La mañana siguiente que enterramos al gorrión, me desperté ardiendo en fiebre. Mis músculos dolían, mi garganta dolía, mi cabeza palpitaba casi como un corazón. Mantuve la mirada en mis manos, casi creyendo que pertenecían a otra persona. Cuando traté de levantarme, no tenía balance, ni equilibrio y la habitación daba vueltas y vueltas.
Traté de dar un paso, pero mis piernas no eran lo suficientemente fuertes para llevar mi peso.
Caí en la cama, mi radio reloj estrellándose contra el piso.
Mi madre apareció en mi habitación y por alguna razón ella no parecía real.
—¿Mamá? ¿Mamá? ¿Eres tú?
Creo que estaba gritando.
Ella sostenía una pregunta en sus ojos.
—Sí —dijo ella. Parecía tan seria.
—Me caí —le dije.
Ella dijo algo, pero no podía descifrar lo que estaba diciendo. Todo era tan extraño y pensé que tal vez estaba soñando, pero su mano en mi brazo se sintió como un toque real.
—Estás ardiendo —dijo.
Sentí sus manos en mi cara. Me preguntaba dónde estaba, así que le pregunté:
—¿Dónde estamos?
Ella me sostuvo por un momento.
—Shhh.
El mundo era tan silencioso.
Había una barrera entre el mundo y yo. Y pensé por un momento que el mundo nunca me quiso y ahora estaba tomando una oportunidad para deshacerse de mí. Miré hacia arriba y vi a mi madre de pie delante de mí, sosteniendo dos aspirinas y un vaso de agua.
Me senté y agarré las píldoras y las puse en mi boca. Cuando tuve el cristal, pude ver que mis manos estaban temblando.
Me puso un termómetro debajo de mi lengua.
Estudió el tiempo en su reloj, luego sacó el termómetro de mi boca.
—Cuarenta —dijo—. Tenemos que quitar esa fiebre. —Negó con la cabeza—. Son todos esos gérmenes en la piscina.
El mundo pareció más cercano por un instante.
—Es sólo un resfriado —le susurré. Pero parecía que alguien más estaba hablando.
—Creo que tienes la gripe.
Pero es verano. Las palabras estaban en mi lengua, pero no podía decirlas. No podía dejar de temblar.
Ella colocó otra manta sobre mí. Todo daba vueltas, pero cuando cerré los ojos, la habitación estaba inmóvil y oscura. Entonces los sueños vinieron.
Las aves caían del cielo.
Gorriones. Millones y millones de gorriones. Estaban cayendo como lluvia y estaban golpeándome mientras caían y tenía toda su sangre por todos lados, no podía encontrar un lugar para protegerme.
Sus picos estaban cortando mi piel como flechas. Y el avión de Buddy Holly estaba cayendo desde el cielo y podía escuchar a Waylon Jennings cantando "La Bamba".
Pude oír a Valentina llorar, y cuando me di la vuelta para ver dónde estaba, vi que estaba sosteniendo el cuerpo inerte de Richie Valens en sus brazos.
Entonces el avión cayó sobre nosotras. Todo lo que vi fue la sombra y la tierra en fuego.
Y entonces el cielo desapareció.
Debí haber estado gritando, porque mi mamá y papá estaban en la habitación. Yo estaba temblando y empapada de sudor.
Y entonces me di cuenta de que estaba llorando y no podía parar.
Mi padre me levantó y me meció en la silla. Me sentí pequeña y débil, quería detenerlo pero no pude porque no había ninguna fuerza en mis brazos y quería preguntarle si me había abrazado así cuando era niña porque yo no lo recordaba y ¿por qué no lo recordaba?
Empecé a pensar que tal vez estaba soñando, pero mi madre estaba cambiando las sábanas de mi cama, así que supe que era real.
Excepto yo.
Creo que estaba temblando. Mi padre me abrazó más fuerte y susurró algo, pero ni sus brazos ni sus susurros podían impedir que siguiera temblando.
Mi mamá secó mi cuerpo sudoroso con una toalla y ella y me cambió en una camiseta y ropa interior limpias. Y entonces me dijo la cosa más extraña:
—No tires mi camisa. Papá me la dio. —Sabía que yo estaba llorando, pero no sabía por qué, porque no era el tipo de chica que lloraba y pensé que quizás era alguien más la que estaba llorando.
Pude escuchar el susurro de mi madre.
—Shhhh. Está bien. —Me devolvió a la cama y mi padre se sentó a mi lado y me hizo beber un poco de agua y tomar una aspirina más.
Vi la mirada en el rostro de mi padre y sabía que él estaba preocupado. Yo estaba triste de haber hecho que se preocupara.
Me preguntaba si realmente me había sostenido y quería decirle que no lo odiaba, solamente no lo entendía, no entendía quién era él y quería hacerlo, quería tanto entender.
Mi madre le dijo a mi padre algo en español y él asintió con la cabeza. Estaba demasiado cansado para preocuparme acerca de las palabras en cualquier idioma.
El mundo estaba tan tranquilo.
Me quedé dormida, y los sueños volvieron. Estaba lloviendo y había truenos y relámpagos a mí alrededor.
Me pude ver a mí misma mientras corría en la lluvia.
Estaba buscando a Valentina y gritando porque se había perdido.
—¡Valentina! ¡Vuelve! —Y entonces ya no estaba buscando a Valentina, estaba buscando a mi padre y gritándole—: ¡Papá! ¡Papá! ¿A dónde fuiste? ¿A dónde fuiste?
Cuando me desperté de nuevo, estaba empapada de mi propio sudor otra vez.
Mi padre sentado en mi mecedora, estudiándome. Mi madre entró a la habitación. Miró a papá y luego a mí.
—No era mi intención asustarte. —No podía hablar más que en un susurro.
Mi madre sonrió y pensé que debió haber sido muy bonita cuando era joven. Ella me ayudó a incorporarme.
—Mija, estás empapada. ¿Por qué no tomas una ducha?
—Tuve pesadillas.
Apoyé la cabeza en su hombro. Quería a los tres de nosotros permaneciendo así para siempre.
Mi madre me ayudó en la ducha. Me sentía débil y me lavé; cuando el agua caliente golpeó mi cuerpo, pensé en mis sueños: Valentina, mi papá. Y me pregunté cómo lucía mi madre cuando tenía mi edad. Mi padre me había dicho que ella era hermosa. Me pregunté si era tan bella como Valentina.
Y me pregunté por qué pensaba en eso.
Cuando volví a la cama, mi padre había cambiado las sábanas de nuevo.
—Se ha ido la fiebre —dijo mi madre.
Me dio otro vaso de agua. Yo no quería, pero lo bebí todo.
No sabía lo sedienta que estaba y le pedí más agua.
Mi padre todavía estaba allí, sentado en mi mecedora.
Estudiándonos entre nosotras por un momento mientras me acostaba en la cama.
—Estabas buscándome —dijo.
Lo miré.
—En un sueño. Me buscabas.
—Yo siempre estoy buscándote. —le susurré
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Val, Juls Y los Secretos del Universo | Juliantina |
Hayran KurguValentina sabe nadar. Juliana, no. Valentina es habladora y segura de sí misma. Juliana duda todo el tiempo y le cuesta entablar una conversación con alguien. Valentina no para de pensar en poesía y arte. Juliana vuelve constantemente al recuerdo...