CAPITULO 2: ¡¿Protección de Testigos?!

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Cuando llegamos a la estación de policía, todo se convirtió en un torbellino. De aquí para allá, hablar, escuchar, una montaña rusa que te quieres bajar pero no hay modo de frenar. Demasiadas emociones. Demasiada información.

Tal vez por eso no entendí bien que pasó. Como terminó todo así.

Supongo que entre toda la conmoción hubieron mucho detalles que mi cerebro no prestó atención o no se dignó siquiera a recordar. Sólo recuerdo haber sido llevado a una habitación donde me pidieron que entregara el testimonio de lo que había visto, siendo lo más detallado posible, dos policías deteniéndome de vez en cuando, haciéndome preguntas para aclarar algún punto, yo contestando, intentando retomar la historia en el punto que la había dejado y continuar.

No sé cuánto duró el interrogatorio, ni tampoco que pasó con el otro sujeto, el de la cafetería, el que me salvó. Nos separaron en alguna parte.

Luego de ese eterno interrogatorio, fui llevado a otra habitación, en donde un oficial me pidió una descripción detallada del sujeto, mis ojos cansados y somnolientos tratando de identificar entre todas las imágenes que me presentaban frente a la pantalla del computador el tipo de cejas del asesino, su nariz, su boca que calzara con su macabra sonrisa, sus fríos ojos.

Al final, pasé toda la noche ahí, entre declaraciones y preguntas y más preguntas que al final sólo quería irme a un rincón y dormir. Dormir y olvidar todo lo que había visto.

Pero no fue así. Apenas tuve la oportunidad de cerrar mis ojos y descansar un poco, la cara del asesino apareció frente a mí con nitidez, los disparos y el hombre cayendo al piso, la sangre salpicándome el rostro.

Sí, mi mente se encargó de que el asesinato, que ya había sido horrible de por sí, se volviera aún peor.

Al final opté por quedarme despierto, sentado en la habitación donde me habían llevado al final de todo, donde minutos antes o tal vez horas antes, había sido interrogado. Me quedé ahí, solo, sintiéndome débil y enfermo, mi mirada fija en la pared blanca que tenía al frente.

Mi cabeza comenzaba a pulsar y unas nauseas horribles me estaban embargando, cuando en eso un café humeante apareció en mi campo de visión.

- Creo que lo necesitas- fue todo lo que me dijo el gigantón, mientras yo tomaba el vaso que me extendía.

- Gracias- pronuncié agotado, sin saber en qué momento había entrado ni como había conseguido el café, esos detalles ya no parecían importarle a mi cerebro ni a mí. En vez hice una pregunta que me importaba mucho más- ¿Cuánto crees que falte para que nos dejen ir?

- No lo sé- admitió, sentándose a mi lado con un café en mano- Sólo me mandaron aquí y me entregaron este café. No quisieron decirme nada.

Bufé de frustración. Miré por el rabillo del ojo a quien me había salvado. Más de cerca podía notar su pálida piel, su pelo se había desordenado producto de la carrera dándole un estilo más común, más sexy. No sé si era falta de sueño, la conmoción o simplemente mi cerebro ya no funcionaba, pero realmente se veía guapo.

Guapo con su pelo desordenado, sus ojos rojos por no dormir, sus dientes blancos mordiendo su labio en un gesto nervioso y el maravilloso olor a café barato terminado de completar todo el cuadro.

Sip, definitivamente me declaro con muerte cerebral.

Tomé un sorbo de café en un intento de revivir mis neuronas.

Casi me atraganté con el amargo sabor, mi boca casi abriéndose para devolver el contenido al vaso como Sandra Bullock en "Miss Simpatía". Sabía a barro. Tragué apenas, por pura educación, sintiendo la lengua áspera y mis ojos queriendo asesinar el letal líquido.

Tú, Yo y el Sicario [ChanBaek/BaekYeol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora