Capítulo 5

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Valentina Carvajal era la única persona que había conocido que podía decir una cosa así. Tan espontánea. Esa noche dormimos en su patio trasero. Podíamos escuchar a sus padres hablando en la cocina porque la ventana estaba abierta. Su madre hablaba en español y su padre en inglés.

—Ellos hacen eso —dijo.

—Los míos también —dije.

No hablamos mucho. Solo nos quedamos ahí acostadas y miramos las estrellas.

—Demasiada contaminación lumínica —dijo.

—Demasiada contaminación lumínica —contesté.





...

Uno de los hechos más importantes sobre Valentina era que a ella no le gustaban los zapatos.

Íbamos en patineta al parque, y ella se quitaba sus zapatillas y frotaba sus pies en el césped como si se estuviese limpiando algo.

Íbamos al cine y se quitaba sus zapatos. Una vez los dejó ahí, y tuvimos que regresar a recuperarlos. Perdimos nuestro autobús.

Valentina también se quitó sus zapatos en el bus.

Una vez me senté con ella en misa. Se soltó los cordones y se quitó sus zapatos justo ahí en el banco. Medio le dirigí una mirada. Ella rodó sus ojos y señaló al crucifijo y susurró:

—Jesús no está usando zapatos.

Ambas nos quedamos ahí sentadas y reímos.

Cuando iba a mi casa, Valentina dejaba sus zapatos en el porche delantero antes de entrar.

—Los japoneses hacen eso —explicó—. No llevan la tierra del mundo a la casa de otra persona.

—Sí —dije—, pero no somos japonesas. Somos mexicanas.

—Realmente no somos mexicanas. ¿Vivimos en México?, ¿Tú has estado en México?

—Pero de ahí es de donde son nuestros abuelos.

—Bien, bien. ¿Pero realmente sabemos algo sobre México?

—Hablamos español.

—No tan bien.

—Habla por ti misma, Valentina. Eres toda una pocha.

—¿Qué es pocha?

—Una idiota mexicana.

—Bien, entonces tal vez soy una pocha. Pero el punto que intento demostrar aquí es que podemos adoptar otras culturas.

No sé por qué, pero solo empecé a reír. La verdad es que me gustaba la lucha que Valentina tenía con los zapatos. Un día no lo pude resistir y le pregunté:

—¿Entonces cómo es que tienes esta lucha con los zapatos?

—No me gustan. Eso es. Eso es todo. No hay un gran secreto. Nací sin que me gustaran. No hay nada complicado en toda la cosa. Bueno, excepto esta cosa llamada mi mamá. Y ella me hace usarlos. Dice que  hay leyes. Y luego habla de las enfermedades que puedo contraer. Y luego dice que las personas pensarán que soy solo una pobre mexicana. Dice que hay chicos en villas mexicanas que morirían por un par de zapatos. "Te puedes permitir zapatos, Valen". Eso es lo que ella dice. ¿Y sabes lo que yo le digo? "No, no me puedo permitir zapatos. ¿Tengo un trabajo? No. No puedo permitirme nada". Usualmente esa es la parte de la conversación en la que se tira del cabello. Ella odia que alguien pueda confundirme con otra mexicana pobre. Y luego dice: "Ser mexicano no tiene que significar ser pobre". Y yo quiero decirle: "Mamá, no es sobre ser pobre. Y no es sobre ser mexicano. Solo no me gustan los zapatos". Pero sé que toda la cosa sobre los zapatos está relacionada con la forma en cómo creció. Por lo que solo lo aguanto y asiento cuando ella serepite a sí misma: "Valen, nos podemos permitir zapatos". Sé que toda la cosa no tiene nada que ver con la palabra "permitir". Pero, sabes, siempre me dirige esta mirada. Y entonces le devuelvo la misma mirada... y así es cómo va. Mira, mamá y yo y los zapatos, no es una buena discusión. —Observó el ardiente cielo de la tarde, un hábito suyo. Significaba que estaba pensando—. Sabes, usar zapatos es un acto antinatural. Esa es mi premisa básica.

Val, Juls Y los Secretos del Universo | Juliantina |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora