La sangre en sus oídos. El viento cantando a través de su rostro. Las brillantes estrellas velando por su vida. Todos aquellos elementos, tan diferentes pero a la vez tan familiares, hacían estallar de lujuria desenfrenada el corazón y la mente de Raccoon. El chico saltaba, corría y rozaba el cielo con sus pies. Era una sensación maravillosa. A sus pies, la ciudad dormía. Nadie pululaba por las calles, los clanes debían haber dado el aviso a la población para que no saliera al exterior. Pero, como siempre, siempre había alguien que se saltaba el toque de queda.
Pero algo en su interior le decía que algo no iba bien. Era como una especie de alarma, como un sexto sentido. Pero éso no tenía sentido, era imposible. Raccoon no tenía poderes, o habilidades especiales, siquiera demasiada fuerza o suerte. Éso se lo dejaba a los clanes, que fueran ellos los raritos de la ciudad.
Poco a poco, en silencio, el chico fué acercándose hacia uno de los callejones del centro de Alen. Antes de bajar por el conducto del agua, Racoon miró hacia abajo con tranquilidad. La callejuela estaba oscura como la boca de un lobo, y el niño se estremeció sin poder evitarlo. Unos viejos cubos de basura se estremecían entre las esquinas, quizás por los roedores que buscaban comida. Pero había alguien. Aún entre tinieblas, Raccoon sonrió sin poder evitarlo. Presa fácil.
El chico se agachó sobre el tejadillo y, con un único salto y una pirueta para reducir el impacto del golpe, descendió hacia uno de los cubos de basura y se mantuvo ahí, como un león acechando a una gacela. No había hecho mucho ruido, y, una vez más, Raccoon sonrió. La figura que se alzaba sobre él, aún de espaldas, no era más que un niño. Bastante mayor que él, por supuesto, pero un niño después de todo. Su pelo negro, bastante corto y despeinado, enviaba algunas ondas de luz hacia las tinieblas. Vestía ropa oscura, pero no podía ver mucho más.
En silencio, Raccoon sacó su reluciente cuchillo de entre los pliegues de su ropa. Si hubiera estado más atento, si no estuviera tan concentrado en matar, se habría dado cuenta de las sombras que empezaban a aparecer de detrás de los cubos de basura, de detrás de las ventanas, incluso oscuras figuras que descendían del mismo cielo, rodeándolo, cerrando su escape. Pero toda su atención estaba en el niño, que cada vez estaba más cerca. La tensión podía oler se en el aire cuando Raccoon se paró justo detrás de su infeliz víctima, que no se estaba percatando de nada, y alzó el cuchillo. Con un grito de rabia, el niño tensó el brazo, preparándose para matar.
Algo le embistió sin previo aviso, lanzándole al otro lado del callejón. Como a cámara lenta, Raccoon voló por los aires hasta llegar hacia la pared del edificio, unos metros más allá. El arma salió despedida de sus manos, cayendo al suelo con estrépito, y su pequeño cuerpo embistió contra una pared, atontándolo durante unos segundos. No podía quedarse inconsciente, no ahora. Con un gemido de dolor, el niño se levantó con torpeza y sacudió la cabeza una, dos, tres veces. Debía mantenerse despierto.
Cuando la noche dejó de dar vueltas sobre sus ojos, Raccoon miró a su alrededor, confundido. Había más gente allí, mucha gente. Un grupo entero de jóvenes le rodeaban, cercando la única salida. Al alzar la vista, el niño pudo ver que en los tejados innumerables sombras también cubrían las salidas. Estaba atrapado, no podría escapar. El chico que había tratado de eliminar se había puesto en pie, y ahora sus ojos dorados estaban clavados en él.
Raccoon sonrió con cinismo y, con la agilidad y rapidez que tanto le caracterizaban, recuperó su cuchillo del suelo. Sus dientes relucían en una sonrisa traviesa, sus ojos brillaban. Por fin una pelea de verdad, aunque estaba seguro de que, esta vez, no podría ganar. Le superaban en número. Así que, como siempre que se encontraba en una situación de la que no podría salir a cuchilladas, empleó su vieja táctica para confundir al enemigo: Se puso a hablar.
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Juego de Héroes: Máscaras Negras [COMPLETA]
خيال (فانتازيا)Tras los muros de una oscura prisión, tres jóvenes tratan de luchar contra el destino para el que son entrenados: Destruir el mismo mundo que les entregó sus habilidades. Para ello, tendrán que forjar peligrosas alianzas, arriesgándose a sufrir trai...