14. De un momento a otro...

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Kristoff me tomaba firmemente de la mano mientras entrábamos al hospital, él se había rehusado en dejarme ir sola, pues temía que Percy fuera tras de mí. Corrí como pude, aun calzando mis altos zapatos, en dirección a la recepción donde se encontraba una enfermera que tecleaba frenética en su computadora.

―Hola― saludé, pero ella no levantó la mirada―. Esto, me hablaron por teléfono diciéndome que la mamá de mi mejor amiga se murió y me dieron el nombre de éste hospital, ¿dónde...

―Escuche señorita, si usted no tiene el apellido de la mujer no puedo hacer nada por usted―dijo interrumpiéndome, se veía claramente molesta―Sí me disculpa...

―Pero...―comencé a decir, pero Kristoff me detuvo.

―Ven, vamos a buscar información a otro lado.

Hice una mueca pero asentí estando de acuerdo, no podía hacer nada más si no sabía el apellido de la mamá de Miranda. Miré nuestras manos entrelazadas y me sentí incómoda, pues no era la mano de Sebastián. Deshice el agarre sutilmente y comencé a caminar hacia uno de los muchos pasillos del concurrido hospital.

No sabía a donde ir, pues Kristoff sólo me seguía y yo cada vez me sentía más incómoda pues Sebastián se encontraba en ese mismo lugar.

― ¿Val? ―me preguntó una voz que podía reconocer en cualquier lado.

Sebastián corrió a mí y cuando llegó a donde yo estaba, me abrazó con ganas. Cerré los ojos, hundí mi cabeza en su cuello y el rodeo con sus manos mi cintura. Después de cuantos segundos abrazados, Kristoff carraspeó, Sebas me apretó más y yo abrí los ojos despacio, me removí entre sus brazos y deshice el abrazo con tristeza. Kristoff nos miraba con una ceja alzada, ligeramente estupefacto.

― ¿Me perdí de algo? ―preguntó.

Sebastián me miró, después lo miró a él y finalmente regresó a mí.

―Esto... Kristoff, él es Sebastián. Sebastián, él es Kristoff.

La cara de Sebastián se descompuso un poco, había reconocido el nombre. Kristoff le tendió la mano y él la tomó con firmeza.

―Su novio― se presentó.

¡Oh, Dios mío, no me lo puedo creer!

―Su novio...―comentó Kristoff―. Vaya, no lo sabía―dijo mirándome extraño al igual que Sebastián.

Dios, esto se ponía cada vez peor.

― ¿Dónde está Miranda? ―pregunté yendo al grano, no estaba dispuesta a seguir con una conversación en la que se puede descubrir que hace una hora estaba en mi propia fiesta de compromiso.

―Um, bueno, creo que ya me voy. Nos vemos, Valedithya―me dijo y se acercó para darme un beso en la mejilla, pero después de acercó a mi oreja y susurró: ―El anillo.

Abrí mucho los ojos y él me sonrió poquito para después despedirse de Sebastián rápidamente. Quité el anillo y a velocidad supersónica lo guardé en el pequeño bolso que traía. Le debía una a Kristoff. Esperé que Sebastián dijera algo acerca de Kristoff, pero no lo hizo, supe ahí que quería hablarlo más tarde. Sin embargo no lucía enojado, pues tomó mi mano y la apretó antes de encaminarnos a donde estaban los elevadores. El ascensor no subió sino que bajó, cosa que me sorprendió, Sebas se dio cuenta de eso e hizo una mueca de tristeza.

―La sala de reconocimiento de cuerpos es en el sótano.

Las puertas se abrieron y nos dejaron en una pequeña sala de espera dónde sólo se encontraba la recepcionista y en una de las sillas de fondo, Nest. Me senté a su lado y pasé un brazo por sus enormes hombros.

It's complicatedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora