Capítulo 3 (Parte 1)

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El lago, tan calmado que podía reflejarse en él como si fuese un espejo, parecía brillar bajo la luz del sol. A su alrededor, el verde parecía dominarlo todo con los altos árboles poblados de hojas y el prado cubierto por flores. Nunca había visto algo tan relajante como aquello. Sin ruido, sin contaminación, sin nadie arruinando el momento...

Mingyu cerró los ojos un segundo, deleitándose de la suave brisa y los rayos de sol acariciándole. Respiró profundamente, notando como sus pulmones se llenaban de aire fresco mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa brillante que podía competir con el sol. Por un instante imaginó que el mundo no se estaba derrumbando a su alrededor, que aquella locura de los dioses no estaba ocurriendo y que él no tenía la posibilidad de adquirir un poder que no había pedido.

— ¿Estás listo? —Preguntó Poseidón con profundidad, alejándole de su ensoñación.

— Supongo —Se encogió de hombros antes de guardar una mano en el bolsillo y mirarle con un leve rastro de miedo.

Por mucho que le hubiese estado hablando como un hombre bonachón que cuidaba a sus nietos y regaba las flores de su jardín, una parte de él no dejaba de recordar que aquel santurrón bonachón había hundido poblaciones enteras por capricho. «Y ahora me toca hacerlo a mí», pensó, pero la simple idea de hacer daño sin sentido le provocó nauseas. «No valgo para ser dios».

— ¿Por dónde empezamos? —Preguntó con curiosidad cuando vio que Poseidón se colocaba frente al lago y ponía las manos en su propia cadera, como si estuviese preparándose para estirarse.

Esperó pacientemente a que le dijese algo, pero el dios marino seguía concentrado en el lago y le ignoraba por completo. Sin saber que hacer, se colocó a su lado e imitó su posición, sintiéndose estúpido. «¿Y ahora qué?», se preguntó, buscando algo que le diese una pista. Poseidón dio un paso más cerca del borde y él lo siguió. Otro paso más y Mingyu volvió a repetirlo. Cuando estaban tocando el agua, el dios acuático agachó la cabeza, viendo su rostro reflejado con un interés extraño. Parecía detectar algo que escapaba de la comprensión del humano. Aun así, él también bajó la cabeza y se observó en el agua.

— Ahora.... —Dijo Poseidón antes de empujarle con su gran mano y lanzarle con fuerza al agua— A nadar —Fue lo último que escuchó antes de que su cabeza entrase en el agua y comenzase a patalear para mantenerse a flote.

Mientras Mingyu trataba de nadar sin mucho éxito porque una fuerza invisible tiraba de él hacia el fondo, podía oír la profunda risa del dios del mar. Se estaba divirtiendo a su costa, pero no le decía que debía a hacer, se limitaba a torturarle con corrientes de agua que le arrastraban de un lado para otro cuando alcanzaba la superficie y conseguía respirar. En un ataque de furia, algo estalló en su pecho y antes de darse cuenta, estaba de nuevo en la tierra, tosiendo y empapado.

Le lanzó una mirada de furia a Poseidón y este tuvo la decencia de dejar de reír. Le palmeó la espalda como si no hubiese estado a punto de matarlo con su poder y le mostró una sonrisa con todos los dientes, tan blancos que le deslumbraron.

—Muy bien hecho, chico, ni yo lo hubiese hecho tan rápido —Se acarició la barbilla, pensando por un segundo—. No, lo hubiese hecho mucho más rápido, pero me alcanzarás, vas por buen camino.

— ¿Qué...? —Entonces recordó que había pensado en que el agua le sacase de allí porque ya estaba harto. ¿Había sido él? ¿No le había sacado Poseidón del agua? — Pero...

— No me mires así, chico, ¿Pensabas que te había escogido de la noche a la mañana? —Poseidón le miró con la ceja alzada, sus brazos cruzados sobre el pecho—. Llevaba años vigilándote y con cada cumpleaños, he ido colocando un poco de poder en ti.

¿Quién dijo que ser dios fuera fácil? (Seventeen) #Wattys2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora