Capítulo 29

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Dedicado a PJ0904 

La oscuridad parecía espesarse conforme se acercaban a la zona de la montaña a la que les dirigía el caduceo. Después de un largo viaje y pocas horas de sueño, habían conseguido alcanzar su destino antes de lo previsto. A las nueve de la noche del día en el que todo terminaría, aunque ellos no lo supiesen, Wonwoo y Minghao se escondieron tras los árboles y aprovecharon esa misma oscuridad para conseguir no ser detectados. Observaron a prudente distancia como las criaturas de retorcidas formas custodiaban las entradas de la cueva. Analizando su patrón de movimiento y como podrían conseguir alcanzar el interior sin ser vistos. 

Con una simple mirada se pusieron de acuerdo como soldados bien entrenados. El príncipe del infierno cerró sus ojos, colocó las manos en la tierra y dejó que su energía se concentrase en aquellos que perdieron la vida en la montaña. Un oso rugió tras los árboles antes de que cuatro hombres, rifle en mano, apareciesen acompañados por el gran animal. Las criaturas en la puerta sisearon, colocándose en guardia y pronto se enzarzaron en una cruenta batalla. Con sigilo, esquivaron la lucha y entraron por una de las puertas libres. La distracción había sido suficiente para permitirles dar el primer paso. Ahora llegaba lo más difícil, conseguir alcanzar a Vernon antes de que una horda enemiga los atrapase.

Siguieron el bastón por los caminos correctos, deteniéndose a tiempo cuando sentían la presencia de más criaturas. Wonwoo, el único capaz de ver entre tanta oscuridad, iba dirigiendo el camino. No querían usar la luz para no atraer miradas indeseadas. Tendrían que aprovechar las circunstancias y exprimir lo que les daba más poder a sus enemigos. Cuando llegaron a un cruce, divisó dos figuras frente a una puerta de hierro forjado que parecía llamar a su guía. «Ya estamos ahí, aguanta, Vernon». Le hizo una seña a Minghao para que esperase donde estaba y se acercó hasta ellos tan silencioso como la noche. Antes de que los guardias pudiesen reaccionar, sus corazones habían sido destrozados por sus manos. Se limpió las manos en el pelaje de aquellos seres de pesadillas e hizo una pequeña llama para que su amigo supiese encontrarle.

El discípulo de Eros lo apartó para que le dejase ver la cerradura y con una maestría inesperada en él, la abrió.

— ¿Qué? ¿De verdad te crees que Vernon es el único que sabe estos trucos? —Sonrió al ver la expresión de Wonwoo iluminada por sus llamas—. Fui adolescente una vez —Le guiñó el ojo y entró con tranquilidad.

El discípulo de Hades le siguió hasta que se chocó con su cuerpo. Cuando levantó la vista, tuvo que tragar saliva. Alrededor de cada una de las celdas se amontonaban soldados enemigos que les dedicaron una risa que les heló la sangre. Tras los barrotes, Vernon permanecía con los brazos atados a la pared y rodeado por escorpiones. Cerca de él, Artemisa parecía mirarles con preocupación, sentada en el suelo sin apenas energía para moverse.

— ¿Estás preparado? —Preguntó Wonwoo, dejando que una sonrisa camuflase el miedo que sentía.

— Pensé que nunca me lo dirías —Le respondió Minghao con alegría—. ¡Qué empiece la fiesta!¡El rey ha llegado!

Con un rápido movimiento, sacó su arco y una flecha que voló hasta clavarse en el corazón de una de las criaturas. «Una menos, nos quedan 364», pensó con humor mientras avanzaba esquivando golpes y disparando. Wonwoo, por su parte, sacó el cetro y lo convirtió en una espada cuyo reflejo era azul. Bañada en las orillas del río de las lamentaciones, el cocito, invadía a sus enemigos de los gritos y llantos de las almas perdidas hasta que enloquecían. Una técnica que, tal y como le había explicado Hades, le ayudaría a conseguir una ventaja frente a sus enemigos.

¿Quién dijo que ser dios fuera fácil? (Seventeen) #Wattys2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora