Capítulo 18

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La oscuridad se cernía sobre ellos, tan abrumadora que Soonyoung sintió la necesidad de conjurar los rayos de sol como había aprendido. El silencio era absoluto, parecía que la naturaleza sabía el peligro al que se enfrentaban y se había detenido para ellos. En cuanto llegaron al lugar que la espía les había indicado, Seungcheol les hizo una señal y se dividieron por grupos, Soonyoung, Seokmin y Jun observaban el espacio rocoso en el que se encontraban la cueva, mientras Seungcheol, Minghao y Seungkwan vigilaban el lateral derecho y Joshua y Vernon el izquierdo.

Estaba todo preparado, solo tenían que esperar al momento adecuado y entrarían, adentrándose en lo desconocido. Esperaron pacientemente a que el reloj marcase la hora adecuada y Soonyoung generó una pequeña chispa de luz. A su señal, Wonwoo, Jihoon, Jeonghan y Chan se acercaron con sigilo a la entrada principal, la distancia que les separaba de Mingyu era casi inexistente ahora que habían llegado y debían luchar contra la impaciencia para no cometer errores.

El futuro dios del inframundo cerró los ojos y unos instantes después, una pequeña llama azul cubría su mano e iluminaba imperceptiblemente los alrededores. La cueva se extendía más allá de lo que alcanzaba su vista y con un movimiento de cabeza, dejó paso a Chan para que iniciase el camino. El discípulo de Artemisa observaba su alrededor buscando alguna pista o sonido que le condujese hacia Mingyu. Tras ellos, Jeonghan y Jihoon estaban preparados para acabar con quien se pusiese en su camino.

Sin embargo, no había nadie. Era como si le estuviese abriendo camino, conduciéndoles directamente hacia su objetivo. Wonwoo y Jihoon se miraron, habían tenido la misma sensación de incomodidad.

— Tened cuidado —Susurró sin dejar de observar a su alrededor—. Puede ser una trampa. Está demasiado tranquilo.

Se sostuvieron a la pared de roca para iniciar el descenso y el frío comenzó a volverse cada vez más intenso, calando sus huesos y provocando que sus dientes castañearan. Se había acostumbrado al inframundo, a las cuevas profundamente excavadas en la montaña y al descenso hacia las profundidades, pero allí se sentía como en casa. Aquí, no podía desprenderse de la sensación de que algo iba mal, que estaban caminando directamente a su tumba. «Bueno, al menos ya sé dónde iré si muero», pensó sin querer dar media vuelta.

Llegaron a un corredor estrecho que conducía a diferentes estancias cerradas por puertas de hierro, tan negras como la oscuridad que les rodeaba. A su alrededor, pequeños ojos rojos observaban desde la lejanía, murciélagos que descansaban como guardianes silenciosos.

— Está aquí —Susurró Chan, deteniéndose de golpe—. Puedo sentir su presencia.

— No puede ser posible que lo dejen sin vigilancia... —Comentó Jihoon con suspicacia, colocándose por delante de los demás en una posición táctica—. Jeonghan y Wonwoo, vosotros id revisando las puertas de la derecha —Dijo después de calcular cuál era la mejor opción para continuar con su misión—. Nosotros revisaremos la izquierda. Tened cuidado.

Wonwoo asintió y se dirigió hacia la primera puerta seguido de Jeonghan. No dejaba de recordarse una y otra vez que no estaba muerto, que si lo estuviese podría detectarlo, que daría con él vivo y podrían actuar para ayudarle con lo que le hubiesen hecho. Sin entrar, el nuevo dios apoyaba la mano en cada puerta y cerraba los ojos, provocando que sus nervios se disparasen. Su lado racional sabía que estaba ayudando, pero sus nervios no le permitían ser paciente.

El mundo se detuvo cuando oyó el leve quejido que provenía de una de las puertas que aún no habían revisado. Se dirigió allí sin esperar a su amigo le siguiese. En el fondo de su alma sabía que ese ruido era de Mingyu, que ese sonido de dolor no podía ser de nadie más. Aceleró sus pasos y se detuvo al escuchar su voz, sintiendo como su corazón se aceleraba.

¿Quién dijo que ser dios fuera fácil? (Seventeen) #Wattys2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora