Capítulo XXV

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Yo nunca nunca he matado...
Yo nunca nunca he mentido...
Yo nunca nunca he espiado...
Yo nunca nunca he sido presa del enemigo...

7:30 a.m

Después de un rato de estar en la azotea, Jasiel y yo bajamos, ya eran como las 10:00 p.m, entonces bajamos y yo me fui a mi habitación. Él y los demás chicos, junto a las chicas se quedaron a dormir en la casa por lo tarde que era.

La luz del sol se filtró por mi ventana haciendo que me levantara de inmediato. Fui al baño y tomé una larga ducha, luego de eso me vestí y baje a la sala.

Cuando llegué, estaban todos reunidos, bueno, todos a excepción de mis padres y de la mamá de Laksmi. Ellos estaban hablando y riendo de algo que Morrigan había dicho. Yo decidí no decir nada, pues me sentía avergonzada por mi actitud de la noche anterior. Me fue difícil conciliar el sueño pensando en eso.

—¿No piensas hablarnos, Sally?.— Morrigan me habló mientras yo buscaba algo en el refrigerador.

—Lo siento, yo solo...—No me dejó terminar y me hizo una seña de que me acercara a ellos.

—Estábamos pensando en ir hoy por la tarde a la playa.— Empezó a decir Jason.— Laksmi propuso la idea, dice qué tal vez sea bueno salir de todo esto por un rato.— miré a Laksmi, se le veía algo triste, y era perfectamente entendible.— ¿Vas?.— Preguntó mirándome a mí. Supuse que ya todos los demás habían accedido.

Miré a Heiden que seguía con sin ganas de mirarme.

—Emm, sí, ¿A qué hora?.

—Tal vez como a las 3:30 p.m.— Me dijo Dion. Yo me límite a asentir y luego volví a subir a mí habitación.

2:50 p.m

Estaba guardando algunas cosas en el bolso que llevaba para ir con los chicos a la playa. Cuando iba a guardar la última cosa, alguien tocó la puerta de mi habitación.

Heiden.

Sabía que era él porque cuando éramos niños y mamá nos castigaba, ambos teníamos una forma peculiar de tocar puerta nuestras para saber que éramos nosotros y no mamá o papá. Era algo extraño y absurdo, pero así se quedó y esa costumbre de tocar la puerta se quedó así, y ahora nos sale por inercia.

—Pasa.

Él entró con la misma expresión que tenía esta mañana, nada había cambiado, y no esperaba que lo hiciera porque entendía perfectamente sus razones para no querer hablarme.

Se sentó en la orilla de mi cama sin decir absolutamente nada, solamente de dedicaba a mirarme mientras yo paseaba por todo el cuarto buscando mi collar con dije de caracol que me había dado mi abuelo antes de morir. Lo llevaba siempre a la playa, porque ahí solíamos ir siempre, y cuando él me lo obsequió dijo que siempre que fuera a la playa lo llevara conmigo, así él también estaría conmigo.

—¿Buscas ésto?.—Heiden fue el primero en hablar. Él sostenía mi collar en su mano. Siempre olvidaba dónde lo dejaba, y él sabía eso.

Me acerqué y lo tomé.

—Gracias. —Murmuré evitando su acusatoria mirada.

Paré de pasear por la habitación para dejar mi bolso sobre una silla en la esquina. Me puse de pie frente a mi hermano, pero mi mirada seguía evitando la suya.

—Mírame.— Ordenó.

Lo miré firmemente, sus ojos eran igual que los míos, pero su mirada era distinta, porque la de él en ese momento reflejaba decepción y enojo, y la mía... La mía no sabía ni qué transmitir, pues yo tenía muchas cosas que decir, pero ninguna me salía.

Cacería MacabraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora