Capítulo XXV

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Desperté calmada, aun sentía sus tibios labios en los míos, no hacía nada más que sonreír aunque en parte sabía que no había sido un beso verdadero, de esos que yo deseaba darle, no había sentimientos o por lo menos, no de su parte y eso me dolía, era por lo único que de inmediato saqué esa tonta sonrisa.

Me bañé temprano, una ducha relajante, pensé mil veces en ese momento, podría haber sido perfecto pero él lo arruinó con su última frase: "ahora están a mano", como podía ser tan arrogante, aprovechó mi debilidad para burlarse de mí, era verdad yo deseaba un beso pero no de esa manera, no quería que él notara que me gustaba, eso solo le haría más fácil su ridículo jueguito que estaba empezando a intentar conmigo, me sentía tonta, no debería haber aceptado ese beso, como no le dije nada de respuesta, había sido tan fácil para él quitarme el enojo y eso ahora creaba una rabia conmigo misma.

-Es por eso que juegan contigo- me dije a mí misma- eres tan ingenua, tienes que ser más fuerte, no te dejes encantar tan fácilmente- luego no aguanté más, corté el agua y salí de la ducha.

-Buenos días señorita, el desayuno está listo- dijo Alicia con voz sutil.

-Gracias- dije terminando de abrochar mi zapato.

Bajé y desayuné, luego volví a mi habitación, me maquillé lo necesario para un día de clases, me peiné dejando mi pelo suelto. Richard me fue a dejar y como cada mañana comentaba conmigo sobre todas las noticias que había escuchado mientras se levantaba. Al llegar a la secundaria, en la entrada me encontré con David, yo solo caminé lo más rápido posible para no tener que entrar junto a él.

-Amira, espera- dijo levantando su mano.

-¿Qué pasa?- dije una vez que me resigné en que no podía ignorarlo más.

-Nada, solo quería saber cómo estabas- dijo amablemente mientras me abría la puerta principal.

-Gracias- dije ante el gesto- he estado bien - contesté intentando dar por terminada la conversación.

-O sea ya lograste superarme- comentó con cierto tono de orgullo y algo ególatra.

-Por supuesto imbécil- me sentí enojada por su comentario- si tampoco estaba muerta de amor- que onda él ¿creía que me había hecho mucho daño por terminar conmigo?- tú mismo dijiste, esto sólo ha sido un juego y como todos debía terminar- le sonreí y entonces me adelanté, alejándome lo más posible.

La primera clase se me hizo eterna, odiaba escuchar al profesor y no poder concentrarme, su rostro aparecía a cada instante y no sabía si lo estaba queriendo u odiando. Al recreo fui en busca de Laila, le conté todo lo que había pasado y cómo me sentía yo.

-Amira pero ¿cómo no le has contestado nada?- dijo algo enojada- ¿no me digas sigues sintiendo algo por él?-.

-Sí Laila- dije con tono desanimado- me gusta un chico prohibido pues en este mundo él es solo un sueño, que además está interesado en otra chica y que para empeorar las cosas, solo me ve como su obligación, su trabajo ¿qué he hecho para que las cosas me salgan tan mal?- dije completamente desesperada.

-Pucha amiga, no te deprimas- dijo acariciando mi cabello como si fuera mi madre- no has hecho nada para merecerlo, solo te has fijado mal en los chicos, tienes que olvidarlo, no puedes sufrir por él y no veo de ninguna forma que puedas estar bien si sigues sintiendo algo, además es prohibido- me recordó- yo te presentaré un amigo de mi vecino que es muy lindo y agradable, es de tu estilo, te encantará, salgamos el sábado ¿sí?- dijo emocionada.

-Está bien- me resigné-pero no prometo nada-.

-Ya, genial-.

La tarde pasó sin novedad, al llegar a casa tuve clases de piano, o sea mejor dicho de teoría musical, el profesor dijo que había avanzado demasiado y que ya no necesitaba clases, desde ahora solo tenía que practicar por mí misma, tenía al fin la teoría manejada a la perfección; me sentí muy orgullosa, algo estaba saliendo bien en mi vida.

Llegó la hora de dormir, me despedí de papá, de Alicia y de mamá, a quién cada noche le pedía que me ayudara a que las cosas salieran bien, yo sabía que ella era mi ángel guardián. Me dormí y desperté en un lugar desconocido, caminé hasta que descubrí donde estaba, era un centro comercial de Wellington, allí había vivido en mi infancia y me encantaba ir a comprar pues había una gran cantidad de tiendas, caminé encantada viendo cada lugar y todas las cosas que habían en venta, me probé todo lo que pude, compré todo lo que me gustaba, aun cuando sabía que no podría llevármelo a casa, pero era entretenido, hace tiempo que no salía de compras, debía hacerlo con Laila algún día. Me senté en una banca comiendo un gran helado, miré hacia todos lados, buscándolo pero no apareció, lo esperé allí sentada mucho tiempo pero nunca llegó, me convencí que como él había dicho, ahora nos veríamos mucho menos pero no me gustaba pasar tan sola, estaba tan acostumbrada a él que ahora se había convertido en sueños muy aburridos. Llegó el momento de despertar y entonces todo comenzó a desaparecer, miré al rededor, al parecer ya era tiempo de despertar.

Durante el resto de los días fueron iguales, cada noche lo esperaba pero él no se hacía presente, hubo una noche que creí verlo pero después de seguirlo comprobé que no era él. Me di por vencida, así era mi vida al principio, a pesar que lo veía no le hablaba y por ello me era indiferente, pero ahora que lo había hecho las cosas habían cambiado, era difícil volver a lo de antes, pero debía intentarlo, debía aprovechar esta oportunidad para olvidarlo y de desechar todos aquellos sentimientos prohibidos que estaban creciendo dentro de mí.

El chico de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora