Si Soonyoung tuviese que describir una pesadilla, empezaría con una calle solitaria en un barrio de las afueras y cuyas sombras parecían dispuestas a engullirte, la misma calle en la que había sido llevado. Eros caminaba a su lado sin importarle que el apretón que le daba a su brazo fuese cada vez más fuerte conforme el miedo crecía en su interior. Se había limitado a sonreír como si la situación le estuviese divirtiendo y a seguir paseando mientras buscaba algo que no podría ser mejor que las vistas ante él.
— ¿Por qué me traes hasta aquí? —Susurró, temiendo que su voz atrajese a algún delincuente—. No entiendo qué está pasando.
— Tienes a todo el mundo preocupado y yo me he cansado de esperar. Si no quieres abrir los ojos solo, te los abriré yo —Confesó con seriedad, provocando que el mal presentimiento que había sentido al verle en su cuarto empeorase—. Vas a poner a todos en peligro si sigues así y no lo voy a permitir. Es hora de que veas lo que siempre has ocultado para que comiences a avanzar —Señaló hacia un portal que le resultaba demasiado familiar, pero no podía ubicar—. ¿No te suena? Piensa, Soonyoung, piensa ¿Qué es esa puerta?
Se separó de él con un tirón, quitándole el único soporte que había tenido, y se quedó mirándole con los brazos cruzados. No sabía de que se trataba todo esto. ¿Por qué debería saber qué es esa puerta? Observó mejor el edificio, las sombras que se cernían sobre él y las ventanas cerradas a cal y canto. Había visto antes aquel lugar, pero ¿Dónde?
«¿Llegas tarde otra vez? Estoy empezando a pensar que lo estás buscando, que quieres que te castigue», la voz que le atormentaba últimamente volvió con el recuerdo de un niño llegando a casa para encontrarse con la furia de su padre. Dio un paso hacia atrás, negando con la cabeza. Ese lugar... No quería recordarlo, no podía hacerlo. Intentó dar media vuelta, pero Eros no le dejó.
— Míralo bien, Soonyoung ¿Quién vivía allí? —Las manos se apretaban con fuerza en sus hombros, reteniéndolo frente al portal.
— Y-yo —Reconoció al final mientras volvía a escuchar su voz: «Si no sabes cumplir con tus obligaciones, no tienes derecho a jugar». Podía escuchar con claridad el ruido que hacían sus pocos muñecos al romperse, de las piezas cayendo sin control, inservibles—. No hagas esto, no lo hagas, por favor.
— Lo siento, Soonyoung, pero no hay otra opción. No hay tiempo para tomarlo con calma.
En un instante, la calle a su alrededor desapareció y se encontró en el interior de una casa que había visto en cada una de sus pesadillas. Las botellas de alcohol se agrupaban en rincones, vacías. La señal de que Soonyoung debía correr, no podía estar allí mientras había bebida en el suelo. Su mirada se posó, asustado, por los cuadros de las paredes, obras de arte que se habían convertido en el recordatorio de lo que allí había pasado.
Intentó zafarse de nuevo, pero fue incapaz. Un dios siempre sería más fuerte que él, un inexperto discípulo que continuaba siendo humano. «Soonie, ¿Dónde estás cariño?», su madre volvía a buscarlo, pero el se había escondido debajo de la cama. Esta vez, no quería jugar. Si su padre lo descubría vestido como las muñecas, él sería el que saldría perdiendo. «Eres un inútil, no sabes hacer nada ¿Y tú quieres ser mi hijo?», su padre rompió en pedazos el dibujo que había hecho en clase, tirándolo en el suelo como si fuese un completo desperdicio. «Jihoon se cansará de ti, encontrará amigos mejores y te dejará atrás», recordaba gritar, decirle que él no se cansaría. También recordaba el frío y la oscuridad mientras esperaba a que su castigo pasase, atrapado en el armario como hacían cuando se cansaban de él o querían que aprendiese la lección. «Está muerta por tu culpa, no mereces vivir».
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¿Quién dijo que ser dios fuera fácil? (Seventeen) #Wattys2020
FantasiaLos dioses del Olimpo están cansados. Después de librar batallas durante años y cambiar el destino de la humanidad, necesitan unas merecidas vacaciones, pero ¿Cómo pueden hacerlo si el equilibrio del mundo depende de ellos? Trece jóvenes sin una apa...