar su celular? Necesito llamar a un amigo para que pase por mi —me pide Alexander.

Me genera cierta ternura percibir destellos de la personalidad de ella en él, o quizá se trate de su sangre, dado que ahora la compartimos.

—¿Celular? ¿Qué clase de instrumento es ese? —le pregunto simulando confusión.

—No se preocupe. —Da un paso hacia atras, puedo sentirlo.

—Apuesto que su intención era besarla ese día. Toco su mano en la cima, la rozó, y ella pensó que se trataba de un accidente. Que duro.

—¿Cómo lo sabes? —me pregunta extrañado.

—¿Acaso esa es su mejor pregunta?

—¿Quien eres? —me pregunta verdaderamente confundido.

Es una pregunta aceptable.

—Ha de ser una sensación amarga que la chica de la cual usted se encuentra enamorado no le corresponda —le digo.

—¿Hablas por experiencia?

Me hace reir.

—Adiós. —Gira y se dirige hacia la falsa calle.

—¿Cómo le fue en el juego? —le pregunto y se detiene.

Aisle el fatídico recuerdo para que este no lo atormentara. Le doy de regreso la idea, guardando para mi los peores detalles.

—¿Quien eres? —repite.

—¿Acaso no soy tan dulce como mi hermana? —Volteo con una sonrisa en mi rostro. Si bien nunca me vio en fotos, mis ojos son los de ella. Se queda atónito por la sorpresa. Rápidamente recuerdo que se supone, ella perdió a su hermano, por lo que, si me ve, significan dos cosas en principio. O me encuentro con vida, o él no—. Ninguna es correcta. —Me anticipo a su pregunta—. En teoría.

ASe supone que estás muerto. —Humanos, no escuchan—. ¿Estoy muerto?

—Su amigo le hizo la misma pregunta a mi hermana. En ambos casos, la muerte ha pasado a ser una triste realidad ajena.

—¿Qué quieres decir?

—Tranquilo, no eres como él. —Nos teletransporto a la rueda gigante—. Si su intención era besarla, ¿era esta la opción correcta?

—Fue idea de ella subir a la montaña rusa —me aclara.

—¿No lo noto entonces?

Se mueve incómodo.

Entre tu tierra y mi cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora