Capítulo 13

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Recuerdo al auto doblando la esquina y a Valentina de pie en el medio de la calle con un ave con el ala rota. Recuerdo las resbalosas calles después de la tormenta, recuerdo gritar su
nombre.

¡Valentina!

Desperté en una habitación de hospital. Mis dos piernas estaban enyesadas. También mi brazo izquierdo. Todo parecía muy distante y todo mi cuerpo dolía y yo seguía pensando ¿qué pasó? Tenía un ligero dolor de cabeza. ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? Incluso mis dedos dolían. Juro que lo hacían.

Me sentía como un balón después de un juego. Maldición.

Debí haber gruñido o algo porque de repente mi mamá y papá estaban junto a la cama.

Mamá estaba llorando.

—No llores —dije. Mi garganta estaba realmente seca y no sonaba como yo.

Ella se mordió el labio y se estiró para peinar mi cabello con sus dedos.

Solo la miré.

—Solo no llores, ¿sí? 

—Temía que nunca fueras a despertar. —Ella solo sollozó contra el hombro de mi padre.

Parte de mí empezaba a registrar todo. Otra parte de mí solo quería estar en otro lugar. Tal vez nada de eso estaba sucediendo. Pero estaba pasando. Lo hacía. No parecía real. Excepto que tenía un serio dolor. Y eso era real. Era la cosa más real que había conocido.

—Duele —dije.

Fue entonces cuando mi mamá dejó de llorar y se convirtió en ella de nuevo. Estaba feliz. Odiaba verla débil, llorosa y herida. Me pregunté si así se sintió cuando se llevaron a mi hermano a la prisión. Ella apretó un  botón en mi intravenosa, luego lo puso en mi mano.

—Si sientes mucho dolor, puedes apretar esto cada quince minutos.

—¿Qué es?

—Morfina.

—Al fin logro consumir drogas.

Ella ignoró mi broma.

—Buscaré a la enfermera. —
Mamá siempre estaba poniéndose en acción. Me gustaba eso de ella.

Miré alrededor y me pregunté por qué me había despertado. Seguía pensando que si solo pudiera volverme a dormir, entonces no seguiría doliendo. Prefería mis pesadillas al dolor.

Miré a mi papá.

—Está bien —dije—. Todo está bien. —Realmente no creía lo que estaba diciendo.

Mi padre tenía una sonrisa seria.

—Juliana —dijo—. Eres la chica más valiente del mundo.

—No lo soy.

—Lo eres.

—Soy la chica que teme a sus propios sueños, papá. ¿Recuerdas?

Amaba su sonrisa. ¿Por qué no podía sonreír todo el tiempo?

Quería preguntarle qué había sucedido. Pero tenía miedo. No sé... Mi garganta estaba seca y no podía hablar, y luego todo regresó y la imagen de Valentina con el ave herida apareció en mi cabeza. No podía respirar, tenía miedo, pensé que Valentina podía estar muerta, y apareció todo ese pánico dentro de mí. Podía sentir algo horrible sucediendo en mi corazón.

—¿Valentina? —Escuché su nombre en mi boca.

La enfermera estaba de pie junto a mí. Ella tenía una linda voz.

Val, Juls Y los Secretos del Universo | Juliantina |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora