Capitulo 11. Un pequeño lapso de lucidez

84 3 0
                                    

"Tengo que pensarlo" fue lo único que le dijo Fanny a August una vez que nos encontramos afuera del restaurante, el ambiente durante la cena se vivió con armonía, al menos los demás se habían divertido, nadie reparó en mí, y eso estuvo bien, porque de haberlo hecho habrían notado que ya no estaba ahí realmente, mi mente dejó mi cuerpo a su suerte, una cascara vacía.

Incluso Green pareció mas animada durante ese par de horas que en todo lo que llevaba de la semana, volvió a sonreír, su melodiosa risa nos deleitó con su presencia, incluso su sentido del humor regresó brevemente para hacer bromas a costa de Gina, el problema estaba solucionado, ya no había nada que temer, pues mi presencia ya no representaría un problema, Fanny lo sabía, todos lo sabían... yo lo sabía.

Al momento de separarnos todos tomaron caminos diferentes, Graham regresaría al colegio para hacer un trabajo con sus amigas, August iría a su casa, Gina y Fanny pasearían por la zona comercial, nadie hizo el menor esfuerzo para que lo acompañara, y si lo hicieron tampoco había prestado mucha atención en primer lugar,

Decir que de camino a casa me sumí en mis atormentados pensamientos sería mentir, en realidad reaccionaba de forma automática, solo tenía que seguir el surco que yo mismo había labrado durante toda mi vida, regresar a mi hogar. No a aquel en el que me sentía seguro, no, ese ya no estaba, sino al que me servía como guarida, un lugar para encerrarme eternamente, lejos de una realidad a la que ya no pertenecía, las opciones se habían acabado, al final del desdibujado camino se encontraba una enorme pared de ladrillo, en la cual terminé estampándome aparatosamente.

No recuerdo cuando llegué a casa, ni siquiera recuerdo haber visto a mi familia, de repente todo mi mundo fue cubierto por una neblina espesa de color negro, todo a mi alrededor desapareció, la representación perfecta de como me sentía en ese momento, la absoluta soledad.

Ni siquiera mi propio cuerpo era capaz de sostenerse por si solo, cada paso que daba representaba un esfuerzo inhumano, mi cabeza parecía apagarse en pequeños intervalos, mis ojos no conseguían mantenerse abiertos por mas que lo intentaba. Tal vez mi mente aun no me terminaba de abandonar por completo, tal vez quería cerciorarse que estuviera a salvo, de lo contrario no hay forma de explicar cómo logré llegar a mi habitación antes de caer inconsciente.

A pesar de haber dormido toda la noche no puedo decir que logré descansar lo más mínimo, las pesadillas me atormentaron en todo momento, un bucle sin fin en el que me encontraba rodeado por las abrasadoras llamas del infierno, sin poder escapar, sin la posibilidad de pedir ayuda.

Además de aquel incesante ruido, el cual amenazaba constantemente con enloquecerme, un pitido con un flemático ritmo, el cual fue acelerando cada vez más y más, hasta convertirse en un aullido ensordecedor, reconocía el sonido, lo había escuchado antes, un electrocardiograma anunciando que mi corazón acababa de detenerse, mi fin había llegado.

Desperté empapado de sudor, tuve que cubrirme los ojos con las manos para que la luz no me lastimara, en cuanto el escozor de mis ojos disminuyó traté de observar el reloj, aún faltaba una hora para que sonara mi despertador, pero no podía esperar mas tiempo, tenía que salir de ahí, las paredes de mi habitación me aprisionaban, comenzaba a faltarme el aire.

No es que no tuviera a donde ir, el problema es que el miedo que albergaba dentro de mí luchaba por convencerme de que era una mala idea, sin embargo, otro sentimiento amenazaba con apoderarse de mí, uno que consiguió serenarme en medio de aquel ataque de pánico, sabía perfectamente lo que tenía que hacer, después de todo... solo me quedaba seguir hacia adelante.

En cuanto terminé de ponerme el uniforme de la escuela me observé brevemente en el espejo, mi aspecto era cuanto menos lamentable, mi ropa estaba demasiado arrugada, mi cabello lucía sucio y desaliñado, la piel de mi rostro estaba casi transparente, y las bolsas debajo de mis hinchados ojos solo demostraban la horrible noche que había pasado, parado frente a mí yacía el despojo de lo que alguna vez fue un chico de preparatoria.

Fanny. Una clase de magiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora