Dodggie

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Mi nombre es Dodger, soy un perro, y tengo un papá humano, que se llama Steve. Mi papá es genial. Me da de comer y juega conmigo; en las noches me deja subir a su cama y echarme a sus pies, en especial cuando hace frío. También me compra juguetes como pelotas y peluches, y me consiente con galletas cuando me porto bien; helados con sabor a tocino cuando hace calor y pasteles con sabor a crema de cacahuate en mi cumpleaños. Pero yo no siempre tuve a mi papá conmigo.

Cuando era cachorro me separaron de mi mamá y mis hermanos, estuve vagando por las calles yo solito, tratando de encontrar algo de comer, hasta que capturaron y llevaron a una perrera. Es un feo lugar, aunque te dan de comer. Dicen que, si no va nadie por ti, te meten a un cuarto del que ya nunca sales. Estuve ahí un tiempo, crecí y dijeron que entre más grande eres más difícil es que encuentres una familia que te lleve consigo. Pero, un día, percibí en el aire un aroma muy rico, como a galletas, se trataba de un humano alto y fuerte, que estaba junto a los cuidadores.

Como me gustó su aroma ladré y ladré, tratando de llamar su atención. ¿Y qué creen? Él me vio. Me sonrió y se acercó a mí sin pensarlo. Me tendió sus manos para que las oliera, olían a galletas, quería irme con él. El cuidador abrió la puerta y yo fui a su encuentro, él me acarició la cabeza y eso se sintió muy bien. El cuidador puso una cuerda en mi collar y tiró de mí. Él, mi papá, nos siguió, pero desapareció tras una puerta. No sé qué pasó, porque tardó y yo soy impaciente. Pero luego, él volvió y se acuclilló frente a mí.

—Vamos a casa—me dijo y volvió a acariciarme en la cabeza.

El cuidador le dio la cuerda y él me guio a la salida de aquel lugar. Me llevo a su casa, un departamento con unos sillones geniales para dormir y una terraza perfecta para tirarme con la panza al aire en los días soleados. Desde entonces, soy como su hijo y él es como mi papá. Cuida de mí y yo lo acompaño. Me da cariño y yo procuro devolverle más. Lo quiero mucho; es mi papá.

Un día, en el parque, mientras jugábamos que el frisbee, nos encontramos con alguien, que al parecer papá conocía. Era otro hombre, más bajo que papá y con algo raro en la cara, algo así como mis bigotes. Se llama Tony, al principio no le tomé importancia. Pero, de pronto, ese tal Tony venía a nuestra casa, se quedaba a dormir, se comía mis galletas y, una vez, hasta mi helado. Se dormía en mi sofá y hubo noches que él y mi papá se quedaban en el dormitorio, y no me dejaban pasar. Yo sabía que se divertían ahí a solas, porque los escuchaba reír y la cama rechinaba mucho como cuando yo salto en ella con mucha fuerza.

Al principio, como no me caía bien ese Tony, le mordí los zapatos, los calcetines, me ponía detrás de él para que se tropezara o me colaba entre sus piernas corriendo para tirarlo. Pero luego me di cuenta que no era tan malo. Tony quería a mi papá y también a mí. Poco a poco comprendí que él sólo quería caerme bien y a pesar de todas las trastadas que le hacía, él siempre, cuando llegaba de visita, me traía un hueso de carnaza o galletitas, también me sacaba a pasear y una ocasión hasta al veterinario me llevo (aunque eso no se lo agradezco mucho).

Un día lo escuché preguntarle a mi papá, si creía que algún día podría caerme bien. Mi papá le besó en la frente y lo abrazó, diciéndole que sólo era cuestión de tiempo. Tony no era malo, cuando mi papá se enfermó en el trabajo, vino a verme y se sentó conmigo en la terraza. Lloró un poquito, porque dijo que mi papá estaba en el hospital, por lo que entendí era algo así como el veterinario; así que me preocupe también, a nadie le gusta ir a esos lugares. Tony me abrazó y yo lo dejé hacerlo, me di cuenta que él quería mucho, mucho a mi papá y comencé a quererlo también. Ese día le lamí la mejilla y apoyé mi cabeza en su brazo. Él rió un poco y me acarició.

A los pocos días, mi papá volvió. Yo estaba muy contento, tanto que no me preocupe por la cosa blanca que tenía en la pierna. Tony se quedó a cuidarlo porque la cosa blanca no dejaba que mi papá se moviera con libertad por la casa. Tony le ayudaba a levantarse y le daba de comer, también me daba de comer a mí y me sacaba a pasear. Acepté a Tony en mi familia y, de pronto, ¿qué creen? Tenía dos papás.

Stony Series Vol. 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora