Capítulo XXII

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Nos encontrábamos en el mismo prado de hace un tiempo, ese prado que se llena de personas a hacer un "día de campo". Félix está bajo uno de los montones de árboles, sentado encima de un mantel cuadrillé rojo que se extiende por unos metros arriba del pasto, tiene una canasta grande y platos blancos; me acerco  y me mira muy entusiasmado.

-Cuando viniste aquí noté que mirabas a las personas que hacían un "día de campo", pensé que te gustaría, así que decidí hacerlo, nos servirá para relajarnos un poco una noche del día domingo- dijo calmado, siempre con tono serio pero con ese aire de felicidad.

-Sí, me entusiasma mucho esto- dije sentándome frente a él- es un lugar muy relajante, hace bien algo así de vez en cuando-.

-Lo bueno de los sueños es que puedes viajar a donde sea y nadie te lo impide- dijo mirando a su alrededor.

-La verdad jamás lo había tomado en cuenta, algún día debería ir a otros lados más lejanos y conocer más el mundo, como aun no sé cómo controlar mis sueños, solo repito los mismos lugares una y otra vez- dije sonriendo.

-Sí, los repites tanto que ya se me hace fácil encontrarte- dijo él con su sonrisa torcida tan característica.

-¿Cómo haces para entrar a mis sueños?- pregunté

-No es cosa de entrar a tus sueños, todos podemos venir a los mismos lugares, aunque no lo sepamos el mundo de los sueños es inmenso y está en continuo cambio, además a eso le agregas tu creatividad y le pones distintos toques al mismo lugar; para encontrarte a una persona solo tienes que dormirte pensando en ella, aunque es más complicado de lo que suena, no siempre resulta, igual son altas las posibilidades de que lo logres, yo ya me acostumbré a hacerlo, desde pequeño lo intento y ya a estas alturas se me hace muy simple, casi nunca me equivoco o no lo logro- dijo finalmente y comenzó a sacar unos sándwiches de la canasta- no se con que te gustan, pero como es un sueño imagina lo que te guste y aparecerá- sonrió mientras me entregaba uno de los panes.

-Gracias, intentaré hacerlo- dije cerrando los ojos e imaginando algo para comer.

Al abrirlos, mi pan tenía rodajas de tomate, repollo y atún, creo que se veía tan delicioso como lo había imaginado. Hablamos y comimos largo rato, hasta que el sol comenzó a esconderse y una brisa helada salió, nos levantamos y comenzamos a caminar.

-Es tiempo de despertar Amira- dijo tranquilamente - nos vemos después- acarició mi rostro con ternura.

-¿Cómo sabes cuándo es tiempo de despertar?-.

-Pues sientes que todo va a desaparecer, tal como tú lo sientes solo que con el tiempo lo podrás saber mucho antes, y hasta podrás controlarlo, yo aun no logro controlarlo pero sí sé cuando sucederá-.

-Entiendo, bueno hoy pasaré en tu casa, así que tendrás que aguantarme más tiempo- sonreí como niña traviesa.

-No lo sabía- sonó sorprendido- entonces está bien, debes lanzarte, vamos- dijo comenzando a caminar.

Encontramos algo, alto me subí y cerrando los ojos me lancé al mismo momento que él desaparecía.

Al abrir los ojos ya estaba claro, el reloj marcaba las ocho de la mañana y en el ambiente había aroma de comida, me levanté, me duché y me arreglé, quería verme bonita para él, quería que se fijara en mí.

El chico de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora