VALENTINA
__________________Este pequeño niño sabía francés y era mío. Al menos pensaba que lo era. No podía estar segura de por qué me sentía así. Tal vez eran sus ojos o la forma en que seguía mirándome, sospechoso como una mierda, pero también como si supiera algo. Como si estuviéramos unidos de alguna manera. Vi a Juliana besarlo en ambas mejillas por quinta vez consecutiva y subir su pequeña mochila. Me miró desde sobre su hombro y dio una pequeña o la mientras se alejaba.
—Es inteligente—, le dije cuando ella estaba a mi lado otra vez.
—Quieren pasarlo al siguiente grado, pero tengo miedo de que le haga daño a largo plazo.
—¿Cómo?— Empezamos a caminar en la dirección opuesta, de vuelta a su apartamento por esos libros que me podrían haber importado menos.
—Ya sabes cómo son los niños mayores. No quiero que se enoje porque es más joven, más pequeño, más inteligente.
—¿Qué dice su padre?— La miré de cerca.
Estaba temblando. Sus manos, su cuerpo, incluso su sonrisa. Definitivamente me estaba ocultando algo. La horrible idea de que tal vez Sam era su padre se me cruzó por la cabeza, pero si ese fuera el caso, no me lo habría ocultado. Por mucho que él supiera que me lastimaría, me lo habría dicho. No pensé que mi hermano me haría eso, no después de todo.
Crucé los brazos. Sólo le preguntaría directamente. Quiero decir, yo preguntaría si el niño era mío, si ella me decía que no, yo me encargaría de ello. No era como si hubiera considerado tener hijos, pero la idea había estado allí y se había ido. Catalina y yo nos tampoco hablamos de eso. ¿Ni siquiera podía imaginarme tener un hijo con ella, pero un niño con Juliana? La idea no parecía tan terrible. Pensé en la pregunta y me permití hacerla, manteniendo mis ojos en la suya.
—¿Es mío?
—¿Qué?— Ella tropezó un poco de nuevo, pero luego se equilibró y se enderezó.
—¿Milo es mío?
—¿Por qué preguntarías eso?— Su voz era ronca.
Mierda.
Era mío. Sentí que me cerraba la garganta. Si no lo fuera, ella se habría reído, dicho no rápidamente, y luego me habría dicho que me fuera a la mierda. En su lugar, parecía estar sin palabras. Tragué gruesamente y pregunté de nuevo. Todo este tiempo había tenido la esperanza de que algún día iba poder ir tras esta mujer y hacer que las cosas entre nosotras funcionaran, a pesar de pensar que tenía un hijo con otra persona, a pesar de pensar que había pasado de página rápido, ¿y todo el tiempo que me había estado ocultando este secreto? ¿Me lo había ocultado? Necesitaba oírla decirlo.
—¿Lo es?
Ella levantó las manos y apretó la cara en ellas, asintiendo con la cabeza. Le agarré el brazo, sacándola hacia un lado, lejos de la multitud caminando por la calle. Mantuvo su cara en sus manos. Miré fijamente en la parte superior de su cabeza, preguntándome por qué yo no estaba llena de rabia o desbordante de ira porque ella lo había mantenido alejado de mí.
Lo que sentí fue una intensa presión en mi esternón, algo parecido a la tristeza, al anhelo. Cosas que no podía descifrar. Después de años de sentir que estaba en la cima del mundo, de repente me sentí pequeña y perdida.
Es curioso cómo las acciones de otra persona podrían hacerte sentir así. Un hijo. Mi hijo. Pensé en ella embarazada, en las manos de Marcos Silva sobre su barriga cuando debería haber sido yo. Mi pecho se apretó más fuerte con cada segundo que pasaba.