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Ryoken suspiro en el momento que de aquella máquina expendedora, le otorgaba la botella de agua que la chica necesitaba para poder tomar sus medicamentos, inmediatamente se agacho para poder tomarla. Volvió a meter unas monedas en la maquina y después de poner el código, para él, cayó una lata de café, volvió agacharse y tomarla con cuidado. Estaba tan metido en sus pensamientos que no se había dado cuenta, que una persona más era la que quería utilizar aquella máquina expendedora, solo movió su cabeza de un lado, se disculpaba con la persona que se encontraba a sus espaldas, mientras empezaba a caminar a su lugar. Alzo la mirada para poder encontrarse con la chica, desde que llegaron, solo se había mantenido en silencio, mirando el piso y arrugando su falda.

--¡Alguien, ayúdenme!

Fue lo que escucho en el momento que salió del hospital pero al no encontrarse con ella, solo siguió caminando hasta que escucho los gritos de la chica. Se detuvo un poco paralizado al momento que vio las manos de sangre de la chica, aquellas lágrimas que bajaban de aquellos ojos esmeraldas que se notaban tan opacos que por un momento, pensó que había regresado en el tiempo donde la chica fingía no tener ningún sentimiento. Salió de aquellos pensamientos en el momento que ella alzo la mirada para verle, casi le imploraba que hiciera algo por su compañero canino.

--¿Yusa?

--Por favor Ryoken, no quiero perderlo

Aquellas palabras que dijo con tanto dolor en su corazón, algo que dentro de Ryoken, le hizo reaccionar en el momento, sacar su celular y llamar al único numero que sabía, le podría ayudar en ese momento. Ella sufría por Ai, el cual, el can solo se encargaba de chillar, resoplar y mirar con atención a su alrededor aún cuando la chica le pedía que no se moviera y trataba de presionar un poco la herida aunque este empezaba a chillar con más fuerza y provocara, que todos los presentes empezaran acercarse a ver qué estaba pasando. Fue lo que puso un poco más tensa a Yusa y Ryoken pudo apreciarlo. Coloco su mano en su hombro en el momento, que un automóvil llegaba y se acercaba a ellos, lo que provoco, que todas las personas se dispersaran para que pudieran dejar pasar al vehículo de emergencia veterinaria. Gerome fue el que salió de aquel vehículo junto con alguno de sus asistentes, inmediatamente y con mucho cuidado, se acercaron al can que no paraba de gruñir mientras intentaba pararse y defender a su dueña.

--No te harán nada Ai --Fue lo que le susurro su dueña.-- Solo quieren revisarte, solo van hacer eso

--Deberíamos ir nosotros también --Aconsejo Ryoken.-- Tranquila, Gerome es muy bueno en lo que hace, Ai se salvara

Ante aquellas palabras, el can se relajo aunque casi muerde a uno de los asistentes por cargarlo y ocasionarle dolor, aunque prefirió relajarse y sentir las caricias que su dueña le estaba dedicando en su cabeza. Inmediatamente, Yusa siguió aquellos hombres, no quería alejarse de su perro, no quería estar lejos de su compañero. Fue así como Ryoken le siguió, cargando su bolso e ir con ella. No quería dejarla sola y en ese estado, no se lo podría permitir, no otra vez. Quería estar a su lado en todo momento.

Cuando llegaron, a ella no le permitieron entrar a uno de los cubículos, tenía que esperar en la salita de espera aunque primero, tenía que limpiar aquellas manos de sangre y un poco su ropa, lo más que se pudiera limpiar. Como si se tratara de una niña pequeña, la dirigió hacia el baño para poder ayudarle a limpiarle las manos. Yusa solo se dejo manipular, ni siquiera le importaba lo que estaba haciendo. La escuchaba llorar en silencio, aunque al final no le importo y la abrazo aunque sus manos se encontraran húmedas, sintiendo, como ella le devolvía el abrazo y lloraba con más fuerza. Soltando aquellos quejidos de dolor, sintiendo como tomaba su ropa con fuerza. Ryoken en ese momento, acaricio con suavidad su cabello, otorgándole suaves palmadas en su espalda, besando su frente, besando su cabeza. La separo un poco de sí y le otorgo suaves besos en su rostro hasta que al final llego a sus labios y pego sus frentes. Le consoló en todo momento hasta que decidieron, ir a la sala de espera y sentarse. Ella se quejo un poco mientras subía su mano a su abdomen, le molestaba un poco que fue él quien se ofreció a llevarle algo de beber.

No volveré a perderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora