Epílogo: Game Over

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Zack se quedó mirando a su hermana, sin saber exactamente qué decir. Se sentía destrozado por dentro, muerto. Los guardias de la Legión le habían soltado de sus ataduras hacía apenas unas horas, y él... Simplemente no fue capaz de contenerse. Ahora su rostro estaba cubierto de sangre, sus colmillos con restos de carne. Carne humana. Se sentía mal, peor. Él los había matado. Y allí estaba ahora, medio muerto, cubierto de sangre, rodeado de los cadáveres de sus enemigos.

---Fan... Fantasmilla...---murmuró el chico, más muerto que vivo.

Zoe se acercó un poco a él, temblando de los pies a la cabeza. Sus ojos verdes estaban ahora llenos de lágrimas. Zack sacudió la cabeza, cohibido y atontado mientras ella se agachaba junto a él. Mientras hacía esto, Zack pensó que no quería ver a su hermana llorar, no más. Pero era inevitable. Algo se moría en su interior, el joven podía percibirlo.

---Te dije que no te metieras en problemas...---murmuró la niña, cansada y harta de que todo le saliera mal.

---S-sí, bueno...---balbuceó Zack, con una pequeña sonrisa---. La... La obediencia n-no nos vi... viene de ge-genética, preci... precisamente...

Zoe murmuró algo, con los ojos llenos de lágrimas y la respiración entrecortada, pero el joven héroe ya no lo oía bien. Todo se estaba apagando a su alrededor... ¿Por qué estaba tan cansado? Era una sensación muy placentera. El dolor... El dolor se iba. Se sentía bien. Zoe estaba gritando algo. ¿Por qué gritaba? Estaba justo a su lado.

«Estoy justo a tu lado, Zoe. Y ya no me iré.»

El chico murmuró algo entre dientes, desorientado. Luego se acordó. La bestia. La bestia seguía allí. Tenían que matarla. Tenían que hacerlo. Si no... Oh, si no... Las consecuencias... Horrible. Serían horribles.

«La luna es una taza de azúcar... La meseta, llena, llena. La vainilla está hecha de fuego... Volteretas de carbón. Carbón, como los huesos...»

Zack recordaba ese poema. Era uno de los primeros que le había hecho Nio, cuando ambos se enfadaban uno con el otro y no hacían más que pelearse entre ellos. Zack sonrió. Los primeros días de su “equipo”. Luego, cuando se reconciliaban después de la misión, el niño iba a su habitación y le entregaba un papel.

Y, quién diría que al niño de la lechuza le gustaba escribir. Sí, la letra del poema carecía de sentido, pero era bonito después de todo. Al no poderse comunicar con demasiada fluidez con palabras... Era un buen método.

Nio era un caso algo complicado. Había nacido en el clan, pero ni siquiera conocía a su padre, y su madre, una mujer llamada Tamara, le había dejado solo cuando tenía cuatro años por (además de otras causas) su extraña tartamudez. Y es que el niño (de entonces cinco años) no podía evitarlo. Él era así, hablaba así.

Zack empezó a tararear el poema en voz baja. Era un poema estúpido, las palabras carecían de sentido. Sin embargo, eran tan claras...

Ya no oía los gritos de Zoe. Para ser honestos, ni siquiera la veía. Todo estaba negro a su alrededor. ¿Cuándo se había quedado dormido? No lo sabía. Se sentía ligero, muy ligero. El dolor desaparecía, los gruñidos de la bestia se iban, apaciguándose. Pero, ¿dónde estaba Zoe?

«Estaba aquí» murmuró el rebelde en su mente. «Aquí... Tengo hambre. Quizás debería decirle a Colt que me dé una de sus galletas.» Zack pensó en el delicioso aperitivo, abandonado en un rincón de la cocina. Se le hizo la boca agua. «Chocolate blanco... ¿A quién se le ocurre poner chocolate blanco a las galletas?»

Su mente se zarandeaba. Luces blancas y verdes bailaban delante de sus ojos, una sirena aullaba en la distancia. Alguien, una voz femenina, gritaba su nombre, pero Zack no recordaba quién era. Voces confusas le rodeaban, ecos del pasado. Su cuerpo se levantó fuera de su propia voluntad, para luego ser depositado en un lugar blanco, cómodo. Uñas desgarraron su hombro, los gritos se intensificaban. Pero él seguía sin ver nada.

Juego de Héroes: Máscaras Negras [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora