Capítulo XI

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El día pasó muy cotidiano y sin novedades, ya en casa tomé mis clases de piano las cuales no resultaron de lo mejor pues mi cabeza no dejaba de pensar en la frase que él había dicho ¿el momento adecuado de qué?

La cena fue rápida y silenciosa, luego me acosté esperando felizmente que pudiera dormir, me despedí de papá y de mamá que sabía que siempre estaba conmigo, ésta vez estaba decidida a preguntarle todas las dudas que tenía sin esperar más tiempo.

Me encontraba caminando por las calles de alguna ciudad, no sé donde era pero recordaba haberla visto en algún lugar, habían más personas, todas caminando como si no pasara nada, crucé y caminé hacia una plaza en que varias noches había estado, sabía que por allí debía estar él, lo busqué largo rato, primera vez que había tanta gente en un sueño mío ¿cómo podría hacer que se fueran? Lo pensé, lo llamé pero nada hacía que apareciese ¿dónde se había metido justo hoy?. En una esquina había un señor vendiendo golosinas así que decidí comprarme una, caminé hacia una banca vacía entonces lo encontré, estaba sentado con su celular, muy escondido tras un árbol donde no pasaba mucha gente, caminé lento y en silencio hacia él, no sintió mi presencia pues no me miró y su rostro pareció asustado cuando me dejé caer a su lado.

-Hola, puedes explicarme ¿quién eres?¿qué haces acá en mis sueños?¿por qué nos vemos siempre?¿y qué has querido decir con lo que dijiste ayer?- dije tan rápido que hasta me había faltado la respiración.

-Debes calmarte, no puedo contestarle todo, solo puedo decirte dos cosas; primero me llamo Félix y segundo hay que esperar que sea el momento adecuado para explicarte todo y puedas entenderlo, no te apresures- dijo con aire calmado y sin mirarme sino que observaba su celular.

-Pero ¿cómo eres capaz de dejarme con tantas dudas?¿cuánto hay que esperar?-

Dicho esto empezó a desaparecer mi entorno, me levanté y corrí pero cuando logré sujetarme de un árbol cercano, caí.

-Amira despierta- dijo Richard- ¿te sientes bien?-.

Sentía un gran dolor en la garganta y la luz molestaba mi cabeza, no tenía ganas de nada, no estaba cansada pero realmente me sentía adolorida y enferma.

-Más o menos, papá- dije con suavidad.

-Quédate en casa, yo llamaré para avisar que hoy no irás a clases, si empeoras me avisas para llevarte al doctor- dijo mientras pasaba su mano en mi frente como tomando mi temperatura.

-Si papá, gracias, estaré bien- dije sonriéndole.

Estuve todo el día en cama, Alicia cuidó de mí y me obligó a tomar todo tipo de jugos y aguas de hierbas, "el líquido hace bien" decía todo el tiempo, me entretuve con el celular y el televisor, dormité a ratos pero sin soñar, estar en mi casa me sirvió para pensar y la verdad si debía esperar tiempo lo haría, el prometió que me lo contaría cuando fuera  el momento, ahora solo era cosa de tener paciencia; finalmente en la tarde ya me sentí mejor, como siempre Alicia había logrado curarme con sus cuidados.

Durante varias noches soñé con él y como lo había decidido no hablamos ni pregunté sobre el tema, simplemente me sentaba en silencio a su lado, cuando le preguntaba algo, él no me respondía, siempre estaba atento en sus cuadernos y libros, de hecho casi ni me miraba, por lo que con el tiempo comprendí que era mejor quedarme allí y esperar, prefería las cosas así. El tiempo no era muy largo y siempre llegaba de improviso el momento de caer, aunque debo aceptar que cada vez la sensación era más cómoda, tal vez ya me había acostumbrado a ella, el miedo ya no se presentaba y el despertar no era tan cansador, ni desesperado, podría decir que algo en todo esto había mejorado aun cuando las dudas seguían.

El chico de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora