Capítulo XXVIII

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Desperté a mitad de la madrugada, aun quedaban horas para seguir durmiendo pero yo ya no tenía sueño, ya no me gustaba tanto como antes el irme a dormir.

Bajé al salón en pijama, sentí sed, fui a la cocina, saqué un jugo y lo bebí rápidamente, luego me di la vuelta y me dispuse a volver a mi habitación entonces me giré y me encontré frente a frente con él.

-¿No has podido seguir durmiendo?- preguntó.

-Mi sueño ha estado aburrido- contesté- además he sentido sed-.

-Son aburridos porque yo ya no estoy en ellos- dijo como si estuviera orgulloso de ello y siguió caminando hacia el refrigerador.

-No te creas tan especial- me giré hacia donde él se encontraba- solo hoy he tenido un sueño aburrido- mentí-.

-¿Estás segura?- dijo acercándose tanto que lograba sentir muy cerca su respiración.

-Sí, estoy completamente segura- intente evitar su mirada pero manteniéndome firme.

-Bueno, si eso crees- dijo besando la comisura de mis labios- sigue durmiendo entonces - se dio la vuelta y siguió caminando hacia su objetivo.

Yo solo seguí caminando a mi habitación como si no hubiera pasado nada, pero por dentro sentía rabia de perder mi carácter y ser tan blanda, dejando que él jugara conmigo como si le diera la gana, se divertía y podía notarlo, esta vez sí que cambiaría, no dejaría que hubiera una próxima, debía frenarlo antes que me transformara en una completa idiota y dejara hacer conmigo lo que fuera.

Me volví a dormir y entonces me encontré en una playa, estaba de día aunque por la posición del sol anochecería pronto, me saqué los zapatos y caminé descalza por la arena, la sensación me renovaba, era sumamente relajante tener un sueño así después de tanto tiempo, me quedé un momento quieta y cerré los ojos, me dejé llevar por cada cosa que sentía a mi alrededor, el sonido del mar, el griterío de las aves marinas, las personas paseando y riendo, el aroma a sal, la arena en mis pies, el aire por mis manos y por mi cabello, eran tantas cosas que realmente eran agradables para un momento así, nunca había amado la playa, tampoco me gustaba mucho mojarme pero habían pequeños momentos en que encontraba que era perfecto para disfrutarla, me encantaba mojar mis pies o sentir la arena, me recordaba mi infancia cuando de vez en cuando Richard me llevaba a alguna playa en verano, aunque a diferencia de los demás solíamos ir en la tarde cuando ya estaba por oscurecerse, cuando ya quedaban pocas personas, ahí era cuando más podíamos disfrutar de la hermosa sensación que traía... paz.

-¿Desde cuándo la playa se disfruta allí quieta con los ojos cerrados?- la voz de Félix estaba justo entrando por mi oído izquierdo.

-Desde que papá me enseñó a apreciar las cosas con cada uno se mis sentidos- respondí algo furiosa abriendo los ojos para mirarlo a él.

-¿O sea beberás el agua salada? o mejor ¿comerás arena?- dijo sarcásticamente con pequeñas carcajadas.

-No seas tan sarcástico- dije- no soy tonta- traté de alejarme de él, pero entonces comenzó a caminar atrás mío- ¿no habías dicho que me dejarías tranquila?-.

-Jamás he dicho eso, dije que ahora nos veríamos menos ¿no fuiste tú misma la que dijiste que no necesitaba tantos cuidados?- dijo sonriente.

-Si dije eso, pero no me refería a dejar de hablarte o de verte, podríamos habernos juntado en los sueños igual como amigos, pasarla bien y  disfrutar un rato- le grité algo indignada por sus respuestas-.

-Bien, como digas- dijo serio otra vez- ¿conoces este lugar?-.

-Lo había visto de lejos pero jamás había venido, o sea me refiero en mi vida real- sonreí- hace años que no había ido a una playa-.

El chico de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora