Chan decidió dejar libre a Minghao después de que Artemisa se lo ordenase, pero no iba a dirigirle la palabra hasta que se olvidase de lo que le había hecho. Ni siquiera iba a permitir que se explicase, no quería oír excusas baratas. Por eso, durante el desayuno se sentó en la silla más alejada del discípulo de Eros y decidió permanecer en silencio mientras comía. Su intención era no fijarse en Seokmin, sin embargo, no pudo evitar dirigirle la mirada cuando su risa resonó por todo el comedor. Estaba hablando con Jeonghan, demasiado cerca para tener una conversación normal. El discípulo de Afrodita parecía resplandecer más que de costumbre como si hubiese dejado salir sus poderes a propósito. El aire parecía cargado de una tensión que solo se podía resolver de una forma que, aunque no quisiese admitirlo, no le gustaba.
— Te puedo enseñar un par de movimientos nuevos si quieres —La sonrisa de Seokmin era tan resplandeciente que parecía haber olvidado lo mucho que le había dolido las palabras de Chan. «Que rápido superan algunos las cosas», pensó con el ceño fruncido.
— Me vendría bien, estoy un poco oxidado con la lanza —Jeonghan parecía más dulce de lo habitual, un ángel caído del cielo, pero a él no le engañaba. Era uno de los más fuertes, todo aquello era un numerito para estar a solas con el discípulo de Dionisio.
— Chan... —Le llamó la atención Seungkwan, obligándole a apartar la vista de ellos—. Sea lo que sea, la cuchara no tiene la culpa.
Observó lo mismo que estaba mirando su amigo y se dio cuenta de que había apretado tanto la cuchara que se había empezado a doblar. La soltó, molesto, haciendo que retintinease contra la mesa y todos sus compañeros dejaran lo que estaban haciendo para mirarlo. Avergonzado, bajó la mirada a las tortitas de su plato, pero no tenía ganas de seguir comiendo. Seguía escuchando la risita de Jeonghan y el coqueteo de sus palabras que le revolvían el estómago.
Se levantó de la mesa sin preocuparse mucho por lo que pudieran pensar sus compañeros y se marchó, deseando estar solo con sus pensamientos. Sin embargo, nadie iba a concederle ese deseo y Jun lo interceptó justo cuando iba a salir a los jardines para esperar a que Artemisa acabase. Se giró hacia él con mala cara, pagando con él toda su frustración. «¿No eras tú el que no quería a Seokmin en su vida y decía que era un error? Pues bien, ahí lo tienes, una preocupación menos», pensó mientras se cruzaba de brazos y esperaba a que su compañero le dijese que quería.
— ¿Sabes de lo que me he enterado? —Se apoyó contra el marco de la puerta, sonriendo con elegancia como si no le molestase que Chan quisiese arrancarle la cabeza a su novio—. Al parecer, Seokmin y Jeonghan han decidido tener un entrenamiento privado. A las cinco han quedado en el lago. Me apuesto lo que quieras a que acaban juntos antes de esta noche. Bueno, supongo que no te importa ¿No? Perdona que te haya molestado para un cotilleo que no te interesa.
Antes de que pudiese replicarle, se dio media vuelta y lo dejó allí, mirándose las manos con resignación. Fingió que no le dolían sus palabras, que no comenzaba a arrepentirse de cada una de las palabras que le había dedicado y que no echaría de menos las conversaciones que le había demostrado que sabía tener. Por eso continuó entrenando como si nada, dejando que la diosa le regañase constantemente por estar distraído y se marchó a comer sin haber prestado demasiado atención a lo que le decía.
A las cuatro subió a su habitación y se tumbó en la cama, diciéndose a sí mismo que le daría vía libre a Seokmin porque era lo mejor para los dos. Él no quería nada y era mejor que el discípulo de Dionisio continuase con sus ejercicios de cama en cama. Era lo correcto, no tenían nada en común. Miró el techo y recordó verle con su libro, lo mucho que le llenó la conversación que tuvieron y como el día anterior había estado contándole el mito detrás de Medusa para alejarle de la preocupación por Mingyu.
ESTÁS LEYENDO
¿Quién dijo que ser dios fuera fácil? (Seventeen) #Wattys2020
FantasiaLos dioses del Olimpo están cansados. Después de librar batallas durante años y cambiar el destino de la humanidad, necesitan unas merecidas vacaciones, pero ¿Cómo pueden hacerlo si el equilibrio del mundo depende de ellos? Trece jóvenes sin una apa...