El cielo gobierna sobre todos los seres sobrenaturales, una dictadura a la que no ven fin.
La resiente aparición de el príncipe Leviatán en el infierno reclamando su puesto llega a oídos de los ángeles.
Aun no se sabe con certeza el como lograron sa...
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— Estaba empezando a pensar que no me encontrarías — Corvus se encontraba parado el filo de la terraza viendo el oleaje que producía el mar Egeo — Pero siempre encuentras a las personas, es algo que me quedo muy en claro en el pasado — Su vista se dirigió a Leila quien guardo sus alas.
— Todo se puede con un poco de ayuda — Le costo unos días encontrarlo —Puedes llegar a ser muy escurridizo, leviatán — Su memoria no había regresado del todo y eso le empezaba a frustrar.
— Tengo que hacer referencia a mi especie, si no que clase de serpiente sería, sin duda una muy fácil de encontrar — Su tono de voz era calmado con un toque de burla en ella — Eres una especimen muy rara, Ave — Se aproximo a ella, la extrañaba demasiado, se había preguntado el como saldría de su última situación.
— Necesito saber que es lo que me ocurrió, no tengo memoria de el último año de mi existencia y tal parece que vienen cuando estas cerca — Se cruzo de brazos para tratar de protegerse de cierta manera.
Sentía que los ojos de Corvus podían ver más allá de ella, como si calaran en la superficie de su alma dejando una sensación corrosiva a su paso, de cierta manera se sentía indefensa ante él.
— Eso lo podemos arreglar — Su presencia entro en el espacio personal de Leila haciendo que retrocediera un poco — Deberías saber que yo no te haría daño nunca — Colocó su mano sobre la mejilla de la castaña para acariciarla con su pulgar y provocando que cerrara los ojos.
La mezcla de sentidos que tenían ambos era algo nuevo, Leila se encontraba perdida en el tacto del pelinegro al igual que con su aroma que lo caracterizaba y la voz baja del chico acompañando todo.
Corvus estaba de alguna manera hipnotizado por como reaccionaba la castaña, el sentimiento de tenerla cerca después de meses, encontrar esa luz que lo sacaba de la oscuridad e iluminaba todo a su paso, después de éones estando solo al fin encontró a alguien semejante a él.
Sus rostros se acercaron hasta casi llegar a rozar sus narices, Leila abrió sus ojos al sentir su presencia más cerca, desvió su vista a los alrededores tratando de evitar la mirada del pelinegro hasta que conectaron sus ojos, ambos jurában que se podían ver reflejados, lo más profundo de sus seres, sus almas.
Temerosos acortaron la distancia que los separaba para juntarse en un beso tranquilo, sin preocupaciones, solo eran ellos dos, en ese momento no importaban los demás, Leila empezó a recordar todo lo vivido desde que lo conoció, el como sus ojos se encontraron la primera vez en ese Bar de Light Town.
Leila rompió el beso sin más, en su mente algo le decía que estaba mal, no debería de hacer eso, ni siquiera sentir esas cosas, los ángeles no fueron diseñados para eso.
— No puedo hacer esto — Aumentó más la distancia entre ellos dejando a Corvus confundido.
— Es que acaso no lo ves, juntos podemos lograr grandes cosas, somos un gran equipo, estando juntos crecemos como personas, nuestras almas brillan con intensidad — Trato de tomar a Leila del brazo para posteriormente ser retirado por ella.
— Ese es el problema Corvus, no somos personas, somos seres sobrenaturales, tu eres un leviatán y yo un ángel, nuestras especies están en guerra, no somos como los mortales, se supone que yo no debo de sentir esto al igual que tu, solo eres una serpiente escurridiza — Leila sabía que estaba exagerando la situación, no quería decir esas cosas pero era mejor alejarlo por lo que pudiera pasar.
— Nosotros también tenemos derecho a sentir, sabemos la verdad sobre la guerra, solo lo hacen para dañar a la otra especie, y lo de serpiente puede que sea cierto, pero si yo soy una tu eres un ave con sus alas majestuosas — La voz del pelinegro era áspera debido a lo antes dicho por Leila.
— Corvus la guerra esta a la vuelta de la esquina y no quiero tener que sufrir por poner mis sentimientos de por medio — Tomo una bocanada de aire para después soltarlo en un suspiro.
— Tratas de protegerte a ti, pero que hay de mi, no puedes negar que ambos sentimos cosas por el otro, me doy cuenta por tus acciones y pequeños detalles — El leviatán no podía apartar la mirada de la castaña quien ahora se encontraba más tranquila y seria.
— No me interesan los demás, lo importante es la misión principal — El corazón de Leila se estaba rompiendo en pedazos aunque por fuera se viera decidida.
— Tenía razón Mary, respecto a tu persona, y yo que creí que exageraba las cosas, ya veo que todo era apegado a la realidad, solo déjame decirte algo Lyra, algunas serpientes pueden comer aves — La mirada de rencor que proporcionaba a la chica hizo que apartara la vista.
— Y algunas aves pueden comer serpientes — Desplegó sus alas y prendió vuelo hacia el horizonte.
Corvus se dejo caer en el suelo tratando de tranquilizarse ya que sus garras empezaban a aparecer, Leila por otra parte descendió a las afueras de la isla, tenía lágrimas acumuladas en sus ojos y no pudo evitar que una se le escapara y chocara contra el suelo.
De la lágrima que toco el suelo nació un diente de león que resplandecía de un blanco sin igual, lo tomo entre sus manos y lo rompió, sus ojos empezaban a cambiar a un azul celestial, tenía que calmarse, ella también estaba perdiendo el control.
Sentía el corazón roto y en su mente solo re repetía la escena de Corvus y ella vivida hace unos minutos, no estaba segura si sentía de verdad algo por él, pero viendo el como se encontraba solo una pregunta llego a su mente.
¿Eso será amor? Porque no le gustaba el como se sentía ahora después de lo ocurrido. ¿De verdad estaba enamorada de Corvus?