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Era el día de descanso de Dojun Kengo. ¿Qué haría normalmente? Claro, visitar a su inválida madre que se encontraba en el hospital como cada dos días tenía la oportunidad de hacerlo. Iba muy bien arreglado, mostrando las cicatrices en su rostro aunque luego las ocultaba con un par de lentes oscuros pero pareciera que las personas con las que se encontraba, ya estaban acostumbradas a ver pasear a un monstruo como él. Poniéndose aquel brazo falso del que solo podía sentir lástima, estaba tan frio al ser de metal junto con otro material para que fuera más flexible. Movía sus dedos, movía su muñeca y movía un poco su brazo, aunque ya no suele utilizar ese brazo pero aún así, se trataba de un mal recordatorio que solo le traía dolor. Hace unos años, era un hombre completo, era un hombre feliz con su madre, con una excelente carrera, con un excelente futuro y ahora, ahora solo se convirtió en ese ser después de aquel horrible accidente. Aunque era más doloroso, el ver a su madre acostada en aquella cama, sin la posibilidad de hacer algo más por ella. De vez en cuando salía de ese lugar en una silla de ruedas que había sido creada para su condición, le mostraba aquel mundo alrededor y solo le preguntaba el día en el que al fin podría salir de aquel tormento. Estaba aburrida de ver las mismas paredes blancas de su habitación y no poder ver más colores.

¿Qué era lo que le contestaba siempre? Mentiras tras mentiras. Al igual que todos, se estaba cansando de todo ello pero era la única manera de poder controlar todo el asunto sin que este, decidiera salírsele de las manos.

--Muy pronto mamá --Sonreía para no hacerle ver aquella tristeza, aquel dolor, tocaba sus manos aunque estas no las pudiera mover, ella podía sentir.-- Te juro que muy pronto podremos salir juntos de este lugar y te llevare a conocer los lugares más hermosos de los que puedes imaginar

--¿Volveré a ver a las personas que me conocen? --Ella siempre hablaba con una gran sonrisa en su rostro al imaginar aquel hermoso pasado donde conoció a todos aquellos jóvenes que se convertirían en el futuro.-- ¿Los volveré a ver a todos ellos? Estoy realmente nerviosa que me vean en esas condiciones

--Ellos están ansiosos de volver a verte --Acariciaba su cabello, le otorgaba un suave beso en su frente.-- A ellos no les importara el cómo te veas, ellos siempre van a querer a la joven que siempre les ayudaba con pequeñas cosas

Era una total desgracia que le oculto de igual manera. Que todos aquellos jóvenes investigadores que había conocido en su juventud, ahora la mayoría se encontraban muertos y otros más desaparecidos. Lo único que quedaba de aquellos energéticos jóvenes, eran sus hijos que solo buscaban un porqué de todos aquellos sucesos de su joven e inexperta vida. Él porque sus padres habían muerto y ellos quedaron abandonados a su suerte, aunque no tanto al ser observados y guiados por Kogami Kiyoshi, aunque fuera a la lejanía pero aún así, protegía a esos niños que se convirtieron en jóvenes, justo como lo que haría con su propio hijo. Siendo solo unos niños que lo que más esperaban, era tener a sus padres a su lado para cada momento pequeño pero importante de su vida. Recordando aquel dolor de aquellos jóvenes, era imposible no recordar su propio dolor. Se veía en aquellos jóvenes que reían y bromeaban. Que solo querían disfrutar de la vida pero ahora con tanto riesgo, era justo y necesario el estar pendientes de todo lo que pasaba. Era lo que tenía que hacer, era a lo que estaba obligado a hacer.

Antes de entrar al hospital. Soltaba un gran suspiro, ese día, evitaba oler a cigarro. Dejaba aquel peso de sus hombros en aquellas puertas para poder entrar con una sonrisa. Para poder entrar siendo otro hombre. Uno que sonríe a todo el mundo, uno al que no tiene miedo de lo que suceda a su alrededor aunque nunca dejara de ver de reojo, si algo está mal, siempre estaba atento. Su entrenamiento le permitía eso. Se dirigía a paso lento después de saludar a todos aquellos doctores y enfermeras que conocían a su madre y que se encargaban de atenderla. Realmente agradecía al profesor Kiyoshi que le ayudara en esos asuntos. Al haber sido un joven que no sabía qué hacer en ese momento, fue Kogami Kiyoshi quien se presento ante él. La mistad que tenía con su madre, era algo importante para él. Fue el único que le ofreció su mano para poder ayudarle en todo lo que fuera necesario mientras él se acomodara a esa nueva vida.

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