Más allá del pueblo de Adrew

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-¿Qué es esto? - preguntó Eitabel en la superficie, estaba observando Athikus, el salvaje planeta. Adrew estaba aún en el agua con los brazos recargados en la superficie, observando a su mujer respirar y caminar por el pastizal.

-Es la superficie de mi planeta, se parece mucho al tuyo- con una sonrisa salió del agua, ella le hacía salir del agua, Adrew nunca salía del agua en Athikus por seguridad a ser atacado, pero Eitabel necesitaba aire, Sol y caminar.

¿Qué mejor que él para cuidarla?

Eitabel solo se dedicaba a contemplar el paisaje de la superficie, sintiendo los rayos de Sol en su piel.

-Voy a intentar volar, tu me has dicho que yo volaba- observando su antebrazo una cicatriz enorme.

-Quizás aún no estás lista- le acomodo el cabello.

-¡Tonterías! Tú me has dicho que yo le llamaba "peculiaridades" a esta fuerza y velocidad que tengo, ya las comprobé que las tengo - Eitabel lo miro a los ojos - solamente me falta comprobar si puedo volar.

-No quiero que te lastimes, mi ángel- fue todo lo que dijo Adrew, pero ya era tarde la chica ya estaba arriba de una roca de 3  tres metros, aún sin memoria, Eitabel podía ser demasiado intrépida.

Sentía el viento correr por su cara, sin pensarlo dos veces saltó de aquella roca, pero comenzó a descender rápidamente.

Adrew con sus poderes de agua, logró atraparla, antes de que impactará al suelo.

-No entiendo porque no puedo volar - decía Eitabel bajando la mirada, Adrew la abrazo.

-Quisiera saber que fue lo que te hicieron mi ángel- acariciándole la cicatriz del antebrazo -No estás sola, lo sabes.

-¿Por qué me cuidas tanto? - Al separarse del abrazo.

-Porque me importas más de lo que crees, cuando estábamos en tu planeta nos quedábamos siempre en el muelle del pueblo donde vivías, te gustaba que hiciera esto - haciendo una pequeña bola de agua y poniéndosela en la mano.

-Me gusta que me cuentes cosas de tu planeta y el mío -la chica de cabello blanco se sonrojó al sentir la mano del gobernante cerca de la suya.

Así que no lo pensó dos veces y le tomó la mano.

Las semanas pasaron y Eitabel poco a poco se fue acostumbrando a vivir en el palacio, se había hecho amiga de Nahir.

-Tranquila Eitabel, luces muy bien así - Nahir con una sonrisa.

-Muchas gracias Nahir- ambas chicas caminaban por los pasillos - ¿Quien dijiste que iba a venir?

-Agara - A Nahir no le agradaba ella - la prometida de mi primo.

-¿Se va a casar? -comentó Eitabel bajando la mirada al ver a Agara platicando cordialmente con el rey Adrew, en el salón principal.

-No es como que Adrew haya querido eso,  están comprometidos desde que nacieron -le explicó rápidamente, Eitabel asintió.

-¡Nahir, amiga! ¿Cómo estás? - la voz chillona de Agara hicieron que ambas amigas se detuvieran -¿Y quien es ella?

-Hola Agara -le sonrió Nahir - Ella es Eitabel - con una sonrisa, presentándola.

-Te fuiste la que salvó a mi Adrew - Eitabel alzo la ceja al escuchar "Mi Adrew" no sabía porque le incomodo esto.

-Supongo que si, no lo recuerdo. Ahora él me salvo - mirando a Adrew con una pequeña sonrisa tímida.

-Estás amnésica, lo olvidaba - Adrew miró mal a Agara.

-Ya basta Agara, te pido que respetes a Eitabel, ella me ayudo mucho - cortando toda conversación antes de que Eitabel comentara otra cosa, conocía a su mujer.

-Con permiso, Rey Adrew- decía Eitabel saliendo del salón principal con toda la elegancia del mundo ¿Qué era esto que sentía? Se sentía incómoda, quería llorar y quería enojarse.

-Eitabel, espera no te vayas - decía Nahir tratando de impedir que se vaya, pero la chica era obstinada, si algo se le cruzaba en la mente, no había poder que la hiciera cambiar de opinión.

-Necesito un tiempo a solas  Nahir - comentó la chica - volveré, te lo prometo - Nahir la abrazo.

-De acuerdo, pero necesito que te cuides - le entregó una pequeña daga - úsala en caso de que estes en problemas.

-Gracias - fue todo lo que dijo Eitabel antes de salir.

Necesitaba un respiro, nado lejos del palacio comenzando a ver las calles del pueblo de Adrew, veía la vida tranquila de las personas y la bondad de todos ellos.

Con facilidad subió los muros del pueblo, observando la imponente vista, el mar también tenía su belleza, una belleza submarina inalcanzable.

Salió del pueblo comenzando a nadar alrededor, sintiéndose libre pudo por fin llorar, se sentía impotente ante la situación que estaba pasando, no recordaba nada, no recordaba lo que sentía.

Sabía que Adrew sabía algo que no le quería decir, odiaba verlo con otra, se sentía egoísta, pero quería a Adrew con ella.

Ahora los papeles de habían volteado para ellos dos, él primero tuvo que soportar verla con el conde Winchester y ahora ella tenía que verlo con Agara.

Decidió tranquilizarse, observando los corales, flores. La chica se acercó a una flor que le llamaba la atención, necesitaba tocarla, sonrió al sentir la suavidad de aquellos pétalos.

Pisando mal un coral enorme que se rompió, cayendo unos metros más profundos, sin saber que era un antiguo cementerio de guerra, pues todos aquellos que osan querer poseer las ciudades submarinas, terminan muriendo de la peor manera desesperados, en busca de oxigeno en el fondo Del Mar.

Sus almas se quedan ahí, pues el castigo es no tener el descanso eterno. Eitabel abrió los ojos después de un buen rato, viendo alrededor, había un olor fétido y se sentía el ambiente pesado.

Después de un día tan abrumador para el gobernante, Agara se marchó del pueblo. Adrew se sentó en su despacho agotado, Agara quería ya empezar los planes para la boda, boda que realmente no quería el gobernante.

Comenzó a buscar en los libros de su padre, una manera de cancelar el compromiso que le habían impuesto. Hasta que noto algo que estaba bien, Eitabel no se encontraba en los jardines de su palacio, la chica de cabellos blancos amaba las flores. Llamo a su prima Nahir.

-¿Dónde está Eitabel? - preguntó impaciente.

-Salió del pueblo -suspiro- No la pude detener primo, dijo que volvería, pero ya me estoy preocupando- decía Nahir, viendo como Adrew tomaba su espada.

-Ire a buscarla Nahir - fue todo lo que dijo - quédate aquí, nadie debe saber que me ausente.

Nahir asintió, Adrew saltó las fronteras de su pueblo y comenzó a nadar en el terreno que no le pertenecía a nadie, en busca de su mujer.

Tenía un mal presentimiento.

Cuando nos une el aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora