Una tarde, después de terminar de nadar, nos quedamos a descansar en su porche delantero. Valentina observaba sus pies. Eso me hizo sonreír.
Ella quería saber por qué estaba sonriendo.
—Solo estaba sonriendo —dije—. ¿No puede una chica sonreír?
—No me estás diciendo la verdad —dijo. Tenía esa cosa por decir la verdad.
Ella era tan mala como mi papá. Excepto que papá se mantenía la verdad para sí.
Y Valentina creía que tenías que decir la verdad con palabras. En voz alta. Decirle a alguien.
Yo no era como Valentina. Era más como mi papá.
—Bien —dije—. Estaba sonriendo porque estabas mirando tus pies.
—Esa es una cosa graciosa por la cual sonreír —mencionó.
—Es raro —dije—. ¿Quién hace eso... contemplar sus pies? ¿Excepto tú?
—No es algo malo estudiar tu propio cuerpo —alegó.
—Esa también es una cosa rara que decir —dije. En nuestra casa, simplemente no hablábamos de nuestros cuerpos. Eso no era lo que hacíamos en nuestra casa.
—Como sea —soltó.
—Como sea —dije.
—¿Te gustan los perros, Juls?
—Amo los perros.
—Yo también. Ellos no tienen que usar zapatos.
Reí.
Llegué a pensar que uno de mis trabajos en el mundo era reír por las bromas de Valentina. Solo que Valentina no decía las cosas para ser graciosas. Ella solo era ella misma.
—Voy a preguntarle a mi papá si me consigue un perro. —Tenía esa expresión... un tipo de fuego. Y me pregunté por ese fuego.
—¿Qué tipo de perro quieres?
—No lo sé, Juls. Uno que venga del refugio. Sabes, uno de esos perros que alguien más echó.
—Sí —dije—. ¿Pero cómo sabrás cuál escoger? Hay demasiados peros en el refugio. Y todos quieren ser salvados.
—Eso es porque las personas son malvadas. Tiran a los perros como si fueran basura. Odio eso.
Mientras estábamos ahí sentadas hablando, escuchamos un ruido, chicos gritando desde el otro lado de la calle. Tres de ellos, tal vez un poco más jóvenes que nosotras.
Dos tenían armas de aire comprimido y apuntaban a un ave a la que le acababan de disparar.
—¡Le dimos a uno! ¡Le dimos a uno! —Uno de ellos apuntaba con su arma a un árbol.
—¡Oigan! —gritó Valentina—. ¡Alto! —Estaba en la mitad de la calle antes de notar lo que estaba sucediendo. Corrí detrás de ella—. ¡Alto! ¡Qué demonios está mal con ustedes! —La mano de Valentina estaba estirada, indicándoles que se detuvieran—. Denme esa arma.
—Un demonio que te la voy a dar.
—Está en contra de las leyes —dijo Valentina. Ella se veía loca. Realmente loca.
—La segunda enmienda —dijo el tipo.
—Sí, la segunda enmienda —repitió el otro tipo. Se aferró con fuerza a su rifle.
—La segunda enmienda no se aplica a las armas de aire comprimido, idiota. Y de todas formas, las armas no se permiten en la propiedad de la ciudad.
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Val, Juls Y los Secretos del Universo | Juliantina |
FanfictionValentina sabe nadar. Juliana, no. Valentina es habladora y segura de sí misma. Juliana duda todo el tiempo y le cuesta entablar una conversación con alguien. Valentina no para de pensar en poesía y arte. Juliana vuelve constantemente al recuerdo...