10.Piña colada.

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 Las semanas pasaban, junto a los mensajes y llamadas que supuse que eran de Sebastián. 

Nunca abrí uno, en el momento que llegaban iban directo a la papelera de reciclaje.

Estábamos ya a mediados de Septiembre, mi vestido todavía no era más que bocetos de posibles predilectos. Era muy difícil tener en mente un vestido, porque no sabía que era lo que tenía que buscar, no sabía que era lo que me gustaba en los vestidos de novia y sobre todo, no tenía una opinión de una amiga que me dijera como me veía en uno o en el otro. Sólo estaba la opinión de Carol, siempre decía que me veía bien con todo, pero sabía que sólo lo decía porque lo único que quería era vender un bendito vestido. 

—Hija, tu mamá y yo iremos a un partido de polo.—me avisó papá, mientras se acomodaba el cuello de su camiseta.—Ahí están Jaime y Patricia para lo que necesites. 

Mamá bajó las escaleras con un vestido holgado color durazno y un gran sombrero color beige. 

—Estoy lista.—anunció al pie de las escaleras.

Papá puso los ojos en blanco y luego me dio un tierno beso en la frente.

—Pórtate bien. 

—Adiós Valedithya.—se despidió mamá. 

Cambié de página a mi revista. 

—Adiós. 

La puerta del garage se cerró y por fin pude acostarme en el sillón. Tomé el mando del control y prendí la televisión. 

—¿Quieres un poco de palomitas de maíz?—me preguntó Patty atrás de mi. Tuve que moverme toda para poderla ver. 

Era un poco más joven de mamá, su cara en forma de corazón, una mirada maternal y una linda sonrisa cortés. 

—Por favor, y después quiero que vengan tú y Jaime y se sienten aquí conmigo a ver una película.

—Val, sabes que debemos de trabajar. 

—Sí, pero la casa está limpia, falta mucho para la cena y mis papás no están aquí así que... ¿Por favor?—hice cara de cachorrillo y ella puso los ojos en blanco.

—Espero que la película sea buena. Iré por las palomitas.—suspiró resignada mientras se dirigía a la cocina. Sonreí. 

Cuando estaba buscando una película en Netflix, el timbre sonó. Jaime corrió hacia la puerta de entrada y yo fruncí el ceño, pues no esperaba a nadie. 

—Buenas tardes, ¿qué se le ofrece, señorita?—escuché decir a Jaime.

Me paré del sillón y caminé hacia la entrada. 

—¿Aquí vive Valedithya?—escuché decir a Miranda. 

Paré en seco al oír su voz, confundida, me pregunté internamente: ¿Qué hace ella aquí?

—Dile que pase.—le susurré a Jaime. 

Corrí de nuevo a la sala y me senté ahí, como si fuera ajena a todo lo que pasaba, continué buscando una película.

—Señorita, tiene visitas.

Y ahí estaba Miranda, con el ceño fruncido y los brazos cruzados enfrente de su pecho enseguida de Jaime. 

Volví a ponerme de pie y Miranda caminó en mi dirección, Jaime salió de la sala en silencio.

—¿Cómo supiste donde vivo?—le pregunté.

—No importa. ¿Quieres explicar por qué has ignorado a Sebastián todo este tiempo? ¿Intentas jugar con él o qué? 

—Yo...Siéntate.—le pedí. 

It's complicatedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora