Capítulo XXVI: ¡Cómo te odio a veces!

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Canción en multimedia: Vulnerable – Selena Gomez – Rare

-       Por favor, poneos de pie para recibir a su señoría, el juez Merlon de Karmaland – toda la audiencia hizo lo que el comisario Alex les había ordenado de forma muy respetuosa, guardando el celoso respeto hacia el fundador de aquella provincia el cual también tenía a su cargo ser quien "impartiera" justicia (aunque su vejez y demencia senil le jugaban en contra, era majo el tío).

-       Yo ya no estoy para estos trotes – mencionó en voz bajita, como para él mismo, mientras se acomodaba aquella túnica color negro profundo que le colgaba hasta los talones, al mismo tiempo que hacía una mueca de completo desagrado al tener que acomodarse aquella peluca al mejor estilo del siglo XVII, si es que si Luis XIV le viera hasta se sintiera amenazado de ver como es que le combinaba de bien aquella pieza de indumentaria al barroco-rococó.

-       Podéis sentaros ya – les ordenó el comisario Alex, parado como guardia a un lado del estrado del majestuoso señor juez, quien con cara de mala ostia y haciendo ademanes con las manos, prosiguió a señalarles a los acusados que prosiguieran con lo que sea que quieran debatir.

-       Muy bien, señor juez, el acusado aquí, el señor Fargan de Ibis está acusado y señalado de asociación ilícita e intento de homicidio con artefacto explosivo al señor alcalde (que en ese entonces no lo era) Luzuriaga en su casa de habitación la cual ahora ya está remodelada.

-       Vaya, tenemos algo grande aquí, al fin algo interesante y no estúpidas peleas alfa con alfa u omegas pidiendo custodias... ¡qué pesados que son! – una pequeña sonrisita se le formó entre los labios, sus ojos le brillaron y parecieron estar llenos de emoción y éxtasis, el pobre rabo verde no había tenido mucho de qué emocionarse en estos días – así que homicidio, ¿eh? Os habéis estado portando muy mal.

-       Eso es mentira, no tenéis pruebas en mi contra – Fargan se levantó de un tirón de su sitio, mientras gritaba algunos que otros improperios con mucha molestia, sentía que lo estaban acusando injustamente de un crimen que no cometió (que sí cometió y él lo sabía, pero no iba a decir que sí) – me estáis acusando sin ninguna prueba, os lo aseguro.

-       El acusado tiene razón, ¿cuáles son vuestras pruebas? – Merlon soló un pequeño soplido de frustración, aunque aquello fuese remotamente interesante (y lo mórbido y asqueroso que le resultaba que un intento de homicidio le pareciera interesante y que hasta se alegrara de que al fin su monotonía se acabase), dentro de sí ya quería estar en casa, cuidando de sus cultivos, yendo a minar, hacer cosas normales, cosas de anciano – sino desestimaré el caso por falta de ellas.

-       ¡Claro que hay pruebas, señor juez! Por supuesto que las hay – el comisario Alex se salió de su sitio mientras le indicaba a la rubia que nunca se le despegaba que se pusiera en el lugar donde él estaba antes, permitiéndole mayor movimiento en la habitación – permítame llamar a un primer testigo...

*

-       Ni creas que hago esto por ti, esto es única y exclusivamente por Rubius – el menor le llevaba de la mano hacia la casa del mayor, quien se dejaba guiar como un pequeñito ser que no conocía el pueblo (es que 'tá chikito), sentir como aquella mano tan suave y delicada le rozaba la suya llena de raspaduras, sin embargo, encajaban bien y eso era lo único que le importaba.

-       Entonces, ¿por qué me llevas de la mano? – esa era sin duda alguna, una buenísima pregunta – conozco dónde vivo, ¿sabes?

-       Es por seguridad, después de un intento de asesinato y que Rubius decidiera darte una paliza, no me quiero ni imaginar si algún otro de mis fantásticos amigos decidiera darte de baja del server – claro que lo único que le salió fuera eso, lo habían agarrado in fraganti, pero debía reconocer que amaba ese toque en sus manos, aquel toque-choque eléctrico que sentía cada vez que rozaban incluso sólo sus dedos, era una conexión protón-neutrón.

Un Omega en Apuros // LuzuplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora