JULIANA
__________________Nos quedamos dormidas en el suelo. No fue hasta que Valentina se acercó a mí y me levantó en sus brazos que me di cuenta, y para entonces ya era demasiado tarde, ya estaba caminando hacia las habitaciones. Levanté un brazo y apunté a la habitación de invitados que había estado usando, y ella se dirigió hacia allá. Mientras caminaba, me dejé deleitar en la forma en que me sentía en sus brazos. Cerré los ojos y me dejé soñar con cosas que ni siquiera había contemplado antes de esta noche. Que ella se acercara a Milo no significaba nada en términos de nuestra relación. No importaba lo tentador que fuera, teníamos mucho trabajo que hacer antes de que pudiera dejarla volver a mi vida de esa manera, asumiendo que quisiera eso. No era como si me hubiera dicho eso, pero la forma en que me miraba decía lo suficiente.
Me puso en la cama y cuando me acomodé a mi lado, se arrastró junto a mí.
—¿Estás durmiendo aquí?
—¿Es eso un problema?
—Um ...— Mi corazón se sacudió. Era un problema porque en realidad quería que durmiera aquí. —¿No tienes un apartamento cerca?
—Le hace falta un montón de cosas.
No podía verla en la oscuridad, pero me volví hacia ella de todos modos. —¿Como muebles?
—Como tú.
—Valentina—, le advertí. No me gustó la forma en que mi pulso se aceleró.
—Juliana—, imitaba.
—Ya sabes, hay otras dos habitaciones disponibles.
—No estás en ninguna de esas habitaciones—, dijo, haciendo una pausa. —¿Realmente quieres que me vaya?
No. Esa era la respuesta verdadera. No quería que se fuera y eso era un problema. —Acepté que vieras a Milo. No estoy de acuerdo con que me nos veamos nosotras. No funcionaría.
—Ahí es donde te equivocas.
—¿Tengo que seguir recordándote que estás casada con otra mujer?
—No —dijo en voz baja. —¿Tengo que seguir recordándote que el matrimonio es una fachada? Que la única mujer que me importa está acostada a mi lado en este momento.
—Deja de decir cosas así—, le susurré.
—He estado guardando cosas así durante años.
—Y de repente decidiste que puedes abrirte y decírmelas? ¿Te diste cuenta de que sangras como el resto de nosotros?
—Sí.
Parpadeé. ¿Qué estaba pasando? —Incluso después de que estos proyectos hayan terminado, tendremos que vernos y trabajar juntas para Milo. La maternidad no se detiene al final del negocio.
—Tu ya dijiste eso y estoy listo para ello.
—Esta bien.
—No es mi hijo lo que me preocupa. Es su madre. No sé si puedo tenerla en pequeñas dosis—, me dijo. —No creo que quiera intentarlo.
—No creo que quiera averiguar a dónde nos pueda llevar esto si no me voy a dormir ahora mismo—.
Se acercó, sostuvo mi mano y la apretó. —Descansa.
Asentí con la cabeza en la oscuridad, quitó su mano, y se volvió hacia la pared opuesta.
—¿Me creerías si te dijera que he pasado estos últimos años lamentando cada decisión que tomé antes de que te fueras?—, preguntó a la oscuridad.