JULIANA
__________________—Vamos a la canoa — me dijo Valentina al oído después del almuerzo.
Miré a Milo, que estaba acostado en el sofá con Fede. Estaba trazando la cicatriz en la cara de mi hermano, mirándolo con asombro por haber sobrevivido a ese ataque. Aún no nos había dado los detalles. No es que hubiera esperado que lo hiciera. Estaba feliz de que estuviera con nosotros.
Todos habíamos ido a la casa de mi abuela el fin de semana y Valentina era la única que había estado en una canoa. Había estado remando en casa con su máquina, pero no era lo mismo. Explicó innumerables veces exactamente cómo era distinto mientras me sentaba en mi mat de yoga mirándola mientras remaba. Siempre me ponía caliente. Incluso la forma en que su sudor goteaba por su cara me ponía caliente. La forma en que sus labios formaban una O durante su tirón me ponía caliente. La forma en que su espalda, piernas y estómago se apretaban con cada movimiento.
—Iré si te quitas la camisa y te quedas con el top negro—, le dije.
Sonrió. —Me voy a quitar algo más que mi camisa.
—Demasiada información —dijo Fede desde el sofá. —Podemos oírlas.
Milo se sentó y miró. —¿Por qué te quitarás toda la ropa?
—Porque mamá es rara—, le dije.
Valentina se rio, dándome una palmada en el culo.
—¿Qué quiere decir hijo de puta?— Milo preguntó, y mis ojos anchos se dispararon en la dirección de mi hijo.
Fede tosió mientra reía. —¿Dónde oíste eso?
—Mamá lo dijo la otra vez.
—Valentina—, le disparé una mirada severa, golpeando su estómago.
—Actúas como si le hubiera dicho a el esa palabra.— Valentina rodó los ojos. Miró a Milo. —Esa es una mala palabra, amigo. No decimos eso.
—Tú la dices.
—Sí, pero soy una adulta.
—¿Y?
—Los adultos son tontos a veces. No puedes repetir todo lo que decimos.
Milo se encogió de hombros, un poco indiferente, y miró a Fede de nuevo. —¿Podemos ver Minions?
—¿Otra vez?
—Sí.
—Oye —dijo Valentina. —¿Qué pasa al final de Frozen?
Fede frunció el ceño profundamente mientras se sentaba. —¿Cómo se supone que lo sé? ¿Tú viste Frozen?
—Tengo un niño de cuatro años. La he visto. Me quedo dormida antes de que termine. ¿Anna y Hans se casan?
—No todas las películas de Disney terminan en una boda—, le dije.
—Las películas de princesas si terminan así—argumentó Valentina.
—No todas. ¿Qué hay de Moana?
Se encogió de hombros, tirando de mi mano. —Vamos.
Dejé que me llevara afuera y saludé a mis padres y a mi abuela que estaban haciendo trabajo de jardinería. Era pasatiempo favorito de mamá y de la abuela Rita, y de alguna manera papá siempre terminaba metido en el jardín. Valentina se acercó a ellos, arrancó una rosa y corrió de nuevo a mí.
—En serio, ¿Valentina?— Mamá llamó. —Estaba a punto de plantarla.
—Te conseguiré otra mañana—, le respondió. —Necesito impresionar a mi novia.