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                  C A P Í T U L O  I

Estaba sentada en la parte trasera del auto, en mis manos sostenía mi teléfono, me encontraba mirando una entrevista de Chris Evans, mi actor favorito

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Estaba sentada en la parte trasera del auto, en mis manos sostenía mi teléfono, me encontraba mirando una entrevista de Chris Evans, mi actor favorito. Íbamos directo al doctor, pero, aunque eso fuera un impedimento no quería perderme esa grandiosa conferencia, mas mi felicidad terminó en el momento que mi madre habló.

— ¡Jayden! —gritó, pero no la escuché ya que estaba tan entretenida con aquel video—. ¡Jayden! —llamó una vez más, así que me quité mis auriculares.

—¿Qué pasa, mamá? —pregunté algo asustada.

—Te he estado hablando muchas veces y en ninguna respondiste —su tono de voz sonó molesto. Tomó una gran bocanada de aire antes de continuar—. Solo quería decir que ya llegamos, hay que bajar, cariño —se tranquilizó.

—No se peleen dulzura de damas, llegaran tarde —habló papá.

Papá tenía razón no debíamos por que discutir, pero a veces mamá no me tenía nada de paciencia. Bajé rápidamente del auto a la par que ella imitaba mi acción. No me gustaba ir al doctor, lo odiaba, pero tenía que hacerlo; tenía una enfermedad y hacía que esos tipos de chequeos médicos fueran muy constantes. Mi condición no era nada grave, al menos para mí era algo normal ya que nací con ella. Por lo menos una vez al mes tenían que revisar mi corazón, debido a la arritmia cardíaca, lo cual ocasionaba que mis latidos se convirtieran irregulares; en cada visita que tenía me daban más medicamentos que me ayudaban a regularlos y reducir la presión arterial.

Debido a que era una situación delicada, mi infancia no fue tan encantadora, mis padres me cuidaban mucho —y hasta la fecha—, a veces ni si quiera podía comer dulces o cosas grasosas porque eso ocasionaba que mi presión arterial subiera y que los latidos de mi corazón fueran muy rápidos. De vez en cuando quería divertirme, correr como los demás niños de mi edad, pero no lo podía hacer porque eso causaba que mi órgano vital se agitara, pero al final entendí que no era una niña normal y tenía que aceptar que no podría disfrutar mi infancia como los demás.

Entramos al hospital y el aroma característico a medicamentos me llenó las fosas nasales. Hice una mueca de asco y nos sentamos en la sala de espera durante un largo rato ya que el doctor estaba ocupado, así que, para disminuir mi martirio, continué mirando mi vídeo.

Su risa exagerada estuvo a punto de causarme otro ataque al corazón, pero tuve que controlarme, no quería que mi madre se diera cuenta de la verdadera razón. Intentando agarrar aire, se tomó el dobladillo de la camisa gris que llevaba puesta, vi su rostro rojo ante el ataque de risa y con una mano se sostuvo el estómago como si eso fuera a aliviarle el dolor.

Inconscientemente sonreí; Christopher Robert Evans se había convertido en mi todo después de aquel último trágico día, verlo me alegraba demasiado, hacía que se me olvidara el resto del mundo, yo era su más grande fan, él era el mundo entero para mí. Su sonrisa resplandeciente, su cabello rubio, sus orbes color azul y aquel rostro angelical, me habían salvado años atrás de la depresión en la que se había sumido mi vida. Sin él saberlo, le debía demasiado.

Entre máscaras  y corazones  rotos || Chris Evans (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora