Capítulo 21

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Quizás habían pasado un par de minutos, tal vez solo hubiesen sido unos segundos, pero Mingyu sentía que llevaba una eternidad observando el interior de la caverna. Él, el hombre más dulce que había conocido y que compartía sus recetas con las moiras cuando creía que nadie le prestaba atención, había tenido que ser encerrado en uno de los lugares más seguros del mundo, el paso anterior a acabar en el Tártaro. Los barrotes estaban diseñados de un metal inquebrantable que se extraía del río Estigio y solo los más poderosos, aquellos con el poder de enfrentarse a los dioses, podían escapar de allí.

Con un nudo en la garganta y las lágrimas deslizándose por sus mejillas, Wonwoo se abrazaba a sí mismo. Se sentía desesperanzado, asustado e impotente. La rabia continuaba bullendo en su interior, pero el cansancio y la tristeza estaban ganando la batalla. Debía regresar con los demás, explicarles lo que estaba ocurriendo con Mingyu, al menos lo que él era capaz de adivinar, pero no tenía la fuerza suficiente para enfrentarse a los demás. ¿Con qué derecho iba a mirar a Chan y decirle que podría haber evitado que aquello llegase tan lejos si no se hubiese mentido a sí mismo? Ni siquiera era capaz de afrontar el odio que le profesarían a su amigo, no estaba preparado para discutir con ellos si merecía o no seguir vivo, si había una forma de encontrar una solución o no.

— Wonwoo.

Dio un pequeño salto al escuchar la voz de Hades tan cerca, suave y reconfortante, sin el deje de hastío que solía caracterizarle, pero no contestó. Sobre sus hombros apareció una gran túnica, más cálida de lo que podía aparentar y tan oscura como las profundidades del inframundo. Unas manos comenzaron a frotarle los brazos consiguiendo que entrase un poco de calor.

— Wonwoo, mírame —Alzó la vista y se encontró con su maestro que le miraba con profunda tristeza—. A veces, tenemos que librar batallas para las que no estamos preparados y tú estás luchando en esta mejor de lo que lo haría yo —En una situación normal, Hades añadiría algún comentario del tipo "no hemos tenido esta conversación", pero esta vez no dijo nada. Su discípulo lo necesitaba y él le daría todo el confort que el rey de los muertos podía darle—. Buscaremos una solución, los dioses y yo nos reuniremos ahora mismo para ver que podemos hacer, pero haremos todo lo posible para que no pase más tiempo del necesario aquí.

— Tengo que... —Su voz se quebró al pensar en lo que tenía que afrontar allí arriba.

— No tienes que hacer nada por hoy. Cerbero cuidará de Mingyu, Poseidón hablará con los demás discípulos y tú descansarás para recuperarte —Ante la mención de la recuperación, las heridas que había conseguido mientras luchaban comenzaron a dolerle. Sin embargo, temía regresar a su habitación por si él le necesitaba—. Sigue ese pasadizo, atraviesa el jardín de Perséfone y encontrarás una puerta que conduce directamente a nuestra habitación —Le dijo anticipándose a lo que iba a decirle para no tener que marcharse—. Si ocurre algo, estarás lo suficiente cerca para que te des cuenta.

— Pensé que tu cuarto estaba en el Olimpo —Comentó, tratando de concentrarse en otra cosa que no fuese el cuerpo herido de Mingyu, tumbado sobre el frío suelo de piedra.

— Esos dioses inútiles no me dejan ir al Olimpo, esa es la habitación que les obligué a construir para cuando Perséfone está en la superficie. Ahora, con esto de estar entrenándoos, me han permitido vivir allí y le pese a quien le pese, no voy a decir nombre —Fingió una tos con la que dijo: "Demeter" y continuó hablando como si no hubiese pasado nada—. Cuando te conviertas en dios, esa será tu hogar y este —Abarcó todo lo que se veía a su alrededor—. Tu reino. Es buen momento para que vayas acostumbrándote. Yo me encargaré de todo, te lo prometo, no dejaré que nadie que no seas tú o Cerbero se acerquen a él.

¿Quién dijo que ser dios fuera fácil? (Seventeen) #Wattys2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora