Capítulo XXIV

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¿De nuevo juntas?...
Lindo reencuentro...
Hay tantas dudas...
¿Estás fuera o estás dentro?...

6:45 p.m

Sonreír... Era lo único que yo hacía, y eso parecía darle más rabia a Celeste, como si quisiera quitarme la sonrisa a tiros, porque así era Celeste Cooper... Celeste Stone, así era ella, recurría a la violencia cuando las cosas no salían cómo ella quería, y de eso me percaté hasta que supe quién era verdaderamente.

—¿No te alegra verme de nuevo, Celeste?.— Con sarcasmo y burla hice mi pregunta, a lo que ella respondió tensando la mandíbula.—Veo que no, aunque es una verdadera lastima, yo si quería verte.—Le dije con falsedad.

—Creo que no estás en la posición de jugar conmigo, Sally, te aseguro que tú no tienes ni puta idea de lo que soy capaz.— Aseguró intentando sonar amenazante.

Subió al porche y sacó una calibre 22 con un silenciador, y lo primero que hizo fue apuntar a mi corazón, ella estaba a un metro de mí, y al parecer no quería acercarse más.

Jeric se puso frente a mí tratando de persuadir a Celeste sobre lo que iba a hacer, pero ella no parecía escucharlo, su mirada estaba fija en la mía, y sus ojos grises se habían teñido de un negro azabache intenso como si estuviera a punto de matarme con ellos.

En un momento que Jeric logró distraerla un poco, yo activé el dispositivo de rastreo que Dion había infiltrado en mi cabello, este empezó a vibrar, por suerte no brillaba ni nada por el estilo.

—Déjala, Jeric.— Ya con el dispositivo activado, decidí entretener a Celeste en lo que llegaban los demás, porque sé que si no hubiese activado ese dispositivo y algo me hubiera pasado, todos harían lo posible para amarrarme y no volver a dejarme salir.

Jeric me miró como con una especie de lastima y miedo a la misma vez, ignoré eso y me puse de pie frente a Celeste, dejando que su arma quedara a cero centímetros de mi pecho, justo donde estaba mi corazón, dejándole en bandeja de plata un disparo a quemarropa.

—Anda, Celeste, quiero que pongas los putos ovarios sobre la mesa y jales del gatillo, ¿O te da miedo?.— La miré desafiante, pero su mirada no parecía ser recíproca a la mía, la suya reflejaba odio, pero a la vez un miedo intenso como si algo importante le impidiera matarme. Tenía eso a mi favor.

—¿Qué mierda estás haciendo, Sally? Deja de jugar con eso.— Jeric me tomó del brazo intentando alejarme de Celeste lo cual no logró.— Corten esta puta mierda de una vez por todas y dejen de jugar a las asesinas.

Ambas parecíamos estar igual de conectadas en ese instante, porque aunque escuchamos a Jeric a la perfección, ninguna dió el paso para desistir de lo que habíamos empezado.

—¿No le temes al infierno, Bellage?.

Reí con sarcasmo.

—¿Por qué habría de temerle a mi hogar?.—Ella no dijo nada, yo tampoco, sabíamos que las palabras no eran necesarias para lo que estaba a punto de pasar, me estaba jugando la vida, y ese era el momento perfecto para saber si sabía jugar bien.— Nos podemos ahorrar el discurso emocional, Stone, tú y yo sabemos perfectamente que lo haces porque temes a manchar tus manos con mi sangre.

—No te equivoques conmigo, Bellage, te aseguro que lo menos que me importa en éste preciso instante es marcharme de tu maldita sangre, es más, sería un honor para mí.

—Celeste, para, vete de aquí.— Jeric trató de persuadir a Celeste de todas las formas posibles, pero ella no iba a ceder de ninguna forma.

—Vamos, no seas una cobarde, jala del gatillo...—Le susurré.— ¡¡QUE JALES DEL PUTO GATILLO AHORA!!. —Lo hizo...

Cacería MacabraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora