Víctimas inocentes

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En el pueblo vecino de Aquifer.

-¿Ya viste Agora como están viéndote la cara? - era Irish enseñándole en el caldero a Adrew y Eitabel abrazándose y dándose un beso - tu querido Adrew, ya tiene otra.

-No, él es mío-rompiendo con coraje aquel caldero -¿no entiendes? Yo nací para ser la reina del pueblo de Adrew, me criaron para eso - limpiándose las lágrimas - No he hecho nada mal.

-Entiendo tu coraje, Agara. Yo te apoyo, mi hermanito debe recapacitar - con una sonrisa consolando a Agara - solo necesito que me entregues a la chica, lo demás tú sabes bien como encargarte.

Le proporcionó a la chica un pequeño líquido, que le había dado su querido socio -¿Qué es esto? - preguntó Agara, limpiándose las lágrimas.

-Con esto te facilitará el trabajo de deshacerte de la chica.

Adrew sonrió al ver a Eitabel cómo empezaba a salir aquellas melodías de los labios, que eran como susurros que empezaban a extenderse por todo el lugar, llegando a los oídos de los seres que están a su alrededor y brindándoles una protección, era la primera melodía que le había enseñado a Eitabel, la de protección.

El gobernante sonrió a su mujer, lo estaba haciendo muy bien, todo este tiempo había aprendido el idioma del pueblo submarino.

-Estoy orgulloso de ti, Mi Reina-acostándosele en el coral, para contemplar aquella noche junto con ella, le dio la mano que ella no dudó en tomar entrelazando sus dedos.

-Mi Rey, no puedo creer que ya se tocar tus melodías- decía Eitabel acomodándose a lado de Adrew, ambos tenían su lugar especial en las afueras del pueblo de Adrew, donde podían contemplar tranquilamente el cielo estrellado de Athikus.

El gobernante estaba serio mirando el cielo, ya ella ha estado más de 2 años aquí, tenía miedo que se fuera.

-Mi reina, no se como decirte esto. Pero ya llevas 2 años aquí, sabes que tu planeta mi tiempo y el tuyo es distinto. Si aquí estás 2 años y medio allá son 5 años.

-En la Tierra no está el amor de mi vida, está aquí en Athikus. -fue todo lo que dijo haciendo que Adrew se posara arriba de ella con una sonrisa.

-Te amo- con toda la intensidad de su mirada, acariciandole las piernas abajo del vestido.

-Yo te amo mas Adrew- besandolo con una sonrisa, comenzando a desabotonarle la camisa acariciandole el torso.

-Eitabel no me voy a detener si sigues así, sabes que te respeto mucho -La chica sonrojada sonrió.

-No te estoy pidiendo que te detengas - busca su mirada -estamos en nuestro lugar, donde no hay guardias cuidando a su rey, donde podemos ser tú y yo.

Adrew besando su cuello comenzó a desabotonarle el vestido- mi Reina, te extrañé tanto.

Cuando las ropas de ambos terminaron en el suelo, ambos volvieron a amarse como hacía tanto no lo hacían.

En el palacio, Adrew veía con una sonrisa a Eitabel que estaba contándoles un cuento a los niños del pueblo como desde hace 6 meses, que aprendió el idioma.

-Si la veo como la nueva reina del pueblo. Tiene el carisma de acercarse al pueblo, algo que no tienen todas -sonriendo ambos primos caminando por los pasillos.

-Ella para mi, ya es la reina del pueblo.

-¿Te imaginas teniendo a los próximos herederos de la corona con ella? - preguntó Nahir, Adrew sonrío.

-Seria una bendición ¿te imaginas?

Esa misma noche, Eitabel dormía plácidamente cuando siente unas manos taparle la boca, lo que la despertó rápidamente.

Pataleaba para liberarse de aquel agarre, no distinguía bien a la persona, pero el olor que desprendía aquel pañuelo que le tapaba la boca. 

Le hacía imposible liberarse, hasta que fue demasiado tiempo el que inhaló aquel aroma penetrante, que la aturdió, sintiendo como lágrimas rodaban de sus ojos a causa del olor tan penetrante y como dejaba de tener fuerza.

-Ya cumplí mi parte del trato Irish - decía Agora quitándose la capucha mientras sus sirvientes fieles traían a Eitabel inconsciente -Ahora cumple el tuyo, desaparécela de mi vista para siempre.

El mayor de los Aquifer, el príncipe Irish de Aquifer sonrió, al menos le daría un regalo a su querido socio Raguel.

Mientras tanto en la ciudad celestial, un par de ojos rojos viendo aquel viejo orfanato, debían conseguir toda la sangre celestial posible.

-Andando- murmuró el mayor de los arcángeles a sus súbditos, que solo asentían creyendo ciegamente lo que su amo le decía. Sin pensar en aquella atrocidad que iban a cometer.

Logrando que Juliette quedara inconsciente con una  esencia extraída de una flor de Athikus, les dejaron el camino libre para hacer con los huérfanos lo que quisieran.

Para desgracia de ellos, la mayoría de los niños ya habían sido adoptados, sólo quedaban unos 8.

El de las alas Rojas enfocó en un Niño específico,  El Niño solo tenía 2 años y medio, estaba dormido tranquilamente, era Endel.

El pequeño abrió los ojos  al sentir como lo cargaban, esperando encontrar a la mirada llena de cariño de Juliette, se topó con unos ojos rojos, fríos, llenos de indiferencia, empezó a llorar pues eran extraños, Endel lloraba con todas sus fuerzas.

-El efecto de la flor, no es para siempre- hablo uno de los súbditos, el arcángel asintió y observó cómo cada uno de sus súbditos tenían a un niño.

Zadquiel para su suerte, esa noche no estaba, había quedado entrenando ya con 14 años en la torre. Pues ya sus alas se habían desarrollado y ya tenía el cargo de terrenal en busca de su guardiana.

Cuando nos une el aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora