Tuvimos que esperar cerca de dos horas en la oficina del doctor. Pero mi mamá y yo fuimos preparadas. Llevé el libro de poemas que Valentina me había traído, el libro de poemas de William Carlos William; y mamá llevó una novela que estaba leyendo: Bendíceme, Ultima.
Estaba sentada en frente de ella en la sala de espera y sabía que algunas veces estaba estudiándome.
Sentía sus ojos sobre mí.
—No sabía que te gustaba la poesía.
—Es el libro de Valentina. Su padre tiene libros de poesía por toda la casa.
—Es una cosa maravillosa, lo que hace su padre.
—¿Te refieres a ser profesor?
—Sí. Que magnifico.
—Supongo —dije.
—Cuando fui a la universidad, nunca tuve un profesor mexi-americano. Ninguno. —Había una expresión en su rostro, casi de enojo.
Sabía tan poco de ella. Acerca de lo que había pasado, acerca de lo que se sentía ser ella. Nunca me había preocupado, para nada. Estaba comenzando a preocuparme, comenzando a preguntarme. A preguntarme acerca de todo.
—¿Te gusta la poesía, Juli?
—Sí, supongo que me gusta.
—Tal vez serás una escritora —dijo—, una poeta.
Sonaba como una cosa hermosa cuando lo decía. Muy hermoso para mí.
...
No había nada malo en mí. Eso es lo que dijo el médico. Solo estaba recuperándome de una severa gripe. Una tarde desperdiciada. Excepto que había visto la rabia aparecer en el rostro de mi madre por un instante. Era algo en lo que tendría que pensar.
Justo cuando ella se hacía menos misteriosa, se convirtió en un misterio.
Finalmente logré salir de la casa.
Encontré a Valentina en la piscina, pero me quedé sin aliento fácilmente. Sobre todo, miré a Valentina nadar.
Parecía que iba a llover. Las lluvias, siempre venían en esta época del año. Oí el trueno distante. Mientras estábamos caminado a la casa de Valentina, empezó a llover. Y después empezó a llover a cántaros.
Miré a Valentina.
—No voy a correr si no lo haces.
—No voy a correr.
Así que caminamos bajo la lluvia. Quería ir más rápido, pero en cambio me ralenticé.
Miré a Valentina.
—¿Puedes soportarlo?
Ella sonrió.
Poco a poco, hicimos nuestro camino a su casa. Bajo la lluvia. Empapadas.
El padre de Valentina nos hizo cambiarnos y ponernos ropa seca cuando llegamos a su casa y nos dio un sermón.
—Sé que Valentina no tiene un gramo de sentido común. Pero, Juliana, pensé que eras un poco más responsable.
Valentina no pudo evitar interrumpir.
—Una gran oportunidad, papá.
—Ella acaba de salir de una gripe, Valentina.
—Estoy bien ahora —le dije—. Me gusta la lluvia. —Miré hacia el piso—. Lo siento.
Puso su mano en mi barbilla y la levantó. Me miró.
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Val, Juls Y los Secretos del Universo | Juliantina |
FanfictionValentina sabe nadar. Juliana, no. Valentina es habladora y segura de sí misma. Juliana duda todo el tiempo y le cuesta entablar una conversación con alguien. Valentina no para de pensar en poesía y arte. Juliana vuelve constantemente al recuerdo...