Día 4 [Wigetta 30]

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–¿Listo Vegetta...? Wow, te vez muy bien... –el de boina habló mientras entraba a la habitación mirando a su pareja.

El ojimorado vestía con una camisa de botones negra de manga larga, doblada hasta los codos, unos pantalones del mismo color con zapatillas igualmente negras.

–Gracias chiqui, tu igual te ves muy bien ¿Estas listo?

–Claro, ¿ya nos vamos? – El peliblanco iba vestido con una sudadera gris con negro, vaqueros y zapatillas grises haciendo resaltar más su cabello blanco.

–Vámonos entonces – el amor sonrió mientras se acercaba al contrario dejando un beso casto en los labios de éste.

Willy tomó la mano del pelinegro y bajaron las escaleras juntos, tomaron sus billeteras, móviles y las llaves del auto y salieron aún tomados de las manos, separándose al llegar a este para subir, Vegetta en el asiento del conductor y Willy de copiloto.

–¿Donde me llevarás? – rompió del silencio Willy al ver que se habían alejado del restaurante donde siempre iban.

–Está noche será diferente... Solo espero que te guste – desvío la mirada del camino unos segundo para fijarse en Willy, conectando la mirada en sus ojos esmeralda con un brillo especial, ese que amaba tanto.

–Está bien... Y... Todo lo que venga de ti es obvio que me gustará... – admitió con un leve sonrojó desviando la mirada hasta la ventana del auto.

El mayor no contestó simplemente sonrió ampliamente y continuó conduciendo en silencio total.

–Llegamos –anunció el mayor estacionando el auto fuera del restaurante, bajó y rodeó el auto para abrirle la puerta a su amado.

–Pero Samuel...

–No peros ni nada, andando

–Es un lugar muy caro y lo sabes... No...

–Vamos chiqui, mereces esto y mucho más – el ojimorado tomó la mano de su novio y caminó para entrar en aquel local.

Un restaurante con decoración de madera y contrastes rojos, un ambiente romántico por la falta de luz hacia aquel lugar uno de los mejores de la zona.

Una chica los guió hasta una mesa para dos cerca de unos ventanales con vista a la hermosa playa que era iluminada por los comercios frente a está. Un mesero se acercó a ellos sirviéndoles una copa de vino a ambos mientras elegían la cena en la gran variedad de alimentos que se encontraban en la carta.

Después de unos segundos ambos eligieron y el mesero los dejó solos nuevamente.

–Sabes que no tienes que hacer esto...

–Lo hago por que quiero, y quiero que lo disfrutes –tomo su mano acariciando el dorso con su dedo pulgar mirandolo con una sonrisa tierna.

–Vale... Gracias... –el contrario no sabía que responder así que simplemente entrelazó sus dedos con los del mayor sonriendo de igual manera.

La cena llegó, ambos agradecieron, comieron entre coqueteos, chistes malos, comentarios subidos de tono, risas, en fin, desbordaban de amor...

La cena finalizó, el menor insistió en pagar la mitad de todo pero el pelinegro se negó completamente. Salieron de aquel local y cruzaron la calle casi vacía por lo tarde que era.

–Gracias por la cena... – rompió el silencio el menor mientras se sentaba en la arena cerca del mar para poder apreciar las estrellas.

–No es nada chiqui, no dudes que tendremos que venir más veces a ese lugar, la comida es excelente – tomó asiento a su lado importandole poco si ensuciaban sus ropas, simplemente disfrutarían del momento.

–Gracias por estar conmigo... – susurro el peliblanco colocando su cabeza en el hombro del mayor el cual se dejó caer lentamente para estar recostados en la arena y así disfrutar de las estrellas.

–Yo te debo agradecer, haces que mis días sean mucho mejores... Te amo Guille...

–Y yo a ti Samu...

Se quedaron el silencio, simplemente disfrutando del calor que les brindaba el cuerpo del otro, mirando las estrellas en aquella playa sin personas al rededor...

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