Capitulo 1. La primera puerta

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Una vez alguien me dijo que los humanos somos animales de costumbres, con una tendencia a caminar por los surcos que nosotros mismos nos vamos labrando. Es imperceptible a simple vista, si lo pienso es casi demencial, aferrados a la idea de que nos encontramos en nuestro sano juicio, pero la realidad es que vivimos en constante conmoción, sumergidos en la historia que hemos creado, adormilados, si así lo prefieren.

Sin embargo, ante lo alarmante de esta situación podemos estar tranquilos, porque hay una cura para esto, solo necesitamos que algo o alguien nos despierte, ese pequeño impulso que nos haga salir del letargo. Va a ser duro, no voy a mentir, sufrirás, sufrirás con cada fibra de tu ser, pero también sentirás la calidez de sentirte vivo otra vez. Yo no sabía cuál era mi situación hasta que me hallé fuera de esta, pasaron años hasta conocer a alguien que pudiera despertarme, porque sí, yo desperté en el momento que ella llegó a mi vida.

Abrí los ojos en el momento que la alarma de mi despertador comenzó a sonar, posé pesadamente la mano sobre el interruptor que la hizo callar, pero el resto de mi cuerpo se negaba a reaccionar. Todavía me encontraba en la cálida fortaleza de descanso, como si las sabanas y las cobijas se negaran rotundamente a liberarme del enclaustramiento voluntario, mi cama era la amante que te envuelve en un abrazo tibio y sensual, del cual nunca quieres salir, dos enamorados que se rehúsan a separarse.

Evidentemente la alarma podía posponerse durante otros cinco minutos más, pero de nada serviría, lo único que conseguía sacarme de la cama por las mañanas era...

-¡Adam! ¡Ya levántate! ¡O llegarás tarde a la escuela! – la voz de mi madre. Como respuesta solté un gruñido casi imperceptible, sin tener la menor intención de moverme. Mi mente había olvidado el momento en el que comenzamos esa imperiosa tradición, mis recuerdos podían retroceder hasta el límite más lejano y aún seguía apareciendo la imagen de mi madre ayudándome a comenzar el día. Durante años experimenté con una enorme variedad de alarmas y despertadores, uno más molesto que el anterior, pero nada era tan efectivo como la voz de Julie Tate. Bueno, eso y... -¡Charlie! ¡¿Puedes ver si tu hermano ya se levantó?!

-¡Sí, mamá! – de repente, en medio del imperturbable silencio matutino unas fuertes pisadas atravesaron el corredor, la vibración de estás podía sentirse a través de las paredes. Instintivamente me cubrí la cabeza con la manta mientras negaba con aprensión

-No, por favor, ahora no, hoy no – con un aparatoso estruendo la puerta de mi habitación se abrió, al tiempo que un penetrante grito inundaba hasta el último rincón de mis aposentos.

-¡Hermanito! ¡Ya despierta! – de haberla visto habría hecho lo imposible para evitarlo, pero aún seguía con la cabeza dentro de las cobijas, fue por esto mismo que lo siguiente que pude sentir fue a mi hermana mayor abalanzándose sobre mí. Un grito ahogado emergió de mi garganta en cuanto una parte de su cuerpo se enterró en mi estómago, no estaba seguro si se trataba de la rodilla o el codo, luchaba por concentrarme en soportar el daño que todo mi cuerpo estaba recibiendo en ese momento.

-Vete- fue lo único que alcancé a decir apenas con un hilo de voz. Tenía bien presente que era un intento demasiado pobre para hacer que mi hermana se fuera, considerando el hecho de que situaciones de ese estilo ocurrían con demasiada frecuencia, pero aun así decidí tratar... obviamente no funcionó.

-¡Vamos! ¡Arriba! ¡No seas vago! O nunca llegarás a ser nadie en la vida

-¿Y quién dijo que quiero ser alguien en la vida? – respondí de mala gana

-Típico de ti ¿Al menos podrías fingir que no eres la persona más antipática y aburrida del mundo? Solo para variar. A veces me gustaría saber lo que se siente tener un hermano normal, y no un ogro que se encierra en su cueva – pasados unos segundos de incomodo silencio lo único que se me ocurrió decir fue:

Fanny. Una clase de magiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora