El cielo gobierna sobre todos los seres sobrenaturales, una dictadura a la que no ven fin.
La resiente aparición de el príncipe Leviatán en el infierno reclamando su puesto llega a oídos de los ángeles.
Aun no se sabe con certeza el como lograron sa...
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Ya había terminado el baile, las parejas se iban retirando de la pista y Corvus y Leila no eran la excepción.
— Creo que tomaré un poco de aire, tantas vueltas me he mareado un poco — Fingió estar mareada colocando una mano es su cabeza dirigiéndose a la salida.
— Te acompaño, y así ya aprovechamos a hablar — La sujeto un poco para darle apoyo hasta salir del recinto.
Isabel los observaba desde la salida, al ver que se aproximaban se apresuro a ocultarse.
Al salir los invadió una brisa salina refrescante producto del oleaje nocturno de las islas griegas.
La castaña se recargó un poco en las barandas del lugar mientras respiraba el aire puro, Corvus por otra parte tenía se mano posicionada en la espalda de Leila en la cual hacia movimientos suaves en señal de apoyo.
— ¿Cómo has estado? — A Leila le resultaba difícil iniciar con la conversación ya que era una persona desconocida para ella pero aparentemente para él no.
— Eh tenido mejores tiempos, conforme van pasando los años todo se va haciendo monótono — Su mirada fue a parar en los ojos de Leila, juró que pudo reflejarse en ellos inclusive por la poca luz de la noche.
— Lo comprendo perfectamente, la verdad no recuerdo mucho sobre ti — Puede que sea ésta una forma de recordar, no sabía por que pero algo dentro de ella le llamaba a confiar en él.
— No sé lo que te haya pasado en estos meses pero sea lo que sea, para eso estamos, para apoyarnos, como te dije la primera vez, te ayudaré — El pelinegro la envolvió en sus brazos haciéndola recordar cuando la abrazó por primera vez.
El aroma del perfume del chico le recordó más fragmentos de su memoria, algunas pocas escenas fugaces de lo que habían pasado juntos. La castaña solo pudo pasar saliva mientras pasaba sus brazos por la cintura del contrario de una forma temerosa.
Era la primera vez que ella le correspondía un abrazo, regularmente se quedaba estática al no saber como reaccionar, poco a poco iba recordando más cosas del pasado, como había pasado casi un año a su lado, el cariño que sentía por él que no reflejaba.
Ambos se quedaron en esa posición por unos minutos hasta que Leila se separo, la mayoría de su memoria se encontraba poco lucida pero ya sabía un poco más de Corvus y lo que habían hecho, él no era el enemigo, fue como si por fin esa venda que tenía en los ojos se desvaneciera en la nada junto al aroma del pelinegro.
Isabel salió de su escondite acercándose a la pareja de manera sigilosa, con su codo proporcionó un golpe al leviatán que le hizo perder la estabilidad del momento, realizó una maniobra en combinación con su rodilla haciendo que quedara tendido en el suelo.
Colocó su espada en el cuello del leviatán aprisionándolo contra el cemento con su rodilla, su agarre era firme y decidido, cuando se propuso incrustar la afilada cuchilla en el cuello del hombre otro filo se posicionó en la barbilla de la rubia.
— ¿Qué demonios estas haciendo? — La vista de Isabel iba de Corvus a Leila y viceversa.
— Estoy haciendo lo correcto, él no es el enemigo — La mirada profunda de Corvus se colocó sobre ella.
— Estas en un error, son ordenes del cielo y debes de acatarlas, como guardia personal te lo ordeno — Recargo más su cuello contra la espada de Leila haciendo un pequeño corte para poner presión ante la castaña.
Leila colocó su mano libre sobre la cabeza de Isabel haciendo que una luz blanquecina brotara de ella, la rubia cayo inconsciente al suelo liberando a Corvus.
— Vete, yo me encargo de ella — Ambas manos de Leila se colocaron a los costados de la cabeza de Isabel emanando otra vez la luz.
— ¿Qué hay de ti? — Corvus trato de acercarse a ambas mujeres pero Leila lo detuvo con una mirada profunda.
— Yo te buscaré, en este momento le estoy borrando sus últimos recuerdos, debes irte — No tenía otra opción más que confiar en ella y eso ya lo hacia.
Cuando el pelinegro por fin se fue del lugar recargó a Isabel en la pared más cercana, ahora lo que le quedaba hacer era una excusa.
Era algo descabellado lo que había planeado Leila, solo esperaba que funcionara, tomo su espada y empezó a hacerse cortes como si viniera de batalla, uno que otro en los brazos al igual que empezaba a untar su propia sangre por su rostro.
Sujetó la hoja afilada con sus dos manos y la agarró fuertemente entre ellas provocando cortaduras y que su sangre fluyera por toda su espada.
Adolorida se repetía que esto solo era por poco tiempo ya que cuando Isabel despertara se podría curar y acabaría el sufrimiento, solo se tumbo en el suelo con sus ojos cerrados esperando a que despertara.
— ¡Leila! — La rubia se despertó a los minutos y se aproximó a la castaña mal herida — Rayos — Empezó a curar las lesiones de la castaña con sus dones angelicales.
Lentamente la sangre volvía al cuerpo de Leila y sus cortadas cerraban milagrosamente.
— Leila, reacciona — Isabel la movió por los hombros en busca de alguna respuesta de su parte hasta que abrió los ojos lentamente — ¿Qué a pasado? — su voz volvió a ser autoritaria.
— ¿Es que acaso no ves? esta claro que se a ido — Fingió dificultad para ponerse de pie por los acontecimientos.
— Eres una inútil — Una cachetada fue lanzada de parte de Isabel a la opuesta haciendo que la castaña solo apretara la mandíbula — Debí de haber traído a alguien más eficaz, es obvio que fue una equivocación traerte — Se giró para irse del lugar dejando a Leila solo en su lugar.
De solo recordar la acción anterior de la rubia hizo que su enojo aumentara y sus ojos despedian la luz habitual de un azul muy brillante al par que apretaba aun más la mandíbula si eso era posible.