[25 de Diciembre, Viernes]
Cuando los mayores bajaban las escaleras, puedieron ver cómo los niños le daban vueltas al árbol de navidad, señalando con sus deditos los regalos en los que ponían sus nombres en la etiqueta. Los cojían y los agitaban cerca de su oreja tratando de adivinar qué serían.
- ¡El mío es muy grande! - Exclamó la niña claramente emocionada.
Bárbara se asomó desde el piso de arriba refregándose los ojos con la mano y bostezando, acabándose de despertar por semejante ruido que estaban armando.
- Que enérgicos por la mañana - Comentó acercándose a los niños.
Todos estaban contentos, aquella felicidad que trasmitían los infantes era conragiosa, más que una gripe. Aun así a Damian le seguía faltando ver en la cocina a su rubio mientras se preparaba un café, o a ese mismo que grababa con su cámara cómo Sophie abría los regalos, no podía no estar. La niña iba a comenzar a rasgar su regalo cuando el moreno la detuvo.
- Princesa, tenemos que esperar a papi para abrir los regalos, se pondría muy triste si llega y ya los has abierto - Ella puso una expresión triste, sintiéndose culpable por no haberse acordado entre tanta ilusión.
La niña se levantó del suelo y fue hacia su padre, sentándose sobre sus rodillas y rodeando su cuerpo con sus bracitos diminutos. Suspiró contra su pecho.
- ¿Dónde está papi? - Preguntó, ¿qué le decía?
- Un niño estaba malito y tenía que cuidarlo, así que vamos a esperarle, ¿vale? - Ella asintió contenta de nuevo - ¿Desayunamos mientras? - Asintió por segunda vez y corrió donde estaba su abuelita.
Damian y William intercambiaron miradas, el menor miraba al otro con lástima, y éste negó con la cabeza. Se levantó y fue a prepararse un café bien cargado, lo necesitaría. Cuando ya todos tenían listos sus desayunos se sentaron a comer en la mesa grande del comedor.
- ¿Qué crees que te habrán traído Papá Noel, James? - Preguntó la mujer mientras tomaba un bocado a su tostada.
- No lo sé, es una sorpresa - Todos rieron de ternura.
- ¡Pues yo pedí un piano! - Dijo la otra tomando el protagonismo, le encantaba ser el centro de atención.
- ¿Te gustan los pianos? - La niña afirmó con la cabeza.
Bárbara miró a su hijo con sorpresa, no se esperaba que Sophie se sintiera interesada por la música. Cuando era más jóven ella también tocaba en un grupo, se sentía de cierto modo orgullosa.
El tiempo pasaba, y Damian se sentía cada vez más ansioso. Los niños comenzaban a impacientarse y nisiquiera sabía si él se presentaría o si seguiría con su pecho inflado, incapaz de dejar su orgullo a un lado por una vez. Tic tac, sonaban las agujas del reloj que ya marcaba las diez de la mañana. Comenzaba a perder la esperanza.
Pero entonces, como por arte de magia, el timbre de la puerta sonó. Él se levantó del sofá y corrió hacia la puerta para abrirla con rapidez. Allí, con un gorro rojo que dejaba fuera sus orejas, una nariz sonrojada y un pequeño regalo en sus manos lo miraba su rubio.
Durante algunos segundos todo se quedó estático, Damian aún respiraba con dificultad y Jack, nervioso sin saber qué hacer, le tendió el regalo sin emitir sonido, tan solo una pequeña sonrisa. El moreno, sin pensárselo dos veces, alargó sus brazos y lo apretó contra su pecho con desesperación, con una mano en su espalda y la otra entre sus suaves cabellos.
- Lo siento - Dijo el más bajo con la voz estrangulada - Perdóname - Repetía.
- Yo lo siento más, no debí hablarte así.
Ambos lloraban sin pudor aferrándose con fuerza a ese abrazo que, si por ellos fuera, no se acabaría nunca. Se separaron un poco para darse un beso necesitado, de esos que, pese a solo ejercer presión el uno contra el otro, los hacía llegar al cielo.
- ¡Papá! - La pequeña apareció tras ellos y abrazó sus piernas, ambos se separaron para mirarla mientras sorbían el aguilla de su nariz.
- ¿Llego tarde para los regalos? - Preguntó.
- ¡Claro que no! He sido un niña buena - Él sonrió de sobremanera y acarició su cabeza.
William se unió también al abrazo conjunto, se sentía tan jodidamente bien. Se separaron un poco luego de quedar ligeramente satisfechos, aunque los adultos no fueron capaces de separarse.
Entonces Dennis, asomó por la puerta, llamando la atención de todos los allí presentes. Damian, se agachó a la altura de su hija y le señaló con la mano.
- Princesa, ese de ahí es tu abuelo - Ella abrió la boca con asombro y corrió hacia él, pidiéndole que la cogiera en brazos.
- Pero qué niña más guapa, yo soy el abuelito Dennis - La levantó sin problemas.
- ¡Hola abuelito Dennis! Yo soy Sophie, y mi hermanito Will y él es James - Señaló al moreno.
Tras hacer las presentaciones todos se instalaron en el salón y, de una vez por todas, comenzaron a abrir los regalos. A Sophie le trajeron su tan ansiado piano, y el pequeño James no pudo aguantar la emoción al ver un pequeño telescopio, sabían cuánto le gustaba mirar las estrellas. Los demás también recibieron sus regalos y todos lo pasaron genial, esa atmósfera tensa de los últimos días se había esfumado casi por completo, aún había un pequeño matiz que pulir: Dean.
Cuando llegó la tarde, todos juntos fueron al hospital a ver el estado de Dean. Por motivo de la festividad los dejaron entrar a todos, con la condición de no hacer mucho ruido.
- ¡Hermanito! ¿A qué no sabes que me trajo Papá Noel? - Exclamó acercándose a su lado.
Emepezó a contarle todo, incluso lo que tenía pensado hacer después con su regalo. Se quedaron todos juntos un rato, seguro que a Dean le gustaba escuchar conversaciones animadas desde donde quiera que esté, quizás eso lo animaba a despertarse.
Antes de salir, y de dejar a la parejita un momento a solas, decidieron echarse todos una foto familiar para conmemorar aquel momento para siempre. No serían la mejor Navidad o mejor dicho, la más común, pero eso no les impediría no disfrutarla.
- ¡Patata! - Dijo William alargando el brazo todo lo que podía para hacer el selfie, ellos se colocaron alrededor de la camilla.
Todos se despidieron entre sí y los dejaron a los dos solos, William se sentó y miró cómo había salido la foto. Todos sonreían y se veían felices, hizo zoom sobre todos los presentes. Cuando pasó por el centro se detuvo, viendo a un rubio sonriente con los ojos entrecerrados, giró completamente su cabeza hacia él, tirando el móvil al suelo.
Allí, con esas ojeras tan marcadas, le miraba. William abría y cerraba la boca sin saber qué decir o hacer.
- No pensabas que me perdería nuestra primera navidad, ¿cierto? - Dijo tan flojito que estuvo a punto de no escucharlo.
Una lágrima corrió por su mejilla.

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Dean (+18 - Gay)
RomanceUna vez que descubres qué es estar acompañado por muy solo que hayas estado toda tu vida ya nada volverá a ser como antes. Lo necesitas a tu lado, te sientes lleno, así se sentía Dean cuando vio por primera vez al moreno. Segunda parte de "Te odio y...