El sonido del intercomunicador y los ladridos de Thya me despertaron con sorpresa.
Gemí de descontento mientras me estiraba e intentaba despertar a Bailey con mis movimientos, si yo sufría por despertarme temprano, ella también debía hacerlo.
Me senté en la cama y le di una nalgada.
-Sebs!- gruñó mientras enterraba su cabeza en la almohada- Hay gente durmiendo.
Me reí y me acerqué para darle un beso en la cabeza.
-No te preocupes cariño, yo me levanto y reviso quien está requiere nuestros servicios a esta hora-rezongué poquito y me levanté de la cama.
En cuanto abrí la puerta de la recámara escuché las patitas de Thya.
Estaba enamorado profundamente de esa perrita.
Hacía cuatro años que Nest y Miranda me habían obligado a tenerla y hacía cuatro años sentía como un pedacito de mi corazón se hacía más grande cada vez que la veía.
¿Era eso lo que sentían los papás al ver a sus hijos? Eso espero.
Padres.
Hijos.
Después de varias discusiones y meses de razonamiento, entendí que yo también quería tener un hijo. Ahora no sólo era Bailey con la ilusión de un pequeño bebé, si no también yo. Cuando cumplí los 27 años entendí que quería ser un padre joven y disfrutar de un pequeño todo lo posible, a los 27 años yo ya me sentía preparado física, mental y económicamente para traer un bebé al mundo.
A los 27 años tenía a la mujer ideal a mi lado, a la mujer perfecta para ser la madre de mis hijos, a la mujer que más amaba, la mujer que tenía 1 año esperando paciente a que yo accediera a tener un hijo con ella.
Pero a veces la naturaleza te juega sucio.
Lo intentamos varios meses con mucha emoción, esperando cada mes las dos rayitas en el test de embarazo.
12 doctores visitamos.
12 doctores nos confirmaron que no podríamos tener bebés de forma natural, que tendríamos que recurrir a la medicina para poder lograr un embarazo.
Bailey no lo tomó nada bien e incluso intentó terminar con la relación, pues decía que no era mi culpa que nunca pudiéramos tener un bebé. Ella se sentía como si fuera menos mujer.
Cada vez que ella se despreciaba de esa manera, una parte de mi se rompía más y más.
Afortunadamente ambos teníamos un trabajo estable que nos daba muy buenos ingresos, por lo que nos podíamos permitir algunos tratamientos, pero después de año y medio, desistimos. Bailey no podía más con ese desgaste emocional después de que nos decían que el tratamiento no había funcionado en ella y yo ya no podía ver a mi preciosa mujer sufrir tanto.
El intercomunicador sonó de nuevo y escuché como Bailey gruñó desde la habitación.
Esa mujer dormía como un oso y ya saben como se despiertan los osos cuando les interrumpen la hibernación. Era mejor no estar cerca.
Salí de mi ensueño y me apuré a llegar a la puerta.
Presioné el botón del intercomunicador con una mano mientras con otra acariciaba a mi pequeña bebé que me había brincado a las piernas.
-¿Si?
-Paquete para Bailey Xodra- respondió un hombre con voz aburrida.
-Oh, claro. Suba.
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It's complicated
Teen Fiction―Ésta no era la manera en la que quería ponerte un anillo...―dijo mientras lo deslizaba en mi dedo anular.