[24 de Diciembre, Jueves]
Era la víspera de Navidad, esa noche como si fuera ya tradición había nevado, la alegría de los niños al ver toda la calle nevada fue digna de ver y, la abuela Bárbara, no dudó ni un segundo en hacer con ellos una guerra de bolas de nieve en el jardín trasero.
Gracias a la ayuda de su madre, Damian, al menos estaba un poco más descansado, había dormido mal, eso sí, pero algo había dormido. Bajó a la cocina a desayunar y buscar algún medicamento para el dolor de cabeza, era tan insoportable que con los movimientos bruscos se mareaba.
Se preparó un café con tostadas, algo simple pero fácil de hacer, tampoco estaba de muy bien humor como para omplicarse con algo como qué comer. Aprovechó y preparó también el desayuno de su hijo, quizás pudiera tomarlo como excusa para ver cómo está, si necesita algo....
Subió las escaleras y llamó a lapuerta tras respirar hondo, admitía que estaba nervioso.
- Príncipe, soy papá, ¿puedo pasar? - No escuchó contestación del otro lado de la puerta - Hijo, sé que no lo estás pasando bien, pero estoy muy preocupado por ti, por favor... - Murmuró al final, era tan doloroso.
A los pocos segundos la puerta se abrió, siquiera le dio tiempo a ver la cara del moreno porque se echó a sus brazos, buscando el calor paternal que necesitaba en estos momentos. Damian maniobró para no tirar al suelo la bandeja con el desayuno y le correspondió el abrazo, sorprendido, puesto que esto no sucedía muy amenudo.
- Papá, me odio tanto ahora mismo, cómo pude dejar que se lastimara de esa forma - Dijo mientras claramente se notaba que estaba conteniendo el llanto.
Escuchar eso de su propio hijo le dolía más que le clavaran mil alfileres en la piel, ver cómo estaba sufriendo y él siquiera se atrevía a preguntarle cómo estaba, cómo había podido ser tan estúpido.
- También fue culpa mía, debí haberle frenado antes, lo siento - Se disculpó, claramente afectado - Pero ya está estable, se mejorará pronto y tendrás que volver a cuidar de él, pequeño, no estés tan trsite - Rogó.
Lo apretó entre sus brazos como si quisiera protegerlo, protegerlo de todo lo que pudiera hacerle daño y nunca tener que volverlo a ver así, tan vulnerable. Cuando ambos se calmaron un poco él le tendió su desayuno y lo agradeció, con una pequeña sonrisa que le encogió el corazón, con ese pequeño abrazo habían cambiado tantas cosas que parecía un sueño.
Un poco más aliviado del terrible peso de emociones que cargaba sobre sus hombros volvió a bajar las escaleras, muerto de hambre, seguramente ya se le hubiera enfriado el café. Entonces sonaron las llaves y la puerta se abrió, una explosión de rabia se concentró en el fondo de su ser, todas esas llamadas perdidas, esas horas desvelado, esas lágrimas insignificantes, para que ahora se apareciera ahí como si nada.
Ambos cruzaron la mirada, una tensión densa inundaba todo el salón de la casa. Él llevaba las maletas que días antes había utilizado para meter sus cosas, para abandonarlos, y la llevaba ahí a su lado, como si la exhibiera.
- Ya estoy en casa - Su tono era el habitual, entre alegre y tranquilo.
- ¿Ya estás en casa? - Repitió con sarcasmo - Coge tu maleta y vete de vuelta con tu padre - Por su reacción sabía que no se lo esperaba.
Después de tantos años Damián seguía siendo el que ponía más empeño a la relación, Jack siempre fue más egoísta, él lo sabía y nunca le había importado, el problema llegó cuano ese egoísmo había conseguido distanciarlos de tal forma. Eso ya no lo podía tolerar.
- ¿Cómo? - Dijo, claramente sorprendido.
- He dicho que te vayas, a caso no me has escuchado - Alzó la voz.
- ¿Pero a ti qué te pasa? - Dijo sin comprender.
- ¿Qué te pasa a ti dirás? Si quieres irte simplemente vete, pero no vuelvas - El otro abrió los ojos como platos.
Quizás le debería haber dolido decirlo, que se hubieran atragantado las palabras en su boca o que se hubiera arrepentido de decirlas. Pero la ira le tenía la boca caliente, como cuando te caes y te haces una herida, al momento no duele, pero cuando se enfría la cosa cambia.
- ¿Me estás echando? - Le gritó molesto.
- Te echaste tú solo, ¿cómo se te ocurrió irte cuando todo estaba tan mal? - El dolor se reflejaba en su voz casi estrangulada - ¡Eres un maldito egoísta! ¡Vete!
- ¡Me fui a estar con mi padre! ¿No lo entiendes? - Le recriminaba.
Ambos tenían su forma de ver las cosas, no entendían el punto del otro y estaban furiosos, nada podía salir bien.
- ¿Acaso no sabes lo mal que lo están pasando los niños, lo mal que lo estoy pasando yo? - Le reclamó.
- ¡Yo también tengo mis problemas!
Cada vez alzaban más la voz, tanto que no era de esperar que los niños se acercaran, incluso que William saliera de si cuarto a ver qué ocurría, en los años que tenía de vida nunca los había visto gritar de esa manera, y mucho menos en la víspera de Navidad.
- ¿Y yo no? Es muy difícil encargarte de todo tú solo mientras te sientes como una mierda, al menos yo no me quito de en medio - Las imágenes de William, destrozado, avivaban esa ira contenida.
- No me he quitado del medio, tan solo me fui unos pocos días, deja de exagerar - Le dijo cansado.
- ¡Me tienes harto! Simplemente vete con tu padre, seguro que es más importante que tú familia - Sentenció, furioso, su paciencia estaba tocando el límite.
- ¡Pues bien! - Gritó al final, cogió sus maletas y se fue pegando un portazo.
El corazón de Damian latía desbocado, ahora que se había ido, ahora que volvía de nuevo a estar solo.... aún no le importaba demasiado, seguía tan furioso que no tenía ganas de pensar en eso.
- ¿Papá? - Él se giró y vio a la pequeña Sophie en la puerta, llorando.
Alzó las cejas, sorprendido, y se acercó a la pequeña para darle un abrazo y conoslarla. Su madre lo miraba desde arriba, con la mirada preocupada; sabía que lo que acababa de hacer le dolería demasiado, tanto que sentiría que se ahoga, y eso la apenaba.
Dirigió la mirada hacia el final de las escaleras, donde William le miraba serio. No sabría describir exactamente su expresión o lo que pensaba, pero se dio media vuelta y se volvió a encerrar en su cuarto.
Ya, más tranquilo, comenzaba a doler.
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Dean (+18 - Gay)
RomanceUna vez que descubres qué es estar acompañado por muy solo que hayas estado toda tu vida ya nada volverá a ser como antes. Lo necesitas a tu lado, te sientes lleno, así se sentía Dean cuando vio por primera vez al moreno. Segunda parte de "Te odio y...