CAPÍTULO VEINTISIETE

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VALENTINA
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Después de asegurarme de que Juliana y su familia habían comido, salí del hospital. Para cuando llegué al apartamento de Sam, el sol casi estaba saliendo. Afortunadamente, me dijo una llave escondida para poder entrar, me dejé caer en el sofá sin decir una palabra más. No fue hasta que sentí que alguien me abofeteó la cara repetidamente que me desperté de nuevo, gimiendo.

—¿Qué pasó?

Una pequeña risa respondió. Mis ojos se abrieron y aterrizaron en la cara sonriente de Milo a centímetros de distancia de la mía.

—Oye, amigo.— Sonreí, acercándolo a un abrazo. —¿No sabes que no puedes despertar a la gente golpeándola?

—Traté de tocar tu hombro, pero el tío Sam dijo que te diera en el cachete.

—Tío Sam, ¿eh?— Me froté los ojos y me senté antes de estirarme. —Necesitas un sofá nuevo.

—Es un sofá cama, ¿sabes?

No, no lo sabía. No habría importado si hubiera sido una roca. Estaba tan agotada cuando llegué aquí que no me había importado dónde había caído. Miré a Milo. —¿Qué vamos a hacer hoy?

—¿Podemos ir al museo?

—¿No te llevó el tío Sam allí ayer?— Me paré, le fregué el pelo a Milo y caminé hacia el baño, llevándome la bolsa que había empacado para Miami.

—Quiere ir a la de la ciudad. Lo llevé al que está cerca.

—Hm.— Escupí pasta de dientes y me enjuagué la boca. —¿Cómo está el clima? ¿Y el parque? Podemos salir en canoa o visitar la biblioteca. ¿Has estado allí ya?

Milo corrió hacia el baño, moviendo la cabeza—¿Tenemos que estar callados allí?

—¿En la biblioteca? Sí.— Me reí. —¿Eso va a ser un problema?

Se encogió de hombros sin reparos, hizo una cara divertida, y se fue. Si no hubiera sabido que era mi hijo, eso lo habría delatado. Cuando terminé, me uní a mi hermano en la cocina.

—¿Cómo no lo sabías? Se parece a mí.— Miré a Milo, que estaba ocupado con un rompecabezas. Si fuera uno de los rompecabezas de Sam, le tomaría todo el día. A Sam le gustaba hacer rompecabezas y crucigramas hoy en día para ayudar con su memoria.

—Te dije que sospechaba. Era un bebé. Se parecía a todo el mundo.

No se parecía a todos. Se parecía a mí. Gran diferencia. No presioné con ese asunto porque al final del día, no hacía la diferencia.

—¿Cómo está Fede?—

Cerré los ojos. —Estoy dividida entre ir al hospital o quedarme. Simplemente no quiero dejar a Milo otra vez.

—Puedes dejarlo conmigo. Podemos ir a buscar bagels, puedes llevarlos mientras Milo y yo comemos, y luego puedes recogerlo e ir a la biblioteca.

—Eso no suena tan mal.— Cerré los ojos otra vez. —Voy a necesitar dos libras de café para pasar este día.

—Estoy en ello. Ve a ducharte.

—Ya voy.

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Una hora más tarde estábamos en una tienda de bagels cerca del hospital, de pie en la línea más larga para bagels que había visto.

—Más vale que sepan al cielo.

—Lo hacen. Consulta las reseñas de Yelp si no me crees.

—¿A qué sabe el cielo?— Milo preguntó.

Mi Camino de Regreso a Ti - JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora