CAPITULO 21: Z.Tao

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Z.Tao. Ese es el nombre que adopté después de mi primera víctima. Doce años, una pistola en mi mano y la sangre fluyendo del traidor que había querido salirse de la pandilla.

Esa fue mi iniciación con la muerte. El brillo suplicante antes de desaparecer totalmente fue lo que me enganchó. La sensación de control y poder lo que cerró el trato. Y desde entonces yo y la muerte nos hicimos amigas.

Eres un traidor, mueres. Esa era mi regla principal y resulta que la gente con poder paga y mucho por eso. Yo nunca me encargué de asustar a la gente o amenazarla, no me interesaba, no tenía ninguna gracia. Pero ejecutar a un soplón, a quien desobedeció las ordenes de su banda, ese si merecía pagar por su delito. Soy el justiciero de la mafia y el crimen organizado, barro con las basuras que entorpecen su trabajo y me pagan por ello.

Y mi trabajo es el mejor. No solo porque me gusta, sino también por su calidad.

Delicado, pulcro. Sangriento y cruel. Su ejecución dependía de los actos del culpable y yo era el juez quien dictaba la sentencia y decidía como se llevaría a cabo, el placer de ver en primera fila como la muerte se llevaría su vida.

Como Kim Jungsoo.

Su área de acción, tratas de blanca y prostitución. Era "el contacto" en Seúl. Recibía a las mujeres que llegaban de Tailandia, las ubicaba en bares, salón de masajes, donde trabajarían como prostitutas. Era un peón más de ese intrincado laberinto del comercio sexual. Un peón que había abierto una brecha. Había sido descuidado, los policías lo habían detectado, ese era su delito.

El cómo había sucedido no era algo que me interesara. Sus jefes estaban molestos y necesitaban hacerlo desaparecer. De eso me encargaba yo.

Estudié sus movimientos, sus horarios y hábitos, era un hombre burdo y torpe, era normal que lo hubieran descubierto, y ahora tenía que deshacerme de él.

Tomé la pistola, sus pasos tranquilos por ese callejón hasta que lo llamé- Kim Jungsoo- sus ojos buscándome, abriéndose con espanto al entender lo que sucedía, su boca apenas abriéndose cuando el primer disparo resonó. Amaba el sonido, un silenciador habría sido más recatado, pero deseaba escuchar esa explosión de la pólvora mezclada con ese último brillo. Tres disparos más terminaron de cerrar ese concierto de muerte, unos pasos a lo lejos lo único alterando la perfección de mi obra maestra.

Me giré con la pistola en mano listo para disparar. Y los vi, dos pares de ojos mirándome con estupefacto asombro, la visión de la muerte danzando en sus pupilas. Debía matarlos, su crimen: ser testigos.

Disparé hacia el más alto, justo un segundo después de que este actuó por reflejo y se agachó tomando a su amigo en el camino. Los vi en el piso y al segundo después se habían levantado, corriendo por sus vidas.

Habían escapado.

Sabía que no podía lanzarme en una persecución con la pistola. Sería estúpido. Atraería gente, más testigos, eso era de novato. Era hora de irme, debía encontrarlos y matarlos, y la tarjeta de presentación que ahora veía en el piso sería un buen principio.

"Dr. Park Chanyeol. Odontólogo"

Sonreí antes de desaparecer entre las sombras.



No fue difícil dar con su departamento, mucho menos encontrar una azotea en donde instalarme para tener una perfecta visión de este. Estaba instalado, listo, preparado. Tan pronto lo tuviera en la mira le dispararía. Necesitaba una muerte sutil, rápida.

Tú, Yo y el Sicario [ChanBaek/BaekYeol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora