JULIANA
__________________Me sentía nerviosa a su alrededor. No podía evitarlo. La combinación de nervios y culpa creo un gran desastre dentro de mi cabeza, haciéndome sentir mareada por la emoción. Miré hacia arriba y la encontré observándome de cerca.
—¿Has visto los bocetos de los calcetines?
—Brevemente—, le dije. —He estado un poco más centrada en los contratos más grandes.— Me encontré con su mirada. —Sin ofender.
—No hay problema.
—¿Por qué calcetines?
—Bueno, todos los usamos, por ejemplo—, dijo, una pizca de una sonrisa tirando de sus labios. —Además de eso, quería tener algo que fuera mío.
—¿Carvajal Industries no es tuyo?— Levanté una ceja.
—Algo que yo empezara, que construyera.
Asentí. —¿Qué es VCS Designs?
—Valentina, Carvajal, Samuel—, dijo.
—Oh. Wow. Sam no me dijo sobre eso.
—Es bastante nuevo. Quería cambiar la marca—. Se dio la vuelta y se apoyó en la mesa de conferencias. Estaba parada junto a mí. Si moviera mi mano un poco demasiado a la izquierda, tocaría la suya. Creo que lo sabía, probablemente lo hizo a propósito y disfrutó de la sensación de desequilibrio que sentí en su cercanía. Se acercó aún más. Puse mi lápiz abajo, se inclinó hacia atrás en mi asiento, y cruzó los brazos. Cuando miré hacia ella, mis latidos del corazón se duplicaron cuando nuestras miradas se encontraron, lo que odiaba.
—¿Cuál es tu punto?
—¿Qué punto?— Cruzó los brazos, se agachó la cabeza y me miró fijamente. —¿Por qué me miras así? ¿Sentada tan cerca?
—¿No puedo mirarte?
—No así.
—Sólo sé cómo mirarte de una manera.
Me tragué la pregunta, temerosa de preguntar de qué manera se refería a pesar de que ya lo sabía. Me hacía imaginar cosas que me asustaba de nuevo. —No puedo hacer mi trabajo si sigues en ello.
—No estoy haciendo nada.— Sus ojos brillaban. Me di cuenta de que estaba ocultando una sonrisa.
—Valentina, te conozco —le dije —¿Te olvidaste? Te conozco mejor que la mayoría.
—Tú me conoces mejor que todos.
Allí fue mi corazón golpeó fuerte otra vez, huyendo con ideas. Traté de controlar mis gestos lo mejor que pude. Debería hablarle de Milo, pero no sabía qué decir, cómo empezar. Oye, por cierto, tenemos un hijo. Lamento que me haya llevado casi cuatro años decírtelo— no era lo suficientemente bueno.
No, no podía solo soltarlo. Me tomaría este fin de semana para pensar y decírselo el lunes. Respiré hondo, lo dejé salir y sonreí.
—Volvamos al trabajo.
Me miró un momento más antes de dar un guiño y lanzarse a una explicación sobre los calcetines.
—¿Ni siquiera tienes un lindo logo para estos?— Pregunté.
—Todavía no.
—Pero...— vi los bocetos de calcetines y de vuelta a ella. —¿Quién dibujó estos?
—Sam.
Miré los calcetines otra vez. No estaban mal, per se, simplemente no estaban limpios. Los había hecho en la computadora en vez de a mano. Llámame purista, pero no era un fan de los programas de computadora dibujando para mí. —¿En serio?