Capítulo 8: Recuerda el plan, nada de estupideces

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Entrar en la base no había sido tan sencillo como Zack había previsto. Había un montón de cosas que podrían haber salido mal, pero, como esperaba, todo había salido peor. Primero habían sido los guardias, por supuesto. No había sido fácil evitarlos, pues éstos tenían una visión fija en sus objetivos, pero era la hora de la comida: La gran mayoría estaban descansando en sus cuartos o comiendo.

El plan que había propuesto Pícaro era sencillo, no tenía muchas variables, pero había una alta probabilidad de que los descubriesen. No sólo porque tenían que distraer a los agentes de la Legión (que también), sino porque, principalmente, había sido complicado entrar sin ser vistos. Sus explosivos hacían ruido, y mucho, pero Zack estaba seguro de que el plan saldría bien. Tenía que salir bien.

---Vale, tengo una idea---murmuró el chico a su comunicador cuando pudo llegar a esconderse. Tendría que ser sigiloso si no quería que le viesen, pero para él era una prioridad establecer bien el plan de ataque de esa noche. No tendrían otra oportunidad como ésta en la vida---. Nio, lleva a Ada al exterior y suéltala en el comedor para que vigile. Tendrás que avisarme sobre cualquier incidente. Cambio.

---Re-Recib-bido...---susurró una voz aguda unos momentos después---. Dalo... Dalo p-por hech-cho.

Zack se agachó contra la columna en cuanto escuchó unas pisadas cerca de su escondite. A través de la máscara negra que llevaba puesta para que no le reconocieran, el chico pudo observar un par de guardias que corrían por el pasillo. Zack contuvo el aliento, asustado. Había salido luz de unas habitaciones, como iluminada por un rayo, pero su preocupación era otra en ese momento.

«Que no me vean, que no me vean...» pensó el rebelde, cerrando los ojos. Si no los veía a ellos, los guardias no le verían, ¿verdad?

Por suerte, ambos pasaron de largo sin detectarlo siquiera. El chico agradeció en silencio la ropa oscura que llevaba (una camiseta roja, pantalones negros con un cinturón donde guardaba sus cosas y zapatillas de deporte oscuras, además de una capa negra con capucha, que ahora estaba empapada por la suave lluvia que había empezado a caer afuera) y se asomó nuevamente, con sus ojos castaños entornados.

El comunicador vibró en su cinturón, pero Zack no le hizo caso. Había alguien más allí. Todos sus sentidos estaban puestos ahora en el pasillo, por donde corrían unos cuantos mejorados, un chico y dos chicas. La más pequeña, una cría de pelo negro y ojos verdes, que debía de tener unos once años como mucho, le resultaba inquietantemente familiar. Antes de que pudiera adivinar el por qué, otra explosión retumbó entre las paredes.

La niña, que estaba siendo arrastrada por la más mayor del grupo, pareció percibirlo por un momento cuando pasaban por su lado. Era imposible que le hubiese visto, Nio le habría avisado... Durante unos segundos, la cría le miró a los ojos, como si supiera que él estaba allí. Sus compañeros no lo habían visto, pero el par de segundos en los que se miraron, Zack llegó a reconocerla. O, al menos, llegó a reconocer la sombra de lo que había sido.

Pero era obvio que aquella chiquilla ya no era la hermana que él creía que era. Sus ojos estaban relucientes por el miedo, el terror... ¿Qué habían hecho con la pequeña Zoe que les tiraba palos a las serpientes cuando tenía cinco años?

---¿Zoe?---murmuró el chico, confundido y aterrado.

Nadie le escuchó. Los chicos se alejaron de él con rapidez, sin mirar atrás. No sabían que estaba allí. Bien. Bien. A pesar de ya no encontrarse en peligro, Zack seguía temblando. Era su hermana. Zoe. Era ella. No cabía ninguna duda. Pero, ¿cómo?

---Zoe está aquí---murmuró el chico con voz temblorosa al comunicador---. Voy a por ella. Quedaos en vuestros puestos.

---¡¿Qué?!---chilló Kayla al otro lado de la línea, furiosa---. ¡No, Zack, recuerda el plan! ¡No podemos perder el tiempo!

Juego de Héroes: Máscaras Negras [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora