Capítulo XIII

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El día estaba helado, odiaba soñar con tanto frío y no poderme abrigar, caminé largo tiempo, me senté y observé como los niños jugaban, no había mucha gente pues debían ser como las seis de la tarde y la mayoría debían estar por cenar, lo vi caminando cerca de donde yo me encontraba, lo miré durante unos segundos, sabía que aunque no lo quisiera hacer notar me buscaba, siempre lo hacía, caminaba mirando a todos lados y cuando me encontraba se sentaba calmado y dejaba de mirar, no entendía, no me hablaba ni se acercaba aun cuando me buscaba, yo era quien a diario lo hacía y por más que le hablara e intentara llamar su atención no lo hacía, de hecho, cada vez que llegaba a decirme su típica frase miraba a cualquier lado menos a mí. Me levanté y fui en su dirección, lo saludé por sorpresa cuando me encontraba tras él, por su parte solo respondió con un saludo cortante y caminó a sentarse en el pasto como era de su costumbre, me senté a su lado en silencio y me entretuve mirando a todas las direcciones mientras él habría un libro nuevo y lo comenzaba a leer. Eso duró mucho tiempo, las personas empezaban a marcharse, las luces de las farolas cerca comenzaron a prender y el sol ya no existía, el viento era más helado aun, sin querer mi cuerpo llegaba a estremecerse.

-¿Qué es eso?- le dije apuntando hacia el frente donde una gran luz aparecía, tan brillante que no dejaba ver nada hacia el otro lado.

-¿Qué es lo que ves Amira?- dijo con rostro de preocupación, dejando el libro a un lado y observando atentamente hacia donde apuntaba.

-Una luz muy brillante - contesté mientras me levantaba y empezaba a caminar hacia ella inconscientemente.

-Hey, no vayas, Amira por favor mírame- gritaba, tomándome de los brazos y colocándose delante mío- Amira, por favor- yo lograba oírlo y hasta entendía todo pero no tenía control sobre mí- Oye debes despertar y decirle a tu padre que necesitas de su ayuda, ya es tiempo, necesitas esa pulsera, por favor despierta-.

Por más que lo escuchara no podía frenarme, tenía miedo, no me gustaba perder el control de mi cuerpo, eso me desesperaba.

-Ya basta ¿acaso nunca te han dicho que no se camina a la luz?- gritaba mientras se lanzaba encima mío, dejándome de espaldas al suelo, afirmándome con su cuerpo como si me protegiera de alguna explosión próxima. Definitivamente jamás había tenido a alguien encima y tan cerca, es que recién me vine a dar cuenta cuando veía desaparecer todo mi entorno, estaba otra vez cayendo, solo oía su voz diciéndome:"Richard tiene tu pulsera". Luego de eso abrí los ojos de golpe, a mi lado me miraba Laila asustada.

-¿Estás bien?- preguntó.

-Sí, ya estoy bien- dije mientras intentaba recuperar el aliento.

-Pero ¿que no eran más tranquilos tus sueños ahora?-.

-Lo eran- respondí- Laila no entiendo que ha pasado- le dije algo asustada, tenía ganas de llorar y mi corazón latía tan fuerte como si hubiera corrido una maratón- no entiendo este sueño amiga- dije mientras caían unas lágrimas de mis ojos.

-Amira, tranquila- decía, a su vez acariciaba el cabello y secaba mis lágrimas- fue una pesadilla-.

Una vez más calmada, Laila se sentó y me obligó a contarle todo, así fue como comencé a recordar cada cosa intentando que no se me escapara ningún detalle, cualquier cosa podía ser importante, era difícil hacerlo, todo era  borroso aun más cuando apareció esa extraña luz. Luego de haber terminado la historia, Laila se levantó y se sentó en mi cama.

-Pues debes hablar con tu papá y preguntarle por esa pulsera, algo de respuesta debe haber ahí- dijo.

-Pero ¿ y si solo es un sueño?, Richard pensará que estoy loca-.

-¿Y si no es solo eso? yo preferiría hacerlo, atrévete, no creo que pierdas nada-.

Terminado de decir eso sentimos pasos por la escalera, luego se abrió la puerta y se asomó Alicia.

-Niñas, el desayuno está servido-.

-Gracias Alicia, en unos segundos estaremos en el comedor- dije algo soñolienta aun.

Ambas con Laila nos pusimos unas batas y bajamos a desayunar, aun bostezábamos pues estábamos desde hace unas dos horas antes despiertas, pero no habríamos podido seguir durmiendo tampoco, o por lo menos no yo.

-¿Se han dormido muy tarde?- preguntó Richard.

-Un poco- mintió Laila.

-He despertado temprano, he vuelto a tener pesadillas y he despertado a Laila también- digo yo- papá, necesito hablar contigo- agrego-.

-Está bien, dime- dice él.

-No aquí, necesito hacerlo en privado ¿Hoy trabajas muy temprano?-.

-No, hoy no, iré quizás a darme una vuelta después de almuerzo a ver cómo van las cosas y dejar cerrado-.

-Okey, entonces podemos hablar luego de que tome la ducha ¿sí?-.

-Bueno hija, pero no me asustes - dice con tono de preocupación.

-No tranquilo, no es nada malo- sonrío.

Al terminar el desayuno subimos e hicimos la cama, me metí a la ducha y pensé en lo que iba a hacer ¿acaso creía que eso era más que una simple pesadilla?. Laila se metió a la ducha una vez que yo salí, aproveché ese momento para ir a hablar con papá, bajé y lo encontré en su escritorio, entré y cerré la puerta.

-Richard, no me creas loca por favor- comencé diciendo- pero necesito contarte algo de lo que al parecer necesito tu ayuda- dije seriamente.

Papá me tomó toda la atención y entonces tras asentir, comencé a contarle la historia desde el principio.

Cuando acabé de contarle las cosas le dije.

-Papá ¿tú tienes alguna pulsera o algo que sepas sobre ello?-.

-Amira, hija, siéntate cómoda, creo que ya es tiempo de que  te cuente algo sobre tu madre Nadia...

El chico de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora