Capítulo 10

243 25 2
                                    

La fiebre había desaparecido. Pero los sueños se quedaron. Mi padre estaba en ellos. Y mi hermano. Y Valentina. Y algunas veces mi madre también.

Tenía esa imagen trabada en mi mente. Tenía cuatro años y estaba caminando por la calle, tomada de la mano de mi hermano. Me pregunté si era un recuerdo o un sueño. O una esperanza. Me quedé acostada y pensé en eso. En todos los problemas comunes y misterios de mi vida que solo me importaban a mí. Pensar en eso no me hizo sentir mejor. Decidí que mi primer año en la escuela secundaria de California iba a ser una mierda.

Valentina iba a Cathedral porque tenían un equipo de natación. Mamá y papá querían enviarme a esa escuela, pero me negué a hacerlo. No quería ir a una escuela católica para mujeres. Me insistí a mí misma y a mis padres que todas las chicas allí eran ricas. Mi mamá argumentó que ellos daban becas a las chicas inteligentes.

Le respondí que no era lo suficientemente inteligente para obtener una. Ella me dijo que podían permitirse enviarme a esa escuela.

—¡Odio a esas chicas! —le rogué a mi padre que no me enviara.

Nunca le dije nada a Valentina sobre odiar a las chicas de Cathedral. Ella no tenía que saberlo. Pensé en la acusación de mamá.

—No tienes ningúna amiga.

Pensé en mi silla y en cómo era un portarretratos de mí. Yo era una silla. Me sentí más triste que nunca.

Sabía que ya no era una niña, pero me sentía como si lo fuese. Más o menos. Pero había otras cosas que empezaba a sentir. Cosas de mujeres, supongo. La soledad de una mujer era mucho más grande que la de una niña.

Y ya no quería ser tratada como una niña, no quería vivir en el mundo de mis padres y no tenía un mundo propio. De una manera extraña, mi amistad con Valentina me había hecho sentir aún más sola.

Tal vez era porque Valentina parecía hacerse encajar donde quiera que iba. Y yo, yo siempre sentía que no pertenecía a ninguna parte. Ni siquiera mi propio cuerpo, especialmente mi propio cuerpo. Me estaba convirtiendo en alguien que no conocía.

El cambio duele, pero no sabía por qué. Ninguna de mis emociones tenía sentido.

Cuando era más joven, tenía la idea de que quería escribir un diario. En cierto modo escribí cosas en un pequeño libro de cuero que compré, lleno de páginas en blanco. Pero nunca fui disciplinada con ello. El diario se convirtió en una cosa al azar con pensamientos al azar y nada más.

Cuando estaba en sexto grado, mis padres me dieron un guante de béisbol y una máquina de escribir en mi cumpleaños. Estaba en un equipo femenino así que el guante tenía sentido, pero ¿una máquina de escribir? ¿Qué había en mí que los hizo pensar en comprarme una máquina de escribir? Fingí que me gustó, pero no era buena fingienda.

El hecho de que no hable de las cosas no me hace una buena actriz.

Lo divertido es que aprendí cómo escribir. Por fin, una habilidad. El béisbol no funcionó. Era lo suficientemente buena para estar en el equipo, pero lo odiaba. Solo lo hice por mi padre. No sabía por qué estaba pensando en todas esas cosas, excepto que es lo que hago siempre.

Supongo que tenía mi propia televisión en mi cerebro. Podía controlar lo que quería ver. Podía cambiar los canales cuando quisiera.

Pensé en llamar a Valentina. Y después pensé que tal vez no la llamaría.

Realmente no quería hablar con nadie. Solo conmigo misma.

Me puse a pensar en mis hermanas mayores y la forma en que estaban tan cerca una de la otra, pero tan lejos de mí. Sabía que era por la edad, eso parecía importar.

Val, Juls Y los Secretos del Universo | Juliantina |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora